Desde niño tuvo un sueño y se puso manos a la obra para conseguirlo: estar entre los top 10 del tenis mundial. Pero la vida le tenía preparado otros derroteros y un trofeo que vale oro y que nunca imaginó: conocer a Irene Villa (38 años), enamorarse de ella, convertirse en su manager y crear una familia numerosa de tres hijos (Carlos, Pablo y Eric) que no cambiaría por nada en el mundo.
Han sido muchas las veces que se lo han pedido pero EL ESPAÑOL ha sido el medio elegido para conceder su primera entrevista en solitario y lo hace casi con nocturnidad y alevosía. Su mujer no sabe nada. "¡Lo mismo esto me cuesta el divorcio!", bromea nada más empezar a hablar.
Este argentino de 34 años, casi español de corazón -por la de años y momentos vividos entre Barcelona y Madrid-, se siente tocado por la varita mágica del destino y no se cansa, como en la canción de Violeta Parra, de dar gracias a la vida. A pesar de estar en un segundo plano es parte fundamental de la vida y el éxito de su mujer ya que es su representante.
¿La vida pasa volando pero lo vuestro es amor del bueno?
Así es. Ya llevamos juntos siete años y medio y la magia no se acaba. La magia y las ilusiones lejos de apagarse cada vez van a más. Compartimos la vida personal y laboral y eso es algo maravilloso.
¿Hasta parece que fue ayer cuando la conociste en la Fundación También?
Es que para mí es como si todo esto hubiera pasado hace un ratito. Recuerdo que la vi allí y que su mirada me impactó tanto, tanto que le dije a Marisol, una amiga mía que la conocía, que me la presentara. Estaba buenísima y con toda mi cara me puse delante de ella ¡Para mí era toda una muñeca! ¡Qué guapa! Yo solo vi que caminaba algo raro pero como no sabía quién era, fui a por ella. Y desde entonces hasta el día de hoy. Juntos y muy, muy felices.
¿Hay miradas que atrapan?
La mirada de Irene transmite tanta fuerza que te atrapa para siempre. Cuando sonríe sale el sol para mí. Me enamoran de ella hasta sus operaciones. Recuerdo que nada más conocerla llamé a mi tío Gustavo y le dije: tengo unas cosquillas que me van desde la columna vertebral hasta el esternón. Y él me contestó. ¡Pues eso es que ella es la mujer de tu vida! Y acertó porque nunca antes me había pasado nada igual.
¿Antes de ella quién eras?
Un hombre que había pasado por muchas cosas. Tanto buenas como malas. Vine de Argentina a España con 19 años, jugué como profesional al tenis, viaje por medio mundo, conocí a mucha gente y a los 26 conocí a Irene y todo cambió para siempre. Ella me ha hecho ver la vida, tal cual es, en esencia, en estado puro. Mejoró mi vida porque la simplificó.
¿Te habrán dicho en más de una ocasión que tú también eres especial, e incluso valiente, por tomarte con naturalidad la discapacidad?
Para mí es muy fácil. Estoy rodeados de amigos con discapacidad. Es algo muy bueno para mí. Ellos son especiales en el buen sentido de la palabra. Tienen una motivación y una manera de ver la vida que te impacta. Desde el momento en el que se levantan y abren los ojos tienen que enfrentarse a adversidades. En el caso de mi mujer a ponerse dos piernas. En el caso de otra amiga como Esther a subirse a una silla de ruedas. La gente con discapacidad son los 'cojo-cojonudos' como les llamamos en broma entre nosotros. Para mí verles es ver superhéroes. No me importa la discapacidad que tengan. Ese es uno de los motivos de haber creado la Fundación. Nunca vi discapacidad en ningún sitio. Vi supercapacidad. Mucha gente me dice que soy valiente, pero yo creo que solo estoy enamorado. Si a eso le llaman ser valiente, entonces lo soy. Lo mío no es valentía. Es sólo amor.
¿No nos han educado para ver esa supercapacidad?
Se trata tan solo de cambiar la visión. De poner el foco en lo que tienes y no en lo que no tienes. Por ejemplo a Irene ahora que hace frío hay que ayudarla para que no se tropieza y se caiga, hay que echarla una mano para bajar una rampa. Para mí son grandes momentos porque aprovecho para abrazarla un poco más.
¿En algún momento te has sentido más privilegiado que ella?
Si confieso que hubo un momento en el que me dolió su discapacidad. Fue en un viaje que hicimos a Valencia por una conferencia. Estábamos en la playa de la Malvarrosa y allí nos fuimos a caminar por una pasarela. En un momento de la conversación ella me dijo que algo, de lo poco que extrañaba, era la sensación de jugar con la arena con los dedos de los pies. Ese comentario me tocó porque lo dijo con una voz baja y mucha fuerza en la mirada. Sinceramente no me sentí nada bien. Así que lo siguiente que hicimos fue jugar con la arena y las manos. Luego ha habido otros momentos como sus múltiples operaciones. Por suerte desde el atentado cada vez que entra en el quirófano era para salir mejor o para salir con un niño más en sus brazos (bromea).
