Paz Padilla narra el peor momento de Antonio en su lucha contra el cáncer: el día que él dejó de reconocerla
La humorista y presentadora ha presentado un libro en el que relata la historia de amor con su marido y su trágico final.
7 abril, 2021 01:23Noticias relacionadas
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El 18 de julio de 2020, la vida de Paz Padilla (51 años) experimentaba un profundo punto de inflexión. La gaditana perdía a su marido, Antonio Juan Vidal, al que un año atrás le habían diagnosticado un tumor cerebral que, finalmente, se llevó su vida. Padilla se erigió en ejemplo de cómo hacer frente a una muerte tan dolorosa con su testimonio en el plató de Sábado Deluxe el 5 de septiembre, tan solo mes y medio después de que comenzara su duelo. Ahora, ha querido explicar el proceso por el que ha pasado y cómo ha conseguido aceptar la muerte. Pero también realizar un homenaje a su Antonio de una manera muy particular.
El humor de mi vida, es el libro -editado por HarperCollins Ibérica- en el que ha vertido sus sentimientos. JALEOS ha rescatado algunos de los pasajes más significativos de esas 270 páginas en las que cuenta desde cómo conoció a Antonio hasta los duros momentos en los que miraban en el calendario las fechas marcadas "con varios rotuladores", correspondientes a las revisiones o la recogida de pruebas. La andaluza hace una advertencia al lector: "No esperéis encontrar una morbosa tragedia romántica de sufrimiento y dolor (...) Aquí encontraréis una historia de amor contada con humor, sin pelos en la lengua, sin tapujos y, lo más importante, sin miedo. Un viaje en el que he aprendido sobre la vida, el amor, el acompañamiento a un paciente moribundo, la muerte y sobre mí misma más de lo que nunca imaginé".
Eran los años 80 cuando sus miradas se cruzaron por primera vez, en una reunión de scouts: "'Qué guapo. Qué alto. Qué fuerte', me dije. Si no era mi alma gemela, era melliza, por lo menos, porque hasta se parecía un poco a mí con las gafas y la cara afilada". Él, tal como le confesó a Paz años más tarde, se fijó en ella, pero preguntándose: "¿Quién es esa loca?". Era una chica de 14 años que aquel día ganó una cena y escogió a Antonio para disfrutar de espaguetis y tomate de bote en una mesa apartada del resto. Y que consiguió que saliera con ella ya en esa juventud. Sus vidas se cruzaron y separaron varias veces -hasta cuatro bodas celebraron. 2012 sería el año definitivo tras el que no se separarían hasta que la muerte les obligó a ello.
La crudeza del diagnóstico
Padilla, con gracia, relata cómo haciendo memoria no recuerda los inicios de su romance como algo idílico, sino que se le viene a la memoria "la imagen de los dos dándonos el lote horas y horas. Qué dolor de mandíbulas al día siguiente". Unos primeros encuentros que le comenzaron a rondar por la cabeza cuando la sombra de la muerte se fue cerniendo sobre su esposo. La misma que empezó a dibujarse una mañana de lunes, cuando llama a Paz para decirle que se encuentra mal. Insiste en que precisa asistencia médica y Padilla le pide que vaya a casa para acudir a la Clínica Quirón y que le hagan un estudio a fondo. Antonio llega desorientado y trata de bajarse del coche sin haberlo frenado. Es entonces cuando las alarmas de la presentadora comienzan a encenderse. Una vez en el centro médico, no es capaz ni de reconocerla ni de recordar su nombre.
La humorista, que a lo largo del relato de su historia de amor con Antonio usa el gracejo que le ha servido para gozar del cariño del público con el que cuenta a día de hoy, tiñe sus palabras de seriedad al hablar de ese momento en el que el doctor les comunica a ella y a su mánager, Arturo, qué es lo que han detectado tras realizarle el primer TAC a Vidal. "Antonio tiene un tumor cerebral maligno. No sabemos si se trata de un tumor primario o de uno secundario, una metástasis. En estos casos no se puede hacer una estimación con exactitud, pero puede que le quede poco tiempo de vida", así recuerda en su libro ese crudo momento del que ha hablado en varias entrevistas en los últimos meses. De la crudeza -y hasta crueldad- con la que el facultativo le pintó el panorama de cómo su marido se estaba muriendo. Es más, a lo largo de su relato, define como "un alud de nieve por lo alto" el diagnóstico que les ofrecieron, por esa manera en la que se realizó.
