"Quiero que todo el mundo sepa que sigo vivo", aseguraba en abril de 2017 un desmejorado y emocionado José Antonio Botella (58 años), más conocido como Chapis, en Sábado Deluxe. Con el pelo canoso y con severas dificultades a la hora de hablar tras un desgarrador ictus, el Chapis gamberro solo se atisbaba en su pícara sonrisa. Esa sigue igual. Es experto en ponerle gracia a los defectos.
No puede evitar mirar al pasado con nostalgia. Nostalgia y pena, mucha pena. La tele, ese arma de doble filo, no lo ha tratado bien; ni ella, ni los excesos que el éxito y los aplausos huecos acarrean. Aunque ahora solo batalla por que no lo maten en redes sociales esos indeseables, hubo un tiempo en que José Antonio Botella creó el corazón, inauguró la prensa rosa en la televisión privada.
Pocos lo recuerdan, o puede que nadie lo sepa, pero el espacio Aquí hay tomate, presentado por Jorge Javier Vázquez (48) y Carmen Alcayde (45), llegó después. Para entonces, lo suyo ya estaba inventao. Los primeros que hablaron de la vida privada de los famosos patrios fueron Chapis y Belinda Washington (55) en ¡Qué me dices!. Hacían un corazón amable, naíf, desenfadado y nada dañino.
Corrían los años noventa y ese espacio fue rompedor con esa pareja que, pese al exitazo y los tropecientos programas, vivió épocas muy tensas. Hubo temporadas donde el feeling se sacaba a crédito. "Sí, hubo roces, pero me enseñó mucho", ha reconocido Chapis en referencia a Washington. De su relación con ella, hoy resetea: "No era ni buena ni mala, pero ahora es inexistente". Y es que, él no era alguien fácil y la fama lo trastocó más de la cuenta.
Cuando decidieron suspender la emisión de ¡Qué me Dices!, Belinda siguió ligada a la televisión pero Chapis desapareció de la pequeña pantalla. Tras tocar el cielo de la fama, su vida se malogró de mala manera y el presentador no lo supo asimilar como debiera. Se fue de sí mismo. Y eso lo llevó a la "mala vida". "Mis padres me regañaban porque salía mucho y tenía una mala vida, pero los rumores me dolían tanto a mí como a ellos. Muchas cosas de las que se decían no eran verdad", se desahogó, dolido, en los últimos años. En estos años han existido burradas como que Chapis tenía sida o que había muerto electrocutado colocando el árbol de Navidad. Infamias y mentiras: No, no y no. Yo sigo vivo.
Su adicción a las drogas
Su fama fue tan efímera como dañina. Llegó, arrasó y se fue para siempre. Visto y no visto. Doce años de ostracismo, sombras y silencio. Hasta que por fin, después de muchas batallas, Chapis se sentó y contó su historia. El escenario, el extinto espacio de La Noria en 2011. Entre las terribles experiencias explicó que había superado su adicción a la cocaína, a la que se enganchó mientras presentaba ¡Qué me dices! -espacio que luego derivó en la famosa revista-, y que había sufrido un ictus como consecuencia del consumo de drogas. Junto a este cúmulo de problemas, por si fueran pocos, Chapis, que también cayó en las redes del alcohol, sufrió la muerte de su padre y la ruptura con su pareja, lo que le sumió en una gran depresión que le llevó a no querer volver a trabajar en televisión. Un rosario de desgracias que, lejos de ayudar, lo hundieron más. Eso sí, todo lo narró desde la superación y el positivismo por haber salido de ese pozo. Totalmente limpio, salvo esa dependencia a la nicotina.
Seco de proyectos, en los últimos años Chapis ha reclamado trabajo cómo sea y dónde sea, pero este no ha llegado. Su última aparición en los medios de comunicación fue en octubre de 2017 en el programa de Toñi Moreno (44) Viva la vida. Fue una entrevista extraña e incómoda. La conversación entre Chapis y Toñi fue muy comentada en las redes sociales, donde se destacó la actitud del invitado, que no paraba de tocar las piernas de la presentadora e intentar besarla, así como las preguntas poco acertadas de la periodista, algo que revolvió las redes donde destacaron su mala presencia.
En la actualidad, José Antonio se dedica en cuerpo y alma a cuidar de su madre: "Alguna vez me han propuesto volver a la televisión, pero mi madre me aconsejó que no me metiera en más líos. No le hacía mucha gracia". Y es que, el brilli brilli a veces equivale a la infelicidad. En la sombra se vive mejor; al menos, "te da la opción de asomarte al sol cuando quieras tú".