Ana Obregón (65 años) ha tenido que lidiar este miércoles 13 de mayo con la realidad más dolorosa para una madre. La actriz, presentadora y empresaria ha perdido a causa del cáncer a su único hijo, Álex Lequio, a los 27 años. Desde su nacimiento, la relación entre madre e hijo siempre ha estado unida por un cordón umbilical invisible. Cuando Ana decidió echar de casa a Alessandro Lequio (59) en 1995 por su infidelidad con la azafata Silvia Tinao, se convirtió de la noche a la mañana en madre y padre de un niño que ha sabido jugar a la perfección en el tablero de la prensa del corazón. Antes que un personaje popular, la Obregón fue una madraza que veló siempre por los intereses de su retoño.
La pasión y devoción de Ana por su hijo es indescriptible. Desde que nació, fue el epicentro de su vida. Siendo bebé le apegaba siempre a su pecho mientras irradiaba una sonrisa pletórica y cuando empezaba a caminar siempre estaba detrás de él. Le montaba a caballito, le sujetaba en brazos o le enseñaba a nadar. Esos abrazos continuaron a lo largo de su vida.
Mientras los paparazzi hacían guardia en su casa, en la escuela o en los restaurantes, la presentadora capeaba el temporal con la mejor de sus sonrisas para evitar perjudicar al pequeño. Ana era consciente que el futuro de su hijo pasaba por la universidad y, aconsejado también por su padre, Álex se concentró en los libros en vez de sacar un alto provecho por pisar una alfombra roja y vender exclusivas.
No en vano, su abuelo, Antonio García (94), fue un promotor hecho así mismo que compró en 1969 casi todo el terreno de La Moraleja, que había sido el coto de caza del rey Carlos III, antepasado de Álex. Unas 1.150 hectáreas sobre la que se construyeron edificaciones de mega lujo y donde actualmente residen Ana y sus hermanos Celia, Amalia, Javier y Juan Antonio. Antonio y su mujer, Ana María, decidieron trasladarse recientemente a un lujoso piso del centro de Madrid para estar más cerca de los médicos y los comercios.
En marzo de 2018, la vida de Ana Obregón dio un vuelco de ciento ochenta grados. A su hijo le habían diagnosticado un sarcoma de Ewing. En menos de 48 horas hizo una maleta con un par de mudas y viajaron a Nueva York para que le trataran en el conocido hospital Memorial Sloan Kettering Cancer Center bajo la supervisión del eminente doctor Baselga. Ese momento fue como si aquel niño se hubiera convertido en bebé y hubiera vuelto al útero materno. Madre e hijo se fusionaron en una sola entidad para luchar contra el mal.
Desde la ciudad de los rascacielos, la actriz tranquilizaba a sus seguidores a través de las redes. "Perdonad estos cuatro meses de silencio en lo que como madre entenderéis lo que estoy pasando. No quería dejar pasar más tiempo sin agradecer de corazón a cada uno de vosotros por los mensajes de apoyo, cariño y respeto que nos han dado fuerzas para seguir luchando. Sé que esta pesadilla acabará pronto. No vemos la hora de volver a España". Razón no le faltaba porque a pesar de estar en la ciudad que nunca duerme, Ana se sentía sola. Los momentos vividos en Nueva York los sintió como una pesadilla, pero el miedo era real: "Como yo era la que estaba sola con él en las quimios y en los hospitales… 90 días de hospital, 10 horas de quimio, tres días seguidos y en una ciudad que es una locura", recordaba desde la aparente tranquilidad de su casa de La Moraleja.
A Álex nunca le importó perder el pelo, ni engordar… lo único que quería era disfrutar de la vida, siempre tenía una sonrisa y él era quien repartía las buenas vibraciones. "Pero mamá, no dramatices", solía decirle. Pero la piel de una madre, que a veces actúa como una coraza, en otras ocasiones es permeable a las emociones. En una ocasión, el joven mostró lo más afín a un atisbo de flaqueza: "¿Mamá, me voy a morir?", a lo que ella respondió: "No, no te vas a morir".
"Mi hijo jamás se ha quejado", afirmaba con rotundidad y con la fuerza que arañaba de los lugares y las personas más inverosímiles. Después de diez meses de un tratamiento tan duro y abrasivo, el regalo más hermoso se lo dio su propio hijo, un abrazo enorme. Los dos irradiaban positividad. Daban por sentado que habían vencido al monstruo. A pesar de esa mezcla entre debilidad y fortaleza, Ana tuvo palabras de cariño para sus admiradores: "Doy las gracias a todas esas personas que me han seguido a lo largo de 40 años de carrera porque gracias a ellos he podido salvar la vida a mi hijo".
Pero aquella aparente felicidad solo les dio tregua durante unos meses. En una revisión rutinaria en septiembre del año pasado, Álex volvió a recaer en la enfermedad. Atrás quedaba la imagen de madre e hijo vestidos con la sonrisa de la victoria en las calles de Nueva York publicada en el Instagram de la presentadora: "Hoy hace un año que empezó nuestra pesadilla o aventura americana por llamarlo de alguna forma. Un año donde cada día me has dado una lección de vida con tu fuerza, tu actitud y tu sonrisa… ¿cómo se etiquetan los sentimientos?".
Álex siempre mostró una gran entereza ante la enfermedad a la que llamaba "este resfriado tan puñetero". Tras las malas noticias, empezó nuevamente el periplo por los hospitales como la Clínica Ruber Internacional de Madrid o la Quirón de Barcelona, donde ha fallecido hoy miércoles 13 de mayo en plena pandemia del Covid-19.
En el último año, Ana no se separó ni un segundo de su hijo. Por mucho que le dijeran que era una madre coraje, Ana repetía lo mismo: "Soy como cualquier madre con un hijo enfermo. En estos momentos no soy la Ana Obregón famosa. Simplemente, soy una mamá".
En los últimos cinco años, Ana no ha parado de entrar y salir de los hospitales. La avanzada edad de sus progenitores le han provocado más de un susto, como el ictus de su madre y el posterior problema cardíaco por el que le tuvieron que poner un marcapasos o la prolongación de los problemas renales de su padre.
Protectora y amorosa hasta el final, Ana canceló la obra Falso directo para estar con su hijo en la clínica Quirón de Barcelona para probar un nuevo tratamiento. Ahí estuvo en varias ocasiones en el último año. Desgraciadamente, la ciudad condal ha sido el escenario de la despedida de un joven que siempre tuvo la sonrisa como su mejor defensa.
Sin duda, Ana ha sufrido el golpe más duro de su vida. Ha perdido a su único hijo, a su alma gemela, a su confidente. Una ley antinatural que nunca debía haberse cumplido.
[Más información: Álex Lequio, dos años luchando contra el cáncer: cronología de su batalla más importante]