Sergi Arola (52 años) volverá en breve a lo que mejor sabe hacer: opinar sobre cocina y ejercer como jurado y chef en televisión. Tras varios años alejado de los medios de comunicación españoles -que no de otros países, como Chile, donde ha grabado varios programas y es alguien conocido-, Sergi formará parte del jurado de La última cena, un espacio sobre cocina que prepara Mediaset con los colaboradores de Sálvame.
Esto lo volverá a colocar en la primera plana mediática y JALEOS ha podido charlar con él sobre su vida actual. Nuevamente enamorado y con ilusionantes planes sentimentales en el futuro, Arola dice ser otra persona, renovada y habiendo dejado el pasado "en el pasado". De hecho, tal carpetazo parece haber dado con el ayer que reconoce que "hace bastante que no habla" con Silvia Fominaya (44), su expareja de la que se confesó muy enamorado hace unos años pese a haber dejado la relación. En estos momentos, solo tiene ojos y pensamiento para su nuevo amor, Francisca. Se conocieron en septiembre de 2019, cuando ella asistió como alumna a una de las clases que el prestigioso chef impartía en la escuela chilena Kitchen Club.
En 2018 reconoció en este periódico que no estaba atravesando por su mejor momento económico tras haber cerrado su restaurante de Madrid. Eran tiempos complicados, en los que la economía ahogaba demasiado, pero, poco a poco, va saliendo a flote. Él es es un hombre que no se rinde ante las adversidades y, como muchos españoles, esta pandemia del coronavirus ha frenado planes y proyectos, pero también le ha servido para analizar aspectos de su vida y de la sociedad, poner a punto recetas que tenía desperdigadas por casa y hacer limpieza profunda. Antes de este virus, daba un asesoramiento en un restaurante de Portugal y colaboraba esporádicamente en un proyecto en Suiza.
¿Dónde estaba cuando se decretó el estado de alarma?
Mi pilló en Portugal y cuando ya se hizo más que evidente que el país iba a declarar la cuarentena, pues la gente del hotel decidió alquilarme un coche porque me cancelaron el vuelo que tenía de regreso y me vine para Madrid. Estoy viviendo en un apartamento que me han dejado.
¿Está pasando solo el confinamiento o con su nueva pareja?
Lo estoy pasando solo porque mi chica vive en Chile. Es una relación un poco especial, pero muy linda. Para mí es un ángel. Nos conocimos haciendo El discípulo del chef, un programa que grabé en Chile hace unos meses. Nos enamoramos y cuando se puede ella viene para acá o yo voy para allí. ¡Benditas videollamadas! Llevamos siete meses, casi ocho.
Imagino que tendrán muchos planes para después del Covid-19, ¿no?
Me haría mucha ilusión que viniera para que conociera a mis hijas porque tenemos muchos proyectos de cara al futuro, pero ella ahora mismo no puede.
¿A qué se dedica?
Es enfermera, trabaja en una Unidad de Cuidados Intensivos en una clínica en Santiago de Chile desde hace 10 años. Fue segunda de su promoción. Ahora mismo tiene bastante trabajo. Admiro su profesión con absoluta humildad y, además, bajando las orejas. Cuando nosotros decimos que la hostelería es muy dura, no hay nada como salir con un sanitario para darse cuenta de que es un mito. Ahora valoramos oficios a los que antes no les dábamos tanta importancia.
En cuanto a su trabajo, ahora mismo todo queda en 'stand by' por el coronavirus
Todo se cerró y me ha afectado, ha quedado todo en stand by. Todo está parado, pero aprovecho para hacer acopio de recetas que tenía desperdigadas. Estoy trabajando muchísimo en eso: recuperar todas las recetas que tenía guardadas de mi etapa en Madrid. Estructurarlas y trabajarlas, algo que en el día a día del trabajo no te lo puedes permitir.
Poco a poco va saliendo de esos problemas económicos que confesó...