Irene dice de ti que lo eres todo: sus manos, sus pies, su todo…
También me ve como el tocapelotas de la pareja (vuelve a reír). Soy el que busca siempre la quinta pata a todo. Creo que todo se puede mejorar y sacar más rendimiento y eso me lleva a situaciones de ser un tanto cansino. Pero bromas aparte ella me ve como su marido y compañero, como alguien en el que mirarse y amar. Con el ser con el que crecer en la vida y formar una familia maravillosa.
El flechazo de esta pareja fue tal que Irene, a los quince días de conocerle, le pidió se convirtiese en su representante. Unos principios que no le fueron fáciles a Juan Pablo. Se sentía presionado. Todo el mundo con el que se encontraba y le conocía, le decía que la cuidase como oro en paño y que "no la hiciera sufrir ni un segundo o se iba a enterar". Desde entonces han aprendido a separar el espacio de la pareja (buscan sus momentos de intimidad) y el del trabajo. Cada uno juega su papel. Ella delante por ser quién es y por ayudar con sus conferencias a inspirar al mundo y él, a que nada falle en cada charla o evento al que van, a decir no a muchas cosas y en ser su apoyo.
¿Te sientes feliz con lo que haces?
Es un privilegio. Trabajar con ella es tocar el cielo porque cada día recibimos mensajes dándola las gracias por ser como es. Por ejemplo en la web nos han llegado mensajes de personas que se iban a suicidar y que tras verla u oírla han dado marcha atrás. Hace poco por ejemplo, que tuvimos que llevar a nuestro hijo Carlos al hospital por una caída, nos encontramos en urgencias con una madre y su hijo Síndrome Down y se puso a llorar al verme porque me reconoció. Me dijo que gracias a las columnas que escribe Irene y los mensajes en Facebook lleva la situación mucho mejor.
¿Alguna vez estarás de bajón?
Sí, yo también me caigo, me enfado mucho y tengo mis momentos ya que mi familia está muy lejos y no nos podemos ver ni pueden disfrutar de ver a sus nietos. Mis padres están intentado salir de un problema muy grave por la enfermedad de mi hermano y mi madre de una depresión que le causó la situación. Irene hace coaching conmigo. Me da consejo y apoyo como mi mujer. Me ayuda a que la distancia sea menos distancia. Ella también es mi apoyo. Todo lo hacemos por y para nosotros. Me motiva a hacer nuevos proyectos y a seguir mirando adelante.
¿Ese vacío por no tener a tu familia cerca lo compensa María Jesús, tu suegra?
Si, de alguna manera así es. Mi suegra es un ángel, No es una suegra de esas que todo el mundo habla mal. Debe ser una suegra atípica. Ella es una mujer extraordinaria. Vivimos en la misma casa. Ella arriba. Nosotros abajo. Todo le viene bien. Nos llevamos tan bien que cuando Irene se va a esquiar la preparo el desayuno o comemos juntos. Pienso en lo que le pasó a los 40 años y me parece una mujer especial. Todos nos acordamos de Irene, sin embargo ella también sufrió amputaciones en un brazo y una pierna. Me encantaría que la gente piense en una madre con dos hijas a la que le pasa lo que le pasó. Ella siguió trabajando, haciendo horas extras, aprendió a vivir otra vez, a ocuparse de Irene y de su otra hija, Virginia, a la que nadie le hacía caso porque todo el foco de atención era Irene. Y todo esto divorciada. ¡Mi suegra es de otro planeta!
¿Hay algo en lo que Irene no sea líder?
Si, aunque confesártelo me puede causar una discusión (vuelve a reír)…
Cuenta, cuenta…
Irene no cocina, no le gusta nada. Eso sí ahora ha aprendido a hacer algo fantástico: ¡Unas ensaladas brutales!
¿Y qué hay de vuestros hijos? ¿Qué valores les transmitís?
El valor del amor. Les digo todo el tiempo que los amo. Mi hijo Pablo me dice: ¡ya se papa que me amas! Les transmitimos lo maravilloso de ver la vida con las gafas de amar, que hay que estar bien, que la gente se cae, se levanta y que siempre se puede. También que hay que ayudar a los demás.
¿Te quedan sueños por cumplir?
He cumplido muchos. Pero ahora lo que más me importa es ver crecer sanos a mis hijos, que Irene siga feliz y que la Fundación www.fundacionirenevilla.org que tenemos siga creciendo y por tanto ayudando a más gente a ser feliz y a tener una vida mejor. El único sueño que tengo es seguir igual y mejorar. ¡Ah y acabar las dos asignaturas que me quedan para sacarme el título de piloto!