Antes de que el reloj marcase las nueve de la noche de este pasado 6 de marzo ya se notaba en los alrededores del WiZink Center ese nervio que precede a todo concierto en la capital de España: tráfico denso, toquidos de claxon, personas especialmente arregladas y todas las puertas de entrada del antiguo Palacio de Deportes abiertas y con agentes apostados para informar a los asistentes sobre la logística de acceso. Este viernes, en concreto, era un día grande, importante, de esos que se quedan grabados en la memoria: Isabel Pantoja (63 años) regresaba a los escenarios tras varios años apartada de la música a gran escala.
Era su noche, su momento y, como ella misma dijo aquella vez, los cañones debían dirigirse hacia su persona. Ella, perfeccionista hasta la extenuación, quería que todo saliese rodado, perfecto. Para eso llevaba, meses, días y horas centrada y obstinada. El público comienza a acomodarse en su asiento asignado; las gradas se llenan -aunque muy poco a poco-, la zona de pista está abarrotada de sillas y más sillas que ocupan, aquí sí que en cuestión de minutos, los fans más férreos de la cantante y, en especial, las personas mayores. Mientras esto sucede, sorprende la cantidad de cámaras de televisión y reporteros que pululan por la pista. "Cómo se nota que hoy está aquí la Pantoja", se escucha a una seguidora, orgullosa. "Mira, ese es Torito, de Viva la vida", le susurra una mujer a su marido.
"He visto llegar a Belén Esteban (46), a Estela Grande (25) y a la familia de ella", informa una señora a JALEOS, allí presente. De 'su familia' se refiere a su hijo Kiko Rivera (36), Irene Rosales, Raquel Bollo (44), Anabel Pantoja (33) y Omar Montes (31). Todos al unísono, casi todos. "La niña dice que tenía el cumpleaños de su hijo", se aclara.
"Isabel, Isabel, Isabel", corea el público segundos antes de su aparición estelar. Y allí aparece ella sobre el escenario, potente, poderosa, con el foco hacia su persona. Lo hace ataviada con un vestido dorado y de brillantes, envuelta en un tull con mangas abullonadas y una leve bata de cola. Complemento este último del que se deshace pronto tras un seco golpe, como los que siempre ha dado ella. Esa será la única reminiscencia de la Isabel de antes. La de este viernes ha sido una nueva, mudada en todos los sentidos. Donde antes había opulencia sobre el escenario; cambios constantes de vestuario; mucho personal artístico respaldándola; coros y orquesta, el presente actual de la cantante dista mucho de aquel.
Así lo reforzará más tarde una seguidora: "Esta Isabel ya no es la misma. Aún así me ha gustado mucho, ¿eh?". Nada más salir al escenario, se empiezan a notar los primeros fallos de sonido. A Isabel casi no se la oye, retumban en exceso los instrumentos de fondo. Eso sí, Isabel suelta su habitual torrente de voz como antaño, como si no pasase la vida ni los años. Está en plena forma. Arranca con sus clásicos, aunque con una sutil pincelada de Enamórate, su nueva canción. Con Marinero de luces se emociona y ha de cortar la canción unos segundos. Se repone, canta y da las gracias: "Bienvenidos otra vez".
Sigue el concierto y en un lateral del recinto, algunos personas del público se quejan: "Isabel, no se oye", "Repite la canción". En un momento dado, de repente ella se queda sin sonido, se la ve cantar en mudo, mira en derredor, busca al responsable y cuando se soluciona, con su gracia, asegura: "Aquí se nota que no hay playback". No solo recibe Isabel piropos en forma de queja, también los ha habido amorosos, de veneración: "Isabel, cásate conmigo", "Isabel, viva la madre que te parió". También saca a lo largo de la velada su vis cómica. Cuando se interesa por esas voces del público, que le hablan a la vez, ella bromea: "A mí que me hable uno solo, que le doy al botón rojo ya", haciendo alusión a su participación como jurado en Idol Kids.
Canta a lo largo de la noche hasta dos "popurrís", como los denomina ella, y varias coplas. Los problemas de sonido siguen y la tonadilla sale al paso, con su fina ironía y desparpajo: "¿Que atrás no se oye? ¿Estás sordos o que? Sois los de arriba, yo aquí no puedo hacer nada. Voy a intentar que todo salga lo mejor posible". Y relata, con una punta de dolor, los incidentes que han acontecido horas antes de su regreso: "Hemos tenido un principio que a los gitanos no nos gusta tener. Pero, bueno, las cosas que empiezan mal acaban bien... Cuando estaba todo al 100 por 100, se partieron las dos mesas, la de luz y la de sonido. Yo voy a seguir cantando, no puedo hacer nada, ¿ok?".
Al rato, cuando el sonido le da una tregua, el pie donde se apoya el micrófono falla e Isabel suelta: "No puedo enderezar a mi primo. Aquí está la noche embrujada". Se repone de nuevo. Canta con el piano, apoyada sobre este y sentada al lado del pianista. Pide aplausos por doquier para los suyos, para su equipo: "Fuerte aplauso para esta orquesta de Enamórate, que la hemos pasado canutas". El público le reclama canciones concretas y ella responde a cada poco: "Todo llegará, pero a su debido tiempo". En esas, una fan de las primeras filas le vocifera: "Ponte la bata de cola". Y Pantoja responde: "Hoy no ha venido la bata de cola". La nueva era Pantoja.
Uno de los momentos más emotivos ha sido cuando ha entonado Hasta que se apague el sol, y se lo ha dedicado a sus nietos: "Esto ha ido por ellos y por mi nieto Albertito, que cumple años". Canciones como Así fue o Se me enamora el alma han levantado a parte del público y ya, casi al final, Isabel se ha cambiado de vestuario -"nada sorprendente" para su público, ya que ha apostado por el traje de chaqueta que luce en el videoclip de Enamórate-, se ha puesto las plumas, ha pedido a las drag queens del vídeo que saliesen a escena y así ha terminado el gran regreso de una Isabel Pantoja renovada, aunque excesivamente "discreta" en su puesta en escena. "Vaya, yo pensaba que iba a subir al escenario su hijo o que iba a haber una sorpresa", se lamenta una señora a la salida. No, esta noche era solo de Isabel Pantoja.
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