Si no existiera, habría que inventar a Ana Obregón (63 años). Sólo ella y únicamente ella consiguió que la imperturbable Mari Vicky Beckham (44) perdiera los nervios como una verdulera en un gimnasio sin despeinarse. Solo ella es capaz de contar con gracia una y otra vez sin dejar de sorprendernos sus aventuras en Los Ángeles cuando trabajo para El equipo A. Gracias a ella "el niño de los cojones", como Alessandro Lequio (57) llamaba a Álex (26) en la famosa cinta entregada por Antonia Dell'Atte (58) a Julián Lago en La Máquina de la Verdad, se ha convertido en el niño por el que se los dejaría cortar.
La verdadera esencia de Ana, que protege tras una pantalla color de rosa plagada de clichés e historietas, es la de una mujer fuerte y luchadora que sabe que la vida es mucho más sencilla de lo que parece. Que lo importante es la salud, la familia e intentar vivir cada día como si fuera el último. Todo lo demás sobra…
Más de cuatro meses lleva Ana en Nueva York, haciendo frente a la enfermedad de su hijo como una leona pegada a su cachorro. ¿Cómo no iba a estar a al altura? Ana es una mujer enormemente generosa, y si, como cuentan se gastó lo que no estaba escrito hace ya muchos años en ayudar a alguien muy cercano con problemas de salud, ahora no iba a ser menos. Si tuviera que bajar el sol, la luna y a la tierra para ayudar a su hijo lo haría. Como cualquier madre, por otra parte.
En determinados tipos de cánceres las posibilidades de optimizar la curación recurriendo a un médico del extranjero apenas superan en ocasiones un 2%. En este caso el médico no es extranjero, es español, pero como ocurre con muchos otros profesionales, salvo los futbolistas, al facultativo que atiende a Álex lo han fichado los americanos. Cuando se supo que tipo de cáncer tenía Álex recurrieron al consejo de un médico del Ruber, amigo de la familia, y este les sugirió el nombre de Josep Baselga, uno de los mayores expertos del mundo en cáncer, seleccionado como residente por el Sloan Kettering Center cuando tenía 26 años.
Al poner tierra de por medio, el niño que consiguió convertirse en un muchacho de provecho pese al aluvión de alcachofas que le persiguió desde pequeño, evita la persecución mediática. Es algo similar a lo que hizo Rocío Jurado. Pero en su caso el coste emocional no es tan alto.
Álex cuenta con varias ventajas que justifican la elección que han hecho sus padres. Estados Unidos no es un mundo ajeno para él. Tiene incluso amigos allí. Estar lejos de tu país implica un alto precio emocional, pero Ana, pese al altísimo precio del tratamiento y la estancia, un pozo sin fondo que puede comerse cualquier fortuna, ha hecho lo que consideraba mejor para su hijo.
La actriz y presentadora nunca fue la niña de papá al uso. Se crió entre algodones en la Casa de Madrid donde vivían sus progenitores, un hogar donde disfrutaba incluso de piscina a escasa distancia de La Castellana. Que ser hija de quien era le abrió puertas, indudablemente… Pero actualmente es la mujer con las cuentas más saneadas de una familia que no es precisamente pobre.
Su invento de Ana y los siete ha sido unas de las aventuras más rentables de la historias de la televisión. Fue y sigue siendo una reina del marketing, de las que aportaba ideas y solucionaba la vida de los reporteros ayudando a los freelancer en sus inicios. Capaz de vestirse de pantera rosa y colgarse de un columpio. Nadie hizo un reportaje a Anita que no consiguiera vender.
Nunca fue una gran ama de su casa. Y de jovencita no era especialmente coqueta. Le bastaba y le sobraba con el encanto de sus hoyuelos, su mirada sexy miope y la magia de su melena castaña rizada. Apenas se pintaba cuando no trabajaba. Tenía un jersey de Mickey Mouse con fondo rojo que le daba suerte y repetía con él hasta la saciedad, muy 'limpito' siempre, eso sí, y al final hasta desgastado.
Apenas se maquillaba y era muy capaz de fijar los descosidos de los pantalones con papel de celo cuando dormía en su apartamento de soltera de Raimundo Fernández de Villaverde.
Era lista, y con el tiempo fue haciéndose consciente de que es preciso llevar cosas caras para distraer la atención de los cambios que provoca el campo del tiempo. En su caso optó por las prendas sexys y llamativas. Aunque, como siempre dijo el padre de su hijo, lo que mejor le ha quedado siempre son unos vaqueros, unas zapatillas de deportes y una camisa blanca.
A pesar de sus experimentos estilísticos, incluso ahora, con la gorra calada para solidarizarse con su hijo en la foto que colgó en Instagram antes de la publicación de la exclusiva de Lecturas, lo cierto es que Ana conserva un encanto imperecedero y juvenil sorprendente.
