El pasado 7 de junio Fernando Grande-Marlaska (56 años) y Màxim Huerta (47) juraban su cargo como ministros ante el rey con el compromiso y el poder que ello conlleva. Sin embargo, una semana después los rostros más mediáticos del equipo de Pedro Sánchez (46) ya no formaban parte de la misma foto.
Grande-Marlaska está cumpliendo uno de sus mayores sueños al hacerse con la cartera del Ministerio de Interior. No tanto, o no solo, por encargarse de una de las disciplinas más importantes de un gobierno, sino por poder al fin llevar a cabo uno de los mayores retos que se había propuesto hace 20 años: dar voz al colectivo LGTBI en un cargo de tanta influencia.
Siempre ha sido tajante en su trabajo como juez y actúa de igual modo en su vida personal. Así lo contó en sus memorias Ni pena ni miedo, en las que abría su corazón de par en par y narraba episodios tan íntimos como el día en el que desveló por primera vez a su familia su orientación sexual: "Con 35 años dije a mi madre y a mis hermanas que era gay. Ella estuvo 15 días sin salir de casa y 6 años sin hablarme porque no lo aceptaba".
Sin embargo, la figura de su madre se convirtió en muy relevante, no ya por el evidente hecho de ser la que le trajo al mundo, sino también porque esa perspectiva conservadora de su progenitora suponía el primer paso de la meta que Marlaska se propuso conseguir: que la homosexualidad sea libre de abrirse al mundo y rompa con la discriminación en los sectores más elitistas.
Su momento de liberación había llegado y desde ese momento nada le paró. Reivindicó la apertura de mentes y colaboró en campañas dirigidas al colectivo homosexual, como la lucha contra el SIDA y la concienciación del uso de preservativos bajo el lema: "Entre nosotros usa preservativo", junto a afamados rostros como Jesús Vázquez (52) o Boris Izaguirre (52).
Le gustan los retos. Las dificultades no le hacen dar un paso atrás. No es de los que se arrepiente, de hecho, está tan convencido de lo que cuenta en sus memorias que se tatuó el título en su muñeca. Una forma de recordar su vida, su bagaje, de dónde viene y qué quiere conseguir.
Uno de esos sueños se hizo realidad cuando conoció a su marido Gorka Gómez. Fue en 1998 y solo una semana después de conocerse ya comenzaron a vivir juntos. Y así han pasado 21 años. Se casaron en octubre de 2005, nada más aprobarse la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo por el gobierno de Zapatero, y desde entonces su promesa de alzar la voz por la comunidad gay está más viva que nunca.
Más de dos décadas unidos muestran una innegable complicidad entre ellos, y Gorka lo dejó todo por irse a vivir a Madrid para estar junto a su pareja. Son inseparables, pero también hay dos aspectos en los que la pareja choca. Mientras el ministro desearía adoptar un hijo, Gorka no está a favor. Sí que tienen varios perros y Marlaska disfruta paseándolos por la costa vasca siempre que puede. Sin embargo, en este punto también se contradicen, pues la faceta animalista del juez es opuesta a las chaquetas de piel que le gusta lucir a su marido.
Pero el amor está por encima de todo. Grande-Marlaska tiene grandes hitos en su currículum laboral pero en su día a día destaca por su normalidad, como ir de conciertos o hacerse selfies. Una rutina que ahora puede verse alterada por el gran poder que conlleva la cartera de Interior. A su cargo tiene nada menos que a 65.000 policías nacionales y 84.000 guardias civiles, una responsabilidad que traerá seguro cambios de agenda e imprevistos que dejarán sus citas lúdicas para otro momento.
Por su parte, el que sí está disfrutando de unos días de descanso y desconexión es Màxim Huerta. El periodista lleva una semana en Londres rodeado de amigos después de que decidiera poner tierra de por medio tras dimitir de su cargo de ministro de Cultura y Deporte. El pasado jueves 14 de junio anunció el fin de su puesto seis días después de haber jurado el cargo ante el rey. La polémica mediática creada tras ser multado por Hacienda hace una década le pasó factura.
Cuando Pedro Sánchez presentó a Màxim como uno de los miembros de su equipo, enseguida se convirtió en el foco de los comentarios, ya que su rostro se hizo famoso en el panorama nacional por sus años en televisión compartiendo programa junto a Ana Rosa Quintana (62). Pero su perfil consiguió tantos defensores como detractores.
El mundo de los artistas se posicionaba al lado de Huerta y precisamente su faceta tan próxima a un sector tan potente como el televisivo y al ser tan reconocible por el gran público lo convertía en un fichaje' por el que muchos apostaron positivamente. Además, comparte varios puntos en común con Marlaska, como es su pasión por los animales, su reivindicación contra las injusticias o el alzar la voz por la igualdad.
La discriminación por cuestiones de sexo u orientación sexual tampoco es algo que el escritor tolere y de hecho, hasta este jueves formaba parte del equipo de Gobierno más 'colorido' de la historia de España, pues junto a Marlaska y Francisco Polo -recién nombrado Secretario de la Sociedad de la Información y Agenda Digital- representaban al colectivo homosexual dentro del Ejecutivo.
Otro aspecto que comparten el ministro de Interior y el ya exministro de Cultura y Deporte es la importante figura de su madre. Mientras el vasco vio como su progenitora se distanció de él por su condición sexual, Màxim y su madre mantienen un estrechísimo lazo. Cuando tomó el cargo compartió una fotografía en sus redes sociales en la que aparecía Clara (su madre) de espaldas junto a su perro caminando hacia la playa. Y una semana después se producía una imagen similar que el propio periodista también divulgó: madre e hijo de espaldas abandonando la sala de prensa del Ministerio de Cultura segundos después de su dimisión.
Dos hombres influyentes por los que apostó Sánchez que hoy toman rumbos diferentes. Grande-Marlaska y Huerta llegaron ilusionados al Ejecutivo con ganas de comenzar una nueva etapa en la política española y dar una brisa de aire fresco al bipartidismo. Sin embargo, mientras el juez ha conseguido establecerse como uno de los pesos pesados de las carteras socialistas; las aspiraciones, los retos y las buenas intenciones de Màxim tuvieron que desaparecer, volverse transparentes, precisamente en honor a la Transparencia que ha jurado el nuevo gobierno.