Estoy trabajando para salir adelante y para sacar adelante las responsabilidades que tengo. Es un tema del que ya se ha hablado mucho, y creo que ahora mismo se resume en que estoy haciendo las cosas lo mejor que puedo, lo mejor que sé, estoy lo mejor asesorado que puedo para salir adelante.
¿Cómo está Silvia Fominaya? ¿Mantienen contacto?
Hace bastante que no hablo con ella. Sé que tiene proyectos y tal, pero no hablo con ella. Solo diré que tengo una relación maravillosa ahora mismo con una mujer estupenda y el pasado es pasado.
¿Cree que dejará huella el coronavirus en los españoles?
Escucho mucho eso, pero me cuesta rendirme. Yo creo que el hecho puntual de esta pandemia tremenda y feroz no debería arruinar una manera de ser, ante todo bonita. Una manera de ser que tenemos sobre todo los latinos, de tocarnos, besarnos, abrazarnos... Tenemos una mayor tendencia al abrazo y al beso. Si la solución va a ser saludarnos a dos metros como hacen en China, o no tocarnos, me parece que sería el auténtico efecto devastador de la pandemia.
Para eso se ha de ser responsable, ¿no cree?
Ojalá y que cuaje esta vez el tema de las mascarillas. Así como veíamos hace unos meses a muchos asiáticos con mascarillas por una cuestión de cultura y respeto cuando se sienten indispuestos o cuando creen que pueden estar mal, espero que el resto de mundo se lo tome en serio. Cuando escuchas a epidemiólogos, todo el mundo lo tiene muy claro: es fundamental la responsabilidad individual.
¿Cómo ve la gestión del Gobierno?
Un amigo mío economista dice que los economistas son unos expertos en pronosticar el día después. Yo creo que con el tiempo podremos entrar en valoraciones. Me parece muy injusto e insolidario, y es jugar sucio, entrar en valoraciones ahora mismo sin ver realmente la dimensión de lo que va a pasar. Vemos solo nuestro ombligo ahora mismo. Cuando haya pasado esto, podremos ver lo bueno y lo malo que han hecho. Se pondrá en una balanza. Y afortunadamente, España tiene un mecanismo que se llama Elecciones Generales y en el caso de que no estemos de acuerdo en ese momento se vota, se cambia de Gobierno y chao. Que venga otro y que intente hacerlo mejor. No hay que dinamitar la gestión de un Gobierno en plena pandemia. Es poco español y patriótico. Es mi opinión, yo entiendo que haya gente cabreada.
¿Cómo valora la situación de los hosteleros en esta desescalada?
Comprendo perfectamente esa indignación y me solidarizo con mis compañeros. Pero también pienso que estamos hablando de un sector tremendamente variado. Esto no es como las fábricas de coches, que solo fabrican coches. Los epígrafes dentro de la hostelería son muy diversos. Y lo que para uno puede funcionar, para otro no. Por ejemplo, un restaurante donde las mesas están a más de dos metros desde antes de la pandemia, ¿tiene sentido obligar a trabajar solo a un 50 por 100 de la plantilla? No podemos acotar tanto. Me duele criticar porque no tengo la responsabilidad, solo lanzo ideas al aire. No es crítica, no quisiera estar en los zapatos de ninguno de los gestores de esta crisis.
Hay que pensar también en la economía del empresario
Abrir un bar al 50 por ciento es inviable. No tiene viabilidad económica, salvo que el Gobierno, vía ERTE, te permita prescindir del 50 por ciento de tu plantilla, de un 50 por ciento de tus gastos fijos, de tus amortizaciones... Al final, lo que no son cuentas, son cuentos. Hay que ponerse en los zapatos del empresario de hostelería que ve que pasan las semanas, que no quiere perder un equipo, porque hacer un equipo te cuesta mucho. Me hace gracia cuando la gente habla con frivolidad del despido, esos nunca han tenido un negocio. Hay que buscar formas de preservar el empleo en la hostelería, porque nos ha costado mucho. No nos podemos permitir volver hacia atrás.
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