Nada más abrirse las puertas de la jaula encargada de descender en cuestión de segundos a una profundidad de 700 metros, le dominaban los escalofríos y la angustia de quien siente pavor con sólo entrar en un ascensor. "Iba acojonado. Pero lo peor estaba abajo. Allí abajo convivíamos con ratas ansiosas por comerse nuestros bocadillos, con vagonetas y locomotoras eléctricas que podían aplastarte, con negras galerías, con la silicosis y con el grisú que nos podía matar. Durante meses sudé carbón y me sangraban las manos. Creo que es el peor de los trabajos".

A Peñafiel le daba pánico el grisú, sobre todo tras lo que pasó en una mina cercana. J. P.

Quien habla es Jaime Peñafiel (85 años), el azote de la reina Letizia (44) y de tantos otros que habitan lujosos palacios.

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Nadie pensaría que cuando este periodista cuenta que comenzó su trayectoria desde abajo lo dice de forma literal. Pocos conocen sus inicios como ayudante de picador en las minas de un pequeño pueblo de León, al que regresaba este sábado reconvertido en un nostálgico pregonero.

"Nada queda del pueblo que yo conocí cuando trabajé en las Hulleras de Sabero, pero regresar aquí y poder enseñarle a mi mujer los restos del lugar del que salí muy curtido y convertido en un minero ha sido muy emotivo. Nunca me imaginé que me llamarían para dar un pregón 60 años después", explica visiblemente emocionado Peñafiel en conversación con EL ESPAÑOL.

El periodista durante su pregón en Sabero. Ayuntamiento de Sabero

 

El periodista recuerda nostálgico su época en la mina, consciente de que apenas queda rastro de aquellos compañeros que compartieron jornadas con él, aunque sí de algunos de sus amoríos durante aquellos dos años en los que permaneció bajo tierra. "Iba caminando con mi mujer y de repente me salieron varias novias de esos años de las que ya ni me acordaba", explica divertido.

Tenía sólo 21 años y muchos sueños por cumplir. "A mi padre no le hacía gracia que fuera minero. Yo venía de una familia burguesa y estaba estudiando Derecho por imposición, como mi abuelo. Pero mientras picaba sólo pensaba en que quería ser periodista", recuerda Peñafiel sobre aquellos años que le sirvieron, al menos, para conocer lo que era el trabajo duro, para formarse y, cómo no, para radicalizar su ideología política hasta el punto de rozar el comunismo. No en vano, coincidió con personas como Cristina Almeida, Ramón Tamames, Manuela Carmena (73) y otros tantos nombres célebres en el Servicio Universitario del Trabajo que con valentía desafiaban al franquismo en unos años complicados.

"Fue muy duro, muy peligroso, y eso que estaba bien pagado, pero pasé mucho sufrimiento, sobre todo cuando 14 compañeros de un pozo cercano perdieron la vida por una explosión que arrasó todos los campos de siembras", recuerda no sin cierto pesar.

Todavía hoy tiene el recuerdo de esa etapa muy presente, sobre todo cuando suceden tragedias como aquélla. No olvida el olor, la angustia ni lo que le curtieron las ocho horas diarias bajo tierra durante dos años. A partir de ahora, podré tenerlo mucho más presente cada vez que mire su mesilla de noche. El ayuntamiento de la localidad le ha regalado una de aquellas aquellas lámparas "que pesaban horrores" y que llevaban cada minero colgaba en su cuello. La suya tiene, además, el mismo número que portaba hace más de 60 años.

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