Hace ya cinco años que Cristina Ortiz, La Veneno, sufría una caída en su domicilio del madrileño barrio de Tetuán que le ocasionó un grave traumatismo craneal. La noticia de que se encontraba en coma inducido e ingresada en el Hospital Universitario La Paz de Madrid no tardó en trascender públicamente, como tampoco tardaron en dispararse las hipótesis sobre lo que pudo ocurrirle realmente a la artista almeriense, que finalmente falleció tras permanecer algo más de tres días en coma en la UCI del centro madrileño.
Algunos especularon en su momento con un posible intento de suicidio -dado que ya había llevado a cabo algunos intentos autolíticos-, un ajuste de cuentas o una venganza perpetrada por cualquiera de los personajes famosos con los que Cristina mantuvo relaciones en el pasado -y de cuyos nombres aportaba iniciales en un libro de memorias que acababa de publicar-. Otros lo hacían con la posibilidad de que hubiera sufrido aquel fuerte golpe en la cabeza tras mantener una discusión o forcejeo con Alin, un escuálido chapero rumano con quien llevaba un tiempo saliendo, que se les pudo ir de las manos.
La autopsia practicada a su cuerpo concluyó que la artista de 52 años había muerto debido al traumatismo craneoencefálico que le provocó una caída accidental en el baño de su domicilio tras "una aparente intoxicación voluntaria con benzodiacepinas y alcohol". Asimismo, el informe recogía que no existía en su cuerpo ninguna lesión de lucha o defensa que pudiera hacer pensar en un escenario violento como causa del fallecimiento. Pero aquellas conclusiones no convencieron a los familiares de Cristina Ortiz, que sospechaban que la almeriense había fallecido de muerte violenta -principalmente, por los diversos hematomas y golpes por las piernas, los pies y la cabeza que vieron que presentaba su cuerpo cuando la visitaron en el hospital- y no entendían que el caso se cerrase tan rápidamente -apenas nueve días después de su muerte, amén de una investigación policial chapucera-.
Aquellas dudas lógicas llevaron a varios hermanos de Cristina a solicitar pruebas forenses adicionales, aunque todas llegaron a la misma conclusión que el forense que practicó la autopsia al cadáver de Cristina. El pasado mes de junio, se publicó una biografía de la vedette titulada Veneno. De Adra a las estrellas, escrita tras diferentes entrevistas a personas que conocieron, trabajaron y tuvieron alguna relación personal o profesional con Ortiz. Algunas de ellas, como el hijo del matrimonio malagueño que la acogió durante años en su casa de San Pedro de Alcántara, habían evitado hasta ese momento hablar públicamente sobre la artista. Otras, como su mejor amigo Carlos Jiménez (Cebollina), fueron además testigo de los actos violentos que padeció Cristina por parte de sus últimas parejas, así como del deterioro vertiginoso de su estado físico.
Una de las personas entrevistadas para ese libro fue la médica forense Julia Fernández, que señaló que el fuerte golpe que sufrió Cristina en la cabeza justificaba "la herida facial frontal, muy frecuente porque el reborde óseo que está bajo la ceja ayuda a la apertura de la piel, es decir, a la herida externa". Asimismo, comentó que "Es normal que los familiares se alarmaran al ver hematomas o moratones, pero estos son inespecíficos y pueden deberse a múltiples orígenes, incluso tener distinta antigüedad o deberse incluso a las atenciones médicas de urgencias o a la alteración vascular asociada al consumo tóxico".
Aun así, la familia de Cristina no se dio entonces por vencida y decidió contratar los servicios del criminólogo Óscar Tarruella (51), que pasó un tiempo tratando de reunir pruebas para que los Ortiz Rodríguez pudieran pedir la reapertura del caso. Sin embargo, el pasado mes de febrero trascendió públicamente que tanto la Fiscalía como la titular del juzgado de instrucción número 53 de Madrid se oponían a hacerlo. "En el último informe aportado por un perito de parte no se desprendía ningún indicio nuevo acerca de la presunta muerte violenta de la actriz que no se hubiera valorado antes", rezaba el comunicado emitido por la Fiscalía, que también alegaba que tanto el informe de la autopsia de La Veneno como la investigación policial que se realizó "ya descartaron la existencia de un presunto delito de homicidio".
Cristina Ortiz creció oyendo insultos como "maricón", se enfrentó desde joven a la incomprensión familiar y tuvo que marcharse de su pueblo natal para poder vivir conforme a su sexo sentido. Al llegar a la gran ciudad, se topó con un futuro bastante incierto. Pero su vida cambió radicalmente después de que, de la noche a la mañana, pasara de ejercer la prostitución callejera a conseguir un trabajo como colaboradora en uno de los programas de televisión más exitosos del momento. La almeriense encontró en las bondades del mundo del espectáculo una vía de escape frente a la marginación y el rechazo, y a menudo buscó el amor en el lugar equivocado.
Pero sus carencias afectivas y el hecho de que la televisión terminase dándole la espalda minaron bastante la moral de Cristina, que acabó viviendo una espiral de autodestrucción. Su muerte sirvió para que su figura comenzase a ser reivindicada. De hecho, los Javis llevaron su vida a serie y, en abril de 2019, el Ayuntamiento de Madrid, encabezado entonces por Manuela Carmena, tuvo a bien homenajearla, colocando en el Parque del Oeste -donde la artista ejerció la prostitución antes de dar el salto a la televisión en 1996, y donde hoy reposan parte de sus cenizas- una placa que reza "En memoria de Cristina Ortiz La Veneno, valiente mujer transexual visible en los 90".
Aunque lo cierto es que su hermana Trini Ortiz considera insuficiente el homenaje municipal a Cristina, y hace unas semanas anunció a través su perfil de Facebook que poseía varios vestidos de La Veneno -entre ellos, el vestido de novia que la artista empleó en un desfile cuando trabajaba como colaboradora en el programa de Pepe Navarro (69), Esta noche cruzamos el Mississippi-, y que había decidido ponerlos a disposición de los fans a través de una subasta. "La recaudación se empleará en una estatua de Cristina en bronce, para instalarla en el barrio icónico de Chueca", señalaba Trini en su publicación.
Sea como fuere, da la impresión de que Cristina La Veneno nunca morirá definitivamente mientras su recuerdo permanezca en la memoria de todos aquellos que han llegado a empatizar con ella, una persona que no personificó nunca a la estrella televisiva al uso y que no se consideraba a sí misma activista, pero cuya mera existencia sirvió para derribar muros y abrir caminos.
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