Meses atrás, una intervención de Íñigo Errejón (38 años) en el Congreso de los Diputados recibió numerosos elogios, especialmente en un terreno habitualmente poco propicio para ello como es Twitter. El político de Más País ponía sobre la mesa la necesidad de enfocar la salud mental como una cuestión de primer orden. Ahora bien, siendo justos no fue la primera persona que planteó este asunto ante una audiencia considerable.
Ese honor recae, entre otros, en Javier Martín (48). Detrás de un nombre y un apellido tan comunes se esconde un presentador de televisión que quizás sea poco conocido, especialmente para las nuevas generaciones. El madrileño, que también ha desarrollado una interesante carrera como actor, lleva tiempo sin estar al frente de un programa de cierta fama.
Por eso a alguien quizá le sorprenda conocer que a mediados de la década de los 90 había un espacio televisivo que, a pesar de ser emitido en la sobremesa de los domingos, gozaba de una gran reputación y unas más que aceptables cifras de audiencia. Se trata de Caiga quien caiga, un programa que tenía en El Gran Wyoming (66), Juanjo de la Iglesia (62) y al propio Javier Martín en su primer trío de presenadores.
Desde aquella experiencia nadie ha vuelto a llevar unas gafas de sol en la pequeña pantalla con tanta elegancia y, por qué no decirlo, a contar con reporteros tan ácidos como desenfadados. Caiga quien caiga fue, en algún momento de sus carreras, la casa de Arturo Valls (46), Christian Gálvez (41), Manel Fuentes (50), Juanra Bonet (47) o Gonzo (44).
Lejos del éxito que han tenido los mencionados en las líneas anteriores, Javier Martín fue firmando una carrera un poco más discreta a raíz de su salida de Caiga quien caiga. Pero, ¿por qué protagoniza 'la enfermedad' de este sábado? La razón es sencilla. Unos meses antes de que Errejón pusiera el foco sobre la salud mental, Martín ya planteó dicha cuestión en La hora de La 1 en septiembre de 2020.
En el magazín que entonces presentaba Mónica López (46) en la cadena pública, el presentador madrileño planteaba que había que decirles a los políticos "que tienen que invertir en salud mental". Martín hablaba desde su propia experiencia: había lidiado con una depresión y con un intento de suicidio. Además, a lo largo de su intervención aseguró que le diagnosticaron trastorno bipolar, un asunto sobre el que la población no tiene demasiada información.
La Clínica Universidad de Navarra lo define como "un trastorno del estado del ánimo, una enfermedad crónica y recurrente que se manifiesta principalmente por la alternancia de episodios de sintomatología depresiva y periodos de exaltación del humor e incremento de la vitalidad".
Al contrario de lo que sucede en otras enfermedades mentales, el componente genético tiene una influencia mucho mayor que el ambiental. Los especialistas aseguran que determinadas interacciones genéticas predisponen al individuo de una mayor vulnerabilidad a la hora de padecer una enfermedad que no se manifiesta hasta las edades de la adolescencia y primeros años de la edad adulta.
Uno de los aspectos que más preocupa a la comunidad médica es que el trastorno bipolar no tiene cura, aunque sí que se pueden paliar sus síntomas con una correcta interacción de fármacos y terapia psicológica y psiquiátrica con la que el paciente aprende a conocer con más profundidad esta enfermedad y se le dota de herramientas para gestionar las situaciones que vayan surgiendo.
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