Periodo de aceptación
"No me permití que me viera triste", "lloraba cada día, pero nunca delante de él", "me resultaba inevitable pensar en la fatal posibilidad de perderlo", "empezó a obsesionarme la muerte como concepto en general", "para morir nadie nos prepara"... Estas frases, escritas por ella misma en El humor de mi vida, son solo algunos ejemplos de todo lo que experimentó durante ese año en el que no se separó de Antonio. Unas reflexiones en las que pone de manifiesto cómo, desde que nacemos, se habla mucho de la vida, pero muy poco de la muerte y de cómo afrontarla.
Padilla recuerda cómo convenció a Antonio para que, en 2018, fuese con ella a Benín junto a Jesús Calleja (55) para grabar uno de sus reportajes de Planeta Calleja. Le costó convencerlo y aceptar dos condiciones que dibujan a la perfección su carácter: "no ser grabado por las cámaras para no aparecer en pantalla en ningún momento y que no me cachondeara de él". Allí asistieron a una ceremonia de la que se trajo de recuerdo una muñeca de vudú, a pesar de que todo el mundo se lo desaconsejó. Un objeto que su empleada doméstica, Resty, hizo desaparecer pasados unos días del salón de casa. Y que llevaron a que le instara a realizar un ritual antes de la operación de su marido, echando sal en las patas de la cama, por recomendación de esta, que no se quitaba de la cabeza que podía tener algo que ver con la enfermedad de Vidal.
Uno de los rostros más reconocibles de Sálvame revela cómo fue asimilar todas las recomendaciones que le dieron en el hospital una vez su esposo había sido intervenido. Sus palabras, son contundentes: "No tenía ni puta idea de por dónde empezar los cuidados domiciliarios de un enfermo de cáncer". Fue el equipo médico quien le fue dando pautas nutricionales -dieta mediterránea- y de ejercicio -una rutina específica e individualizada acorde con su estado de salud- para él. Ella, se apuntó. Y cuadró su agenda laboral para hacer escapadas con su Antonio a balnearios, porque las sesiones de spa le sentaban de maravilla en medio de su convalecencia.
Ira, depresión y despedida
Paz, que habla de la ayuda especializada que ha tenido que precisar tras ese desenlace, se refiere con claridad a las fases por las que ha pasado, desde la negación hasta la aceptación, pasando por la ira y la depresión. Se lamenta de cómo la psicología y acudir a los expertos en la materia sigue estando profundamente estigmatizado. Y reconoce que ella realizó un profundo trabajo junto a su psicóloga para ser consciente de la situación, pero que nada comparado al que tuvo que realizar "Antonio para mantener una estabilidad emocional regular".
Durante ese proceso, aprendió que "no hay que rechazar las emociones negativas". Quizás, le sirvió, para como ya ha comentado en más de una ocasión y reitera en este libro, despedirse del amor de su vida "deseándole un placentero viaje".
Si hay quienes se han referido a 2020 como un "año bisagra", ella puntualiza que la suya debió ser como una de las puertas de la Catedral de Santiago. Antonio se murió cinco meses después que su madre, doña Lola. Dos maneras muy diferentes de hacer frente a la muerte, como la propia protagonista reconoce. Y dos formas muy distintas de encarar el duelo que le han valido críticas y que "desde el mismo velatorio de Antonio me he sentido cuestionada por muchos por la forma de llevarlo".
Lo que quizás no entendieran es que llevaban preparándose muchos meses. "Después de meses de efectos secundarios de una quimioterapia devastadora, de cuidarse al milímetro, simplemente le tocó", explica antes de contextualizar cuándo les dieron la noticia de que no había nada más que hacer: "Nos comunicaron la noticia en febrero, justo antes del inicio del confinamiento". Ella, se apartó de todo lo que no fuera cuidarle dentro de una burbuja que reconoce que fue "un regalo". También que sentía alegría cada vez que Pedro Sánchez alargaba el estado de alarma. Porque pudo dedicarse, en cuerpo y alma a ayudar a morir al amor y el humor de su vida, Antonio Juan Vidal, al que dedica esa obra "por su generosidad, su bondad, su honestidad, su integridad, su fuerza, su luz, por hacerme sentir única, por amarme tanto".
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