José María Iñigo, de la novia que se metió a monja a sus años como torero
Aparte de su vida profesional, el locutor tuvo una vida personal y sentimental muy interesante desde que a los 14 años trabajó como botones para pagarse los estudios. Esta es la faceta más desconocida de la voz de 'Eurovisión'.
6 mayo, 2018 00:09Noticias relacionadas
Este sábado 5 de mayo la voz de José María Iñigo se apagó para siempre a los 75 años de edad. Ese timbre tan característico que los más jóvenes identificaban con el festival de Eurovisión y los más longevos con espacios en televisión tan emblemáticos como Directísimo o Estudio Abierto. Su vida profesional estuvo cargada de éxitos en televisión y radio, así como alabada con un sinfín de premios. Sin embargo, más allá de esa faceta, poco se conocía de su lado más personal e íntimo. Por ejemplo, que una novia lo dejó para ponerse los hábitos o que recibió el premio La Oreja de Oro en su época como torero.
JALEOS ha 'viajado' a su pasado para descubrir esa parcela. Su juventud en Bilbao, los primeros amores, sus dos mujeres y sus cuatro hijos. A Iñigo la palabra polifacético se le quedaba pequeña: fue torero, domador de circo, librero, profesor de inglés y botones. En 2010 el programa de TVE Volver con... le hizo un homenaje llevándose al mítico presentador a su tierra natal. Gracias a ese programa -uno de los pocos en el que José María se abrió en canal y confesó aspectos de su vida muy íntimos- se pudo descubrir al joven y al hombre que se escondía detrás del famoso locutor.
Con media vida a caballo entre Madrid y Bilbao, José María nunca se despegaba de su tierra, la llevaba demasiado dentro, muy por bandera. "Siempre vuelvo, bien por morriña o por felicidad, unas veces vengo con sonrisas y otras con lágrimas. Siempre me toca el corazón volver", se desahogaba a veces.
Nunca le importaba desplazarse de una ciudad a otra, tenía un gran espíritu aventurero. Fue una persona apasionada de los viajes, de hecho, ya a los 14 años soñaba con viajar y volar. Además, entre sus aficiones estaba la gastronomía. Tanta pasión sentía por esos dos aspectos que dirigió las revistas Viajes y Vacaciones, Vinos y Restauración, Hoteles del siglo XXI y Lo Mejor de Madrid. El buen comer siempre iba por delante, era fundamental. Eso sí, no cualquier comida. Llevó por bandera a todo el mundo la cultura del tapeo que solo se entendía, según él, en su Bilbao. "En Madrid no se entiende que te tomes una copa de vino y una tapa en un bar para luego irte a otro a hacer lo mismo. Ellos se las toman todas en el mismo bar", aseguraba orgulloso de sus raíces.
Trabajó como librero, profesor y botones
Desde muy pequeño siempre tuvo claro que su destino no estaba allí, que quería volar y salir. Quizá por eso siempre soñaba con ser maquinista de tren y poder moverse. Eso y las muchas Zarzuelas que pudo ver en el Teatro Arriaga gracias a que su padre era el electricista, le abrieron las miras e ilusiones. En su cabeza las ideas no paraban quietas; desde bien joven, sobre los 12 años, comenzó a trabajar en una tienda de discos, en una librería traduciendo libros y como botones.
Venía de una familia humilde y tenía claro que quería estudiar. Si no había dinero, se tenía que ganar: "Lo pasaba muy mal cuando veía desde mi trabajo a los jóvenes salir del colegio". Pero él no se frenaba, incluso a los diez años se puso a aprender inglés sin ayuda, sabedor de que le abriría puertas. Ahí no se quedaba su ambición por reunir "unas perras". Un día se acercó al ayuntamiento para ofrecerse como profesor de inglés de los guardias de circulación y lo consiguió.
Entre trabajo y trabajo, José María nunca olvidaba quedar con su buen amigo Santiago Marcilla, con quien forjó una buena amistad y trabajaron juntos durante años en televisión. Cómo olvidar esas tardes en las que se iban a mirar a los chicas al colegio femenino y los sándwiches triángulos del bar Eme. Y es que, las chicas ya comenzaban a gustarle y mucho. Aunque no tuvo mucha suerte en los flirteos iniciales, ya que según contó en 2010 una novia "se metió a monja". Además, una vez narró su primera experiencia sexual en un Seat 600: "Cuando estaba en plena faena con una profesora inglesa, la guardia civil nos interrumpió muy amablemente".
Fue torero y domador de circo
En esos años en los que sus vocaciones eran muchas y variadas, José María fue torero en Vista Alegre en los años 60. Sí, se puso el traje de luces. Gracias a esta profesión obtuvo el premio La oreja de oro cuando tuvo que matar a un becerro. "O lo mataba yo o me mataba a mí", recordaba entre risas en Volver con... Por si esto no fuera lo suficientemente llamativo, probó suerte como domador de circo junto a Ángel Cristo. "Fui domador de elefantes y fuimos por todas las ferias de España", explicó en alguna ocasión.
Mientras también saciaba su sed de aprender haciendo sus pinitos en el mundo del cine con películas como Un, dos, tres al escondite inglés de 1969 o Terapia al desnudo en 1975 -filme en el que besó a Carmen Sevilla (83)-, José María consolidaba su primera gran relación sentimental con la pintora y diseñadora de moda Josette Nahmias. Con ella se casó en 1970 en la capilla del Santo Cristo de El Pardo y trajo al mundo a sus dos primeros hijos, Daniel y Eduardo. Sin embargo, el amor apenas duró diez años, ya que a Iñigo le esperaba una nueva ilusión, su segunda mujer, María del Pilar Piniella Merino. Con ella vivió el último trecho de su vida y tuvo a sus dos últimos hijos, Piluca y Chema.
Una vida profesional de éxito
A nivel profesional, Íñigo trabajó en distintos medios de comunicación, aunque la mayor parte de su trayectoria profesional estuvo vinculada a TVE. Protagonista esencial de la historia de la radio y la televisión en España, su debut en la pequeña pantalla llegó en 1968 de la mano de Pedro Olea e Iván Zulueta con el programa Último grito. Fue el primer paso para los años que vendrían después. Más tarde presentaría el programa musical Ritmo 70, bajo la realización de Pilar Miró.
Llegaron entonces los años 70, los años de éxito en TVE. Fue en el canal UHF donde empezó el programa de entrevistas, reportajes y variedades Estudio abierto. La cadena pública decidió pasarlo a la primera cadena e Íñigo se convirtió en toda una estrella. Su bigote, sus entrevistas, su voz eran ya parte de la historia de la televisión de España. A Estudio abierto le seguirían otros programas muy similares en las que el periodista alternaba las entrevistas de tú a tú con actuaciones musicales. Inolvidable fue la entrevista al mentalista Uri Geller en el programa Directísimo. Y después de años de duro trabajo, Eurovisión llegó a su vida. Gracias a su carrera profesional, en 2011 recibió el premio Toda una vida de la Academia de Televisión.
Hoy todos le lloran, pero también le sonríen y homenajean. Su familia, sus mujeres, sus amigos y sus hijos le tuvieron una gran admiración a este hombre que era pura energía y vitalidad. Pura vida, pura voz. Voz y bigote, al que solo renunció una vez en los años 70 "y porque me ofrecieron un dineral al que no pude decir que no". Este bilbaíno de pro y madrileño de adopción dijo adiós de manera discreta, en realidad tal como había vivido su faceta menos pública. "Lo más importante es que la actuación sea buena. La gente quiere espectáculo, un poco más de vida", decía siempre. Sin duda, él dio espectáculo y color a la televisión.
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