El 25 de febrero de 2019 fallecía en Madrid a los 92 años Beatriz Valdés y Ozores, suegra de Esperanza Aguirre (68 años). Dos días después era enterrada en la finca familiar de Piedras Menaras, en Guadalajara. Con ella moría, no sólo una avezada jugadora de golf, -disciplina que practicó hasta casi el final de sus días-, sino también la poseedora del título de marquesa de Casa Valdés y condesa viuda de Bornos. Su pasión por el golf la unió aún más a su nuera Esperanza Aguirre. Con ella y con su hijo Fernando Ramírez de Haro y Valdés (70) convivió los últimos años de su vida en el palecete de la calle Jesús del Valle, del céntrico barrio de Malasaña.
Beatriz heredó la dignidad de marquesa de su padre, Félix Valdés de los Ríos, militar, maestrante y diputado a quien la reina Isabel II (93) le concedió este marquesado en 1851. Beatriz estaba casada con el aristócrata y militar Ignacio Ramírez de Haro y Pérez de Guzmán, que poseía a su vez seis títulos de nobleza: cuatro condados, Bornos con grandeza de España, Murillo, Villariezo y Montenuevo, y dos marquesados, el de Villanueva del Duero con grandeza, y el de Cazalla en Frica.
Su muerte, hace casi un año, despertó la guerra entre sus hijos por los títulos nobiliarios, según alguno de ellos, "mal repartidos" y por un cuadro de Goya valorado en cinco millones de euros. Ahora Isabel, nieta de la fallecida Beatriz y la mayor de los trillizos de Beatriz Ramírez de Haro, será marquesa de Casa Valdés, según ha podido comprobar JALEOS.
Isabel, la nueva marquesa 'cum laude'
Con fecha 14 de marzo, el BOE publicaba en su División de Derechos de Gracia, la cesión del título de marquesa de Casa Valdés por parte de Beatriz Ramírez de Haro y Valdés en favor de su hija mayor, Isabel Urzáiz Azlor de Aragón y Ramírez de Haro. Una decisión que podría reabrir las heridas de una familia, a la que parece sobrarle los motivos de discordia. Tras el pertinente periodo de alegaciones de 30 días en los que cualquiera que se sienta perjudicado o con mejor derecho puede reclamar, Isabel Urzáiz Azlor de Aragón y Ramírez de Haro será marquesa de la Casa Valdés de pleno derecho.
La cesión del título de marquesa promete levantar ampollas. Isabel es la heredera del título por segundos. No en vano es la hermana mayor de los trillizos que tuvo su madre, Beatriz Ramírez de Haro y Valdés con Javier Urzáiz y Azlor de Aragon, duque de luna y fallecido en 2013. Isabel es la mayor de sus hermanos Javier y Beatriz, que completan el trío. Alfonso Ussia recordaba hace años un suceso que tuvo que ver con el embarazo de su madre. Recordaba Ussía cómo, estando embarazada, "Beatriz fue invitada a abortar y autorizada para ello por la ciencia médica. Los ginecólogos españoles coincidieron en su diagnóstico: 'usted va a dar a luz a un monstruo deforme'. Beatriz viajó a los Estados Unidos y se hizo ver por otros ginecólogos de los mejores hospitales americanos (…). Beatriz adoptó una decisión firme, valiente y cristiana. Y nació el monstruo: eran trillizos".
La nueva marquesa es una mujer formada. Licenciada en Derecho por la Universidad CEU San Pablo en Madrid, su extenso currículo académico incluye un doctorado (Cum Laude) en filología francesa, y una licenciatura en Teoría Literaria y Literatura Comparada por la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo el Premio Nacional de Excelencia.
En la actualidad Isabel ocupa el puesto Directora de Asuntos Comerciales y Jurídicos en Sony Music Entertainment España, cargo que desempeña desde 2010. Su experiencia se remontada a tres años antes cuando comenzó a trabajar en Sony BMG Music Entertainment Spain como abogado asesor en temas legales.
Fruto de su experiencia en la industria discográfica es miembro, además, de de la Junta Legal y la Junta Directiva de Promusicae. Allí, según reza su currículo, entre otras funciones, "coordina y supervisa los litigios locales, y codiseña e implementa estrategias locales e internacionales en coordinación con la Administración Nacional e Internacional". Isabel es madre de dos hijos, además está casada con German Sela, un ejecutivo de televisión, que trabaja como jefe de marca de Movistar+ desde julio de 2015, empresa en la ha ocupado diferentes cargos directivos desde 2004.
Guerra abierta entre hermanos
Iñigo Ramírez de Haro, tío de Isabel, cuñado de Esperanza Aguirre y hermano de Fernando, exponía el origen de la disputa. Según el cuarto de los seis hijos de Beatriz, su madre decidió antes de morir repartir entre sus hijos los títulos de forma injusta: "Tenía seis hijos y lo normal era que cada uno tuviera su título, pero no, dejó a los dos pequeños, Javier y Gonzalo, sin título para dárselo a los dos hijos varones de Fernando y Esperanza Aguirre".
A Íñigo tampoco le gustó el intercambio de títulos que hicieron entre sus dos hermanos mayores, como si de un cambio de cromos se tratase. A Beatriz, la primogénita y marquesa de Casa Valdés, le hubiera correspondido ser condesa de Bornos, pero lo intercambió con Fernando, pasando a ser condesa de Murillo.
Un Goya de cinco millones
Al enfrentamiento por las dignidades heráldicas, se le unen otras disputas familiares que vienen de lejos. Hace un año, Íñigo Ramírez de Haro denunciaba a su hermano Fernando (marido de Esperanza Aguirre), por apropiarse presuntamente del dinero de la venta de una Goya que éste vendió por cinco millones de euros.
El cuadro en posesión de Fernando fue dejado en herencia por su padre, el aristócrata Ignacio Ramírez de Haro y Pérez de Guzmán, fallecido en 2010. El lienzo, pintado en 1795, representaba a Valentín Bellvis de Moncada y Pizarro y fue donado por su padre a Fernando sin saber que se trataba de un Goya auténtico. Al parecer, se lo donó junto con otros enseres y propiedades ligados al condado de Bornos, mejorando ostensiblemente la posición de Fernando en la herencia.
El cuadro, que se suponía que no valía más de 10.000 euros, resultó tratarse de una Goya auténtico. En 2012, Fernando subastó el cuadro que fue comprado por el empresario Juan Miguel Villar Mir que pagó por él 5.115.600 euros. El conde de Bornos, tal como relata Íñigo, se comprometió entonces a compensar a cada hermano con la parte proporcional que les correspondía por esta venta, unos 850.000 euros por cabeza. Ocho años después sigue sin pagar, y lo peor, según Íñigo, sin la menor intención de hacerlo.
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