Frío, mucho frío. Quienes han asistido a la exhumación de Leoncio González de Gregorio y Martí, el marido de Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, la duquesa de Medina Sidonia –o duquesa roja, como se conocía popularmente– se refieren raudos al frío que ha acompañado el acto. A la nieve que cubría las lápidas del cementerio de Quintana Redonda, a pocos kilómetros de Soria, se le sumaba la parca, sobria y, también, fría liturgia judicial que ha envuelto el acto. Todo para demostrar, o no, que el aristócrata es padre de una limpiadora. El ADN resolverá la cuestión.
Encogidos por las bajas temperaturas, que rondaban los cero grados a las diez de la mañana en Soria, han ido llegando los actores participantes en la exhumación al camposanto de Quintana Redonda, un pueblecito de medio millar de vecinos de la comarca de Izana. Los primeros en llegar, los sepultureros, que acondicionaron el recinto con la ayuda de los bomberos de la localidad. Estos levantaron una carpa móvil sobre el panteón en el que descansan los restos de Leoncio González para protegerlos de la nieve que copaba las lápidas colindantes. Más tarde llegaban los abogados de una y otra parte, agentes de la Guardia Civil, una médico forense con su auxiliar y la secretaria y el juez del Juzgado de Instrucción número 3 de Soria, a petición de su homólogo número 77 de Madrid, que lleva el caso.
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A los anteriores, imprescindibles en el proceso, se les sumaban dos hijos de Pilar González de Gregorio y Álvarez de Toledo, hija del allí enterrado y de la 'duquesa roja'. Sin embargo, ni José ni Tomás Terry pudieron presenciar la exhumación de los restos de su abuelo, al entender el juez que su asistencia al acto no era del todo pertinente.
Así las cosas, ambos, de traje, corbata y abrigo oscuro, atendieron a los escasos medios presentes en el cementerio, un espacio pequeño y con pocos nichos. Allí, a escasos metros del panteón en el que yace su abuelo bajo una cruz y el escudo de la familia González de Gregorio –que también aparece en la fachada del palacio blasonado de Quintana Redonda–, los descendientes del finado mostraron su escepticismo por la demanda de paternidad presentada por Rosario Bermudo Muñoz, la presunta hija del aristócrata.
"Ha sido rápido. Todo ha ido bien"
El abogado de la demandante, Fernando Osuna, ha explicado a EL ESPAÑOL que la prueba ha ido "bien, sin ninguna incidencia". En torno a las diez y media de la mañana se destapaba la lápida que sella la cripta, se extraían los restos y la médico forense tomaba muestras que posteriormente se llevarán ya van camino del Instituto Anatómico Forense de Madrid, donde se cotejarán con el ADN de Rosario Bermudo. "Ha extraído bastantes huesos para que no quede lugar a dudas y todo ha sido rápido, en menos de hora y media se han vuelto a enterrar los restos", ha detallado el letrado sevillano, que consciente de lo delicada de la situación ha sido parco en detalles.
Nada más salir del cementerio de Quintana Redonda, el abogado ha llamado a su clienta. "Estaba nerviosa pero contenta porque por fin, después de muchos años esperando, se ha podido realizar la prueba que determinará sus apellidos", explica Osuna. "Ella me ha preguntado por cómo estaban los restos de su padre –añade–, ha sido una conversación rápida".
Un amor furtivo que termino con embarazo
Rosario, la presunta hija del aristócrata, defiende que su madre, también Rosario, se enamoró "locamente" de Leoncio, con quien tuvo una relación furtiva a los ojos de su familia, para la que trabajaba como empleada del hogar. El idilio oculto se descubrió con el embarazo, algo que sentó mal en la casa. La limpiadora, a sus 20 años, ganó una hija, pero perdió el trabajo y el jornal. También al que fue su amor durante tantos años, Leoncio, hijo único.
La que fuera el primer amor, y vetado, de Leoncio acabó casándose con Manuel Muñoz, que le dio el apellido a la hija que ésta había tenido fuera del matrimonio; y Leoncio se casó con Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, la duquesa de Medina Sidonia, con la que tuvo tres hijos: Pilar, Leoncio y Gabriel.
"Rosario lo ha pasado muy mal, atravesando situaciones económicas complicadas, con el estigma de ser hija de madre soltera, con lo que todo eso conlleva y las calamidades que su condición le ha traído", detalla el abogado Fernando Osuna. "Para nosotros es una satisfacción el que este procedimiento esté llegando al final, es triste estar toda la vida sin un padre", zanja el letrado, tranquilo y seguro de que el resultado se ajustará al que en su día se obtuvo y que sirvió para abrir el procedimiento judicial.
Pruebas de ADN contundentes
Un detective consiguió restos genéticos de una botella de plástico de la que bebió Leoncio González de Gregorio y Álvarez de Toledo, XXII duque de Medina Sidonia, XVIII marqués de Villafranca del Bierzo, XIX marqués de los Vélez y XXVI conde de Niebla. El análisis arrojó un contundente resultado: 99,99 por ciento de coincidencia con el de su presunta hermana.
A lo largo de los últimos años, después de que fuese admitida a trámite la demanda de paternidad, los descendientes varones de Leoncio González padre se han negado a realizarse la prueba de ADN que les solicitaba el juzgado. Solo Pilar Medina Sidonia consintió hacérsela, pero según detalló a EL ESPAÑOL el abogado Osuna días antes de la exhumación era necesario que los tres hijos, Leoncio y Gabriel, también debían sumarse a la iniciativa de su hermana, de lo contrario no sería válida.
Los repetidos nones de los varones han convergido en la exhumación de su padre, Leoncio González de Gregorio y Martí, el marido de la 'duquesa roja', a quien después de muerto le ha podido salir una nueva hija. De confirmarse, tendría acceso a la herencia del aristócrata. Una cifra que suma muchos ceros.