Este lunes es un día especial en la familia Arguiñano. El patriarca, Karlos, celebra su 73 cumpleaños en un momento repleto de contrastes en su vida profesional y personal. El cocinero está viviendo una gran etapa en su carrera culinaria y empresarial tras 56 años sumergido en el mundo de los fogones, pero también carga a sus espaldas complicadas situaciones personales que han afectado a su intimidad en los últimos meses.
Mientras su legado gastronómico continúa con éxito tras superar una dura pandemia para el sector hostelero, el chef ha seguido preocupado por la crisis sanitaria debido al estado de ánimo de su fiel esposa, María Luisa Ameztoy Alfaro (71). Ella es su inquebrantable compañera de vida desde que en 1974 se unieron en matrimonio, un sólido bastón en el que se ha apoyado desde sus inicios y que nunca le ha fallado. Por este motivo, el propio Karlos ha confesado en una de sus últimas entrevistas que está pasando por una complicada época al ver que su mujer es incapaz de salir de casa por miedo: "Se nos está haciendo muy largo, esta historia está siendo dura de verdad. Luisi, mi mujer, no sale de casa por la pena. Me dice 'tú sales mucho'", contó con semblante serio en el programa de TVE Dos parejas y un destino. También añadió que llevaban once meses sin ver a sus nietos, pese a que viven en la misma ciudad.
Luisi, como cariñosamente la llaman en su familia y en su entorno más cercano, ha sido siempre la brújula de la numerosa familia Arguiñano: "Mi mujer ha sido capitana toda la vida", confesaba el propio cocinero. Y no le falta razón, pues la intensa historia de la zarauztarra la avala.
Con solo nueve años, Luisi ya ayudaba a su madre a repartir pescado en su negocio. Y es que desde antes de nacer ya estaba destinada a ello, tal y como ella misma confesó al Diario Vasco: "Mi madre tenía una pescadería y rompió aguas allí mismo, fue a la calle Santa Marina y me parió allí".
La joven María Luisa solo deseaba estudiar por aquel entonces, pero su madre la incitó a que trabajara para sacar adelante a la familia, y este hecho afectó también a su infancia y adolescencia, ya que mientras su cuadrilla de amigos iba a fiestas, ella tenía que quedarse en casa porque madrugaba mucho al día siguiente. De hecho, si la vida de Luisi hubiera sido como la de otras niñas, quizá podría haber coincidido con Karlos Arguiñano mucho antes, pues Beasain -lugar de nacimiento del chef- y su Zarautz natal están a apenas media hora de distancia y es muy habitual que los vecinos de un lado acudan a las fiestas del otro.
Sin embargo, Luisi tuvo que dejar su localidad vasca muy joven para volar a París, pues su madre la mandó allí para aprender idiomas e independizarse consiguiendo su propio dinero. En Francia trabajó como au pair en un colegio donde ejerció de limpiadora hasta que cumplió los 15 años y regresó a su tierra para dejar definitivamente los estudios y cuidar de la difícil situación económica de su familia, por lo que se puso a trabajar sin parar.
Esos duros comienzos fueron esenciales para curtir a Luisi en lo que vendría después. Todo éxito requiere asumir grandes riesgos y ella nunca tuvo miedo al fracaso. "Yo siempre he sido muy echada para adelante y nos arriesgamos. Trabajamos varios años muy duro y lo sacamos adelante. Eran los ochenta, vivíamos encima del restaurante... Eran momentos difíciles, debíamos mucho dinero, pero yo siempre he dado la cara", expresó en una entrevista a una publicación vasca en la que habló sobre cómo fue emprender y apostar por crear su primer restaurante -que más tarde se convirtió en hotel-.
Fue el mayor paso empresarial que dieron tras casarse. Fueron momentos complicados porque además de los problemas financieros y la ajetreada puesta en marcha del negocio, Luisi y Karlos vivieron en ese momento uno de los peores episodios de su vida, pues perdieron a los dos hijos que esperaban: "Los dos primeros se nos murieron, con siete meses se nos murieron los dos niños. Siete meses y nacieron muertos. Y mi mujer lloraba y lloraba, con razón, claro. Y yo animándola: 'Tranquila, que tienes un pedazo marido, esto lo vamos a volver a intentar las veces que haga falta'. Y luego vinieron otros seis, y una que tengo adoptada, ya somos siete. Todos emparejaos, todos con hijos menos mi hija, que tiene pareja pero no tienen niños... y ahora me toca aprenderme los nombres", confesaba Arguiñano en su visita a El Hormiguero el pasado verano.
La crudeza de la vida de la valiente Luisi ha hecho que pese a tener que capitanear nada menos que a siete hijos, lo haya hecho de forma tan excepcional que sus propios vástagos no dudan en reconocerlo: "La verdad es que nuestra madre ha sido el alma mater de toda la empresa desde el principio. Es 'la jefa', la que sostuvo toda la gestión cuando mi padre se fue a Argentina o cuando debía dedicarse casi de lleno a la producción de sus micros en televisión", comentó su hijo Martín en unas declaraciones a Check in News Córdoba.
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