Fue a principios de año cuando la vida de Arantxa Sánchez Vicario (46 años) se vino abajo como un castillo de naipes tras anunciarse el divorcio de su marido Josep Santacana. Desde entonces, la extenista ha visto cómo su vida se escribe en los tribunales y, muy a su pesar, en la prensa del corazón. Tras meses de reproches, dolor, reclamos y de una comunicación matrimonial exclusivamente vía abogados, y justo cuando se acerca ese ansiado juicio en el que ambos se verán las caras, la vida de la deportista tomará forma este jueves en el documental Lazos de sangre, de TVE.
En plena convulsión familiar, en la que las partes no se hablan de forma irreversible, los hijos están bajo el cuidado de Arantxa y, según se cuenta, Josep se niega a verlos, el espacio sobre las sagas familiares que está triunfando este verano en la parrilla de la pública se adentra en la complicada vorágine del clan. ¿Quién habrá participado en el documental? ¿Dónde lo verá Arantxa? ¿Cómo le ha sentado a la familia su emisión? Ante estas preguntas, JALEOS se ha puesto en contacto con una buena amiga de la tenista, Mónica Pont (47).
"Este documental ha llegado en un mal momento, en el peor para la familia", comienza la maniquí la conversación con este medio. Ella ha vivido muy de cerca todo el lacerante proceso de divorcio y, sin duda, sabe en qué bando alistarse. Eso sí, no puede ocultar la tristeza de que, ante un sentido y cuidado documental, nadie de la familia lo secunde: "Yo soy una de las pocas del entorno que participo. Estaré tanto en el programa como en la mesa de debate que se organiza después". Pero, dado que Arantxa es consciente del respeto conque se ha hecho Lazos de sangre, ¿por qué se ha negado a participar ella y su familia? "Es un momento muy difícil, ella se ha negado a hablar con nadie hasta que no se celebre ese juicio y haya por fin una sentencia. Se ha intentado que alguien de la familia interviniera, pero no se ha conseguido. El programa sí recogerá testimonios de los padres, por ejemplo, en entrevistas pasadas y de archivo". La tenista ha optado por la vía del silencio y de alejarse del barullo mediático. ¿Verá el documental?, azuza este digital. "Sí, claro que lo verá. Estará muy atenta", resuelve Pont.
De los progenitores de Sánchez Vicario, Mónica prefiere guardar silencio, aunque no oculta la feliz noticia de que padres e hija hayan vuelto a darse la mano en la camino. ¿En qué lugar está en estos momentos Arantxa? "Ella ahora mismo está de vuelta en Miami porque los niños comienzan el colegio en el mes de agosto. Ella verá el documental desde allí", se apostilla. Aparte de Mónica Pont, quienes sí darán contorno a la vida y milagros de la tenista serán varios periodistas especializados en la prensa del corazón. "Ojalá las cosas fueran de otra manera. Una vida tan lleno de triunfos y lucha se merece otro homenaje", concluye la modelo.
Un divorcio entre 'guerrillas'
Cuando el divorcio se hizo público, el silencio inicial fue tan rotundo que casi se daba a entender un entende cordiale entre las partes. Sin embargo, nada que ver. Las desinformaciones y los rumores que nacieron desde España dieron lugar a que Arantxa rompiera su silencio. "Me encuentro muy dolida por la situación, pero estoy muy fuerte y voy a luchar con todas mis fuerzas por mis hijos y por mí", comentó la tenista en ¡HOLA!, en la misma revista donde ha hablado su exmarido. Arantxa y Josep se casaron hace años en una ceremonia que dio mucho que hablar, sobre todo por el enfrentamiento que supuso entre la familia de la tenista que no aceptaba al empresario. "No me arrepiento de haber dado todo por amor, me arrepiento de haberle dado el control de todo lo que tenía. Tenía que haber separado el amor del resto de mi vida", explicaba Arantxa, quien acusa al catalán del ser el causante de su aislamiento: "Él me incitaba; yo me iba separando de mis amigos, de mi familia, de mis amigos del tenis, para que estuviéramos mejor".
Pero si algo bueno ha traído la ruptura es el reencuentro entre Arantxa y su familia, quien la acogió con los brazos abiertos. "No hicieron falta muchas palabras, yo sentía que siempre podía contar con mi familia y he pedido perdón a quienes se lo tenía que pedir". Puede que sea lo único positivo de este viacrucis emocional en el que ambas partes se han despachado a gusto. Ella lo ha acusado a él de embaucador e infiel, de no haberla querido nunca y él a ella de no haber mantenido relaciones íntimas en cinco años.
Más allá de los pormenores de puertas hacia dentro, han existido otros escollos en el amor; como los trofeos que, según se publicó, Josep se negaba a devolverle a la tenista o el reclamo del banco de Luxemburgo, con el que la expareja mantiene una deuda de 7,5 millones de euros, y por la que se pedía cárcel o una fianza de diez millones. Sin duda, unos desencuentros que no han hecho más que aumentar y que, se espera, el juicio que se celebrará en España esclarezca por el bien de todos, sobre todo de los hijos que tienen en común.
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