"¿Qué puedes decir de una monja que fuma y juega al baloncesto?", comentaba la princesa Victoria sobre su excéntrica hija Alicia de Battenberg cuando decidía cambiar los vestidos por los hábitos de monja. A lo largo de su vida, la princesa fue tildada de extraña, pero con buen corazón. Ahora, el drama de Netflix The Crown ha arrojado luz sobre el quinto miembro favorito de la casa real británica. Un personaje que apareció por primera vez en el episodio uno, posando junto al príncipe Felipe de Edimburgo (98 años) en el día de su boda.
El 25 de febrero de 1885, la princesa Alicia de Battenberg nació en el castillo de Windsor y creció como gran duquesa de Hesse. La nieta de la reina Victoria y suegra de Isabel II (93) pasó parte de su infancia entre Inglaterra y Alemania debido a los viajes de su padre, un oficial de la marina real. Precisamente, en su niñez, sus padres se dieron cuenta la dificultad con la que esta aprendía a hablar. Fue diagnosticada con una sordera congénita.
En 1903, con tan solo 17 años, Alicia conocía al que sería el hombre de su vida: el príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca. Se conocieron por amigos en común. Al año siguiente, se casaron. Los primeros años de la pareja fueron en Grecia, donde nacieron sus cuatro hijas y su único hijo, el príncipe Felipe, actual duque de Edimburgo. Vivieron allí hasta 1992 ya que fueron exiliados debido a la participación de Andrés en la guerra greco-turca.
Después de su exilio, la familia se establecieron durante un tiempo en París. Vivieron como refugiados y sobrevivieron a base de las donaciones de sus parientes. En Francia, Alicia trabajó en una tienda de caridad para refugiados griegos, mientras su marido escribía un libro. En 1930, la princesa exploró su faceta religiosa más extrema. Llegó a comentar que escuchaba voces, recibía mensajes divinos e incluso que tenia contacto físico con Jesús.
Antes de que enviaran a Felipe, quien se convertiría más adelante en consorte de Isabel II a vivir a Inglaterra, fue internada en un sanatorio de Suiza y fue diagnosticada de esquizofrenia paranoide. Se sometió a un tratamiento y se convirtió en paciente de Sigmund Freud. El padre del psicoanálisis diagnosticó que todos sus problemas procedían de sus niveles de hormonas y su frustración sexual. Fue sometida a una gran cantidad de rayos X en su útero para terminar con su libido. Un tratamiento que fracasó y que le propició varias secuelas que arrastraría de por vida.
Se quedó en el sanatorio durante dos años antes de irse a vivir a Grecia, donde se dedico de lleno a la religión. Cuando los nazis ocuparon Grecia, Alicia puso en peligro su vida al esconder a una familia judía en su casa, usando su sordera para evitar tener que hacer preguntas. Tras la Segunda Guerra Mundial, la princesa inauguró un convento llamado Hermandad Cristiana de Marta y María.
Según The New York Times, la princesa “fundó la sociedad monástica de Marta y María, cuyo objetivo era capacitar a las hermanas para cuidar a los niños pobres y los enfermos. Como Madre Superiora Alicia-Isabel, recaudó fondos para comprar dos casas, una para albergar a convalecientes y la otra para capacitar a enfermeras”.
No fue hasta 1937 cuando se reencontraría con su hijo Felipe. Concretamente, se volvieron a ver en el funeral de su hija Cecilia, que falleció en un accidente aéreo con su marido y dos de sus hijos. En 1967, la princesa se mudó al Palacio de Buckingham con el príncipe y la reina Isabel hasta su muerte que se produjo dos años después.
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