Su hijo fue siempre lo más importante en su vida. Siempre estuvo pendiente de él, y suyo es el mérito de la maravillosa relación que mantiene con su padre. Al contrario que otros muchos separados, y a pesar de que Lequio jamás pasó un duro ni un euro a Ana para la crianza del niño, ella siempre le ha hablado bien de su papá. No importaba lo tormentosa que pudiera haber sido la ruptura ni que una azafata con apellido tinajero y carita de Barbie le rompiera el corazón a Ana. Para 'la Obregón' (y solo llevan o han llevado el artículo femenino determinado personas como 'la Jurado' o 'la Caballé) su pequeño estaba por encima de todo. Durante un tiempo, siempre por el bienestar del niño, Ana dejó dormir a Lequio en su casa en una habitación separada.
Recordemos que el bisnieto de Alfonso XIII, un alma inquieta en el terreno sentimental pero celoso incluso cuando ya no tenía derecho a serlo, fue presa de un ataque de celos en plena calle con Jorge Juste. El empresario no presentó una denuncia porque era el padre del hijo de su enamorada. Ni aún así, Ana dejó de franquearle la puerta de su casa al aristócrata italiano cada vez que quería ver a su hijo o atracar la nevera, llena siempre de tuppers con ensaladas para él, un hombre obsesionado con mantenerse en forma físicamente. Y lo defendió a capa y espada con una fuerza inusitada cuando por miedo a que le metieran droga en la maleta Alessandro se convirtió en el viajero pionero en precintar el equipaje con papel de filme transparente.
Incluso cuando apareció en la vida de Alessandro, María Palacios (40), Ana seguía comiendo al menos una vez cada quince días con su expareja en locales como el restaurante argentino DeMaría para hablar de la educación de su hijo con Alessandro. Un día coincidí con ellos, y pude observar el respeto que mostró la actual esposa de Alessandro Lequio, mientras hablaba con ellos cuando fue a saludarlos a la hora de los postres. Se mantenía de pie, respetando el territorio que la expareja aún conservaba, la de dos padres que vivieron una apasionada historia de amor y recibieron el mejor premio que te puede dar el destino, un hijo.
Mucho se ha hablado de la valentía de Ana respecto a su forma de vida. De su actitud precursora a la hora de buscar parejas más jóvenes que ella sin importarle nunca el qué dirán. Justo ahora cuando las clases de preparto en las piscinas están llenas de mujeres que peinan canas, causa perplejidad revisar las hemerotecas y encontrarnos con este titular en una revista del corazón: “Ana Obregón, primípara añosa”. Así la llamaban cuando se quedó embarazada de Álex y andaba en la década de la treintena. Ana estaba estupenda.
Recuerdo que en el Masters de tenis en Madrid del 92, semanas antes del parto, llevaba un vestido amarillo piolín con margaritas. En el palco que le pusieron para que no se achicharra como un bombón al sol despertó más expectación que Mc Enroe, quien con 37 años, contemporáneo de Anita, fue destrozado por un jovencísimo Pato Clavet.
A Ana, en cambio, no le ha hecho sombra nadie durante mucho tiempo. Hace año y medio la pude ver actuar en Sofocos Plus en el Teatro La Latina de Madrid y baila mejor que cuando actuaba en las entregas de los TPs.
En aquel torneo de tenis, un periodista, la estrella masculina del periodismo de cotilleo patrio me cogió por banda y me preguntó: "tú que eres mujer… ¿Sabes si esa vena que lleva en el pecho derecho hinchada es propia de las embarazadas?" Aún dudaba el susodicho de si el embarazo de Antoñita la fantástica era de verdad o una barriguilla de mentirijillas… ¡Y vaya si era verdad! ¡Pedazo de niño! ¡Y pedazo de madre! Una madre que no faltó nunca a ninguna función de fin de curso ni a una competición deportiva, pendiente siempre de los avances de su niño, hablando con los profesores cuando era necesario… y hablándole siempre con cariño de su padre.
Ana lo ha hecho muy bien. El pequeño que se comía las alcachofas de los reporteros mantiene una relación muy sana con la prensa, hasta el punto de que se llevó un disgusto por no haber cumplido con el compromiso profesional de su agencia con un restaurante en Madrid. Estamos deseando volver a verte en España. O en el ¡HOLA! con tu madre, ya sea con un posado, con un robado consentido, con un reventado o con lo que haga falta. Que estos tratamientos son carísimos y todo es lícito en estos casos… Y más cuando se lleva saliendo en las revistas toda la vida.
Te hemos visto crecer, Álex, y te has convertido en un ser humano maravilloso, contra todos los pronósticos de algunos agoreros. Eres el yerno con el que muchas madres sueñan para sus hijas, como lo fue el príncipe en sus tiempos, tu primo lejano.
Aún recuerdo a tu abuela, toda una señora, hablándome hace algún tiempo de lo buen estudiante y lo buen nieto que eras. Había perdido el teléfono de tu madre y estuve charlando largo rato con ella de tus estudios en Estados Unidos. Y lo que dice doña Ana va a misa. Es estupenda, pero no tan 'fantástica' como mamá. Suerte, familia, brindo por vuestra salud y vuestra felicidad. ¡Os merecéis lo mejor!