Pau Donés era consciente de que su adiós podía llegar en cualquier momento, pero nunca se rindió ante ese pensamiento. Luchó, vivió y mostró su sonrisa allá donde iba. Pero no descuidó los asuntos económicos ni inmobiliarios que constituirían su herencia, y desde el pasado otoño, el cantante estuvo arreglando toda su documentación y patrimonio para cuando llegase el fatal desenlace.
El artista tomó rotundas decisiones para no dejar 'desamparados' a los suyos y mucho menos a su hija Sara (16 años), quien era para él "el amor de su vida". Por eso, quiso dejar todo bien atado y modificó contratos y titulares de sus negocios en los que cambió su nombre por el de su hermano Marc, al que estaba firmemente unido.
El éxito de Pau le sirvió para conseguir mucho dinero e invertirlo en bienes inmuebles. Presumía de tener varias viviendas en diversos puntos de la geografía española: en Montanuy, Formentera, Barcelona y el Valle de Arán.
El creador de La Flaca falleció este martes 9 de junio en su piso de la Ciudad Condal. Desde su balcón que da al céntrico Paseo de Gracia ha compartido varias publicaciones en redes sociales cantando y amenizando los días a sus seguidores durante estos meses de confinamiento.
Barcelona fue el lugar donde empezó a crecer como artista, donde lo dejó todo para dedicarse a la música tras haber estudiado Económicas. Tenía un fuerte vínculo con la capital catalana y por eso encontró un refugio en el corazón de la ciudad.
Sin embargo, a casi 300 kilómetros está uno de los lugares más especiales para la familia Donés. En Montanuy, una pequeña localidad de Huesca, también posee varias casas, pues no quería perder ese vínculo con el pueblo de su padre. De hecho estos días los apenas 215 habitantes del lugar están de luto por la muerte de Pau, quien visitaba de cuando en cuando la zona para conectar con sus raíces paternas.
Desde allí, a solo media hora en coche, el cantante encontró otro refugio de ensueño. El compositor compró hace 20 años tres bordas inutilizadas (construcciones muy típicas de la montaña en la que se suele resguardar al ganado) y las reformó para convertirlas en una lujosa vivienda sin competencia en el Valle de Arán, en el corazón de los Pirineos.
Sin embargo, consciente del alto coste que supone mantener tal propiedad y como una de las decisiones a tomar para el futuro de su hija, nada más comenzar el año 2020, Pau Donés puso a la venta esta espectacular casa por 2,3 millones de euros.
Se trata de su refugio, un rincón especial de 6.000 metros cuadrados de parcela y casi mil de casa al que acudía cada vez que buscaba desconexión vital e inspiración artística. La propiedad de mayor tamaño tiene un total de 7 dormitorios y 6 baños, por lo que pueden alojarse cómodamente hasta 13 personas. Las estancias están diseñadas en concepto abierto con una sala de estar, cocina y comedor con enormes ventanales o paneles de cristal con vistas al exterior, una estampa de plena naturaleza. "No hay una propiedad comparable a esta en todo el Valle de Arán", reza el anuncio.
Pero no se queda atrás la inversión que hizo con otra de sus compras más amortizadas y envidiadas. En el mismo año en el que adquirió su oasis en los Pirineos, también se hizo con una casa de Porto-Salè, en la isla de Formentera. Esta viviendo fue restaurada de arriba abajo e incluso montó un estudio de grabación, de hecho, de allí salieron algunos de sus discos más exitosos.
Su unión con la isla pitiusa se fraguó en 1993 y fue un flechazo. La primera vez que pisó Formentera fue gracias a la pareja de arquitectos Andrés Saldaña y Marlen Top. Conoció la isla, sus rincones, su magia y siete años después supo que quería anclarse allí, y decidió comprarse una casa cerca del puerto.
Su hogar fue visitado por innumerables artistas. Se convirtió en un centro de creación absoluto y a pesar de su fama, nunca paseó por las calles isleñas con aires de grandeza. Al revés, según sus vecinos "era uno más", al igual que su hermano Marc, que también se estableció con su familia.
Hizo mucho surf y recibió también sesiones de quimioterapia en el Hospital de Formentera. Pero su pasión por el mar no quedaba solamente en las olas y las tablas. El cantante tenía un pequeño velero de seis metros de eslora que le hizo navegar por el Mediterráneo, lejos de la orilla y cerca de las musas que tanto le dieron en su carrera musical.
Hoy Pau Donés vigilará desde allá donde esté todas esas viviendas que un día fueron su hogar y recordará lo feliz que fue en todas ellas, tal y como lo será a partir de ahora su más preciado tesoro: su hija, Sara.
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