"Para una fibromialgia esas cámaras no sirven", sentencia, categórica, una de las personas cualificadas en la materia a la que ha tenido acceso JALEOS. Desde que María José Campanario (38 años) decidiera tener una cámara hiperbárica en su domicilio para regularse a sí misma los efectos de su enfermedad -después de varios ingresos hospitalarios baldíos-, mucho se ha escrito sobre el tema, pero, ¿en qué consiste una cámara de estas características y en qué condiciones se debe usar?
Este medio se ha puesto en contacto con una persona competente en dicha disciplina y aclara algunos extremos: "La cámara consigue que te llegue más oxígeno a todos los tejidos del cuerpo. Para ello, lo ideal son las cámaras acristaladas con las que se trabaja en los centros profesionales. Con ellas el paciente está controlado en todo momento, no siente claustrofobia, y está en comunicación con un técnicos por si ocurre cualquier contratiempo de última hora una vez en el tubo".
Además, bajo el diagnóstico médico, la persona sufriente de fibromialgia se rodeará de todo tipo de comodidades y parabienes, de los que no dispone si lo emprende de forma autónoma: "Yo no recomiendo en absoluto las cámaras portátiles, hinchables, que la gente se lleva a casa. Allí no existe ningún sistema de seguridad ni de entretenimiento durante la hora y veinte que suele durar el proceso. Además, en esos sacos no se cura la patología".
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Pero, ¿cuál es la gran diferencia entre una cámara profesional y una casera? "Principalmente, la profesional trabaja con el oxígeno, con su regulación, y con la presión atmosférica. Sin embargo, las portátiles no trabajan con oxígeno, sino con aire puro. Ten en cuenta que cuando se trabaja con oxígeno se requiere bombonas de butano de 2 metros de altura y 30 centímetros de diámetro. Esas cámaras caseras presurizan con aire a través de una mascarilla, unida a un compresor de oxígeno, pero no directamente con él", ha puntualizado la citada fuente.
En el nivel de presión atmosférica radica la clave y la curación. Una cosa es la adquisición únicamente de bienestar, de paliativo pasajero, y otra, muy distinta, el diagnóstico de una patología: "Las portátiles no superan el 1,3 de presión y, según la ley, esas están indicadas solo para salud y bienestar. Sin embargo, para tratar una patología, como la fibromialgia, se debe subir a partir de 1,5 de presión. Por ejemplo, el 2,2 es idóneo y eso no se puede, ni debe, hacer en casa".
"Las cámaras caseras rondan los 8.000 euros"
Cuando alguien decide tener una cámara en casa, ¿cuál es el proceso? "Lo normal es que haya de por medio un diagnóstico médico, ver el historial del paciente, que no haya ninguna contraindicación. Es lo normal, aunque creo que no es obligatorio", apostilla una fuente. Darle uso a los también llamados 'sacos hinchables' no es algo baladí, se debe tomar en serio: "No pueden trabajar con oxígeno porque es comburente. Trabajan con aire puro y subirá la presión atmosférica. Ahí se respira un aire como si estuvieras en una montaña, se respira aire con una presión distinta. El objetivo de las cámaras profesionales es para tratar la merma de oxígeno en alguna parte de tu cuerpo, una hipoxia, cuando no se basculariza bien, por eso no creo en los beneficios de una portátil".
¿Las portátiles se las debe comprar el paciente? "Sí, claro, pero para que te la puedas comprar debe haber una recomendación médica y no son cámaras, precisamente, baratas. Ten en cuenta que la cámara de un centro profesional cuesta cerca de 160.000 euros, y las caseras rondan entre los 3.000 y 8.000 euros", ha asegurado la fuente.
En resumen, para este cualificado con el que ha hablado JALEOS, las cámaras portátiles, "daño no hacen", pero tampoco ningún beneficio en pos de la patología a tratar. Ni tienen la seguridad ni los mecanismos de las profesionales: "Uno solo en casa no es aconsejable que lo haga porque tiene que tener en cuenta muchas cosas de seguridad".
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