Hubo un tiempo, no muy lejano, en que Arantxa Sánchez Vicario (46 años) y Josep Santacana solo rezumaban amor. Constituían un núcleo duro frente a la adversidad. Todo lo compartían y nada se reclamaban. Corría el año 2012 cuando la paz familiar se resquebrajó en los Sánchez Vicario a cuenta de las memorias de la tenista y de su confesa ruina económica. Padres e hija no se hablaban y ahí estaba un Josep Santacana protector, cariñoso y coach emocional. Era el hombro sobre el que lloraba Arantxa y su flamante gestor financiero.
Arantxa estaba rota y Santacana la ayudó a reflotar. A confiar en los demás. En ese fatídico año el matrimonio y sus dos hijos accedió a participar en el programa Conexión Samanta. Imágenes familiares, amor en cada gesto; en la hora larga que dura el espacio se ve a una pareja fuertemente unida, sin ninguna fisura. Sobre todo, se apreciaba admiración. "Arantxa es una mujer encantadora", aseguraba un arrobado Josep. Incluso, el matrimonio se dejaba hacer ante la perspectiva de ampliar la familia: "Yo lucho por quedarnos con dos y ella quiere aumentar la familia. Creo que voy a perder la familia".
La periodista Samanta Villar (42) escarbaba cuanto podía en el drama de los Sánchez Vicario. "Sus padres la tenían absorbida y los que estábamos a su alrededor la asesorábamos. No me voy a poner a su altura, nunca he hablado, pero puede que algún día lo haga", aseguraba un Josep pacífico y aparentemente dolido. No respondía a sus suegros, optaba por el silencio.
Por aquellos meses se publicó que la familia de la tenista había contratado a un detective que le siguiera los pasos al empresario. Él, entre pesas en el gimnasio, se confesó con Samanta: "Arantxa es fuerte, pero cuando le tocan el corazón se derrumba completamente. Mucho tiempo me he sentido impotente por morderme la lengua. Hay momentos en que te coges psicosis y piensas '¿me estarán siguiendo?'. Pude entender lo del detective, pero no las formas. Lo hicieron con mala fe y no como padres que protegen a su hija".
Santacana hizo un retrato de sí mismo como alguien débil: "Sus padres me cogieron a mí, que era el más débil. ¿Quién no tiene una hipoteca? Económicamente, puede que haya quien se piense que vivo mejor por estar con una famosa, pero no es así. Antes vivía mejor". Hoy, seis años después de aquel programa, hay quien dibuja a Josep como un hombre calculador y que tiene controlada emocionalmente a Arantxa. "Yo me estoy manteniendo al margen de todo y si ella decidiera perdonar a sus padres yo lo respetaría", se defendió en aquel 2012.
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Lejos de esa imagen de codicioso, el empresario se sinceró con Samanta y habló de su alergia a los medios de comunicación: "No me gusta salir en las revistas ni en la tele, intento escaquearme lo máximo posible. No es fácil ser su marido, intento alejarme lo máximo posible". Aquel Josep era todo entrega, amor y desinterés. En 6 años la vida del matrimonio se ha puesto del revés; hoy solo quedan demandas, reclamaciones e incomunicación. Su amor se vivió en televisión y su desamor se escribe en los tribunales.
Arantxa en 2012: "Es complicada una reconciliación"
En aquel reportaje de Conexión Samanta, Arantxa se mostró más familiar que nunca con sus dos hijos. Ella no tuvo infancia por culpa del tenis y confesó que firme intención de que los pequeños no le extrañen. Busca que sus hijos la vean como una amiga: "Quiero que sean buenas personas, que sean amigos y puedan confiar en nosotros".
En varios momentos la tenista respondía a las preguntas después de leerlas en la mirada de su marido. "¿Alguna vez habéis dicho que no vais a repetir los errores de vuestros padres?", preguntó Samanta. Silencio y una mirada cómplice entre el matrimonio. "No", ataja Josep; "no", refuta Arantxa. La tenista llegó a asegurar que una reconciliación "es complicada". Hay quien entiende en estos días aquella conexión como una manipulación de él sobre ella. Valoraciones aparte, el tiempo parece haber hablado por sí solo; hoy Josep se ha llevado los trofeos, el teléfono de Arantxa y promete quitarle a los hijos.
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