El próximo 13 de diciembre Ángeles Pérez cumplirá 81 años y uno de sus mayores deseos es poder celebrarlo con un almuerzo especial reunida con su equipo de voluntarios y con los 30 reclusos y exreclusos a los que acoge actualmente. Ella es la madre del polifacético comunicador Juan del Val (51 años), pero ya antes de que el marido de Nuria Roca (49) ni siquiera alcanzara los 10 años de edad, Ángeles se convirtió en el salvavidas de las personas más vulnerables que cumplían condena en las cárceles.
De ella ha heredado su hijo el inconformismo y la reivindicación que tanto le caracteriza, y es que su madre ya desde muy pequeña tuvo claro que su vocación estaba en el trabajo social. "Desde que tengo uso de razón me da mucha rabia que las personas que menos tienen no se puedan defender", explica con convicción a EL ESPAÑOL.
Desde adolescente ayudó en hospitales haciendo compañía a los enfermos más débiles y dedicó sus días a realizar diferentes voluntariados, pero ella quería hacer algo más: plantarse ante los problemas sociales más injustos y darles solución. Se adentró en las cárceles, a pesar de ser ella muy miedosa, y encontró el sentido a su camino vital. Porque Ángeles es creyente, pero de esas que no se conforma con rezar, sino que actúa, se moviliza y trabaja duro por mejorar la vida de los demás.
Ella se refiere a los presos como chicos, sus chicos, porque no le interesan los delitos que hayan cometido, "no soy juez", sino que tengan las herramientas necesarias para salir adelante cuando dejen la cárcel y que tengan un lugar donde sentirse acogidos. Lo hacen en alguna de las seis casas de APROMAR, la asociación que fundó Ángeles hace ya 40 años y de la que sigue siendo su incansable presidenta.
Para conocer mejor la sorprendente historia de la madre de Juan del Val, este periódico se ha puesto en contacto con ella. La veterana mujer promete seguir dando guerra hasta que Dios se lo permita.
Ángeles, lo primero, enhorabuena por su labor. Ya son 40 años, media vida ayudando a los presos.
Sí, tenía yo 41 años cuando empecé, yo ya tengo 80 y ya no tendría que estar yendo, pero es que no puedo dejar esto ahora mismo tal y como están las cosas, que no hay nadie que lo haga. A ver, no es mucho lo que uno hace viendo todo lo que hay, pero algo es algo.
La llaman La abuela del millar de presos, pero usted dice que son más.
Hombre, imagínate, lo que son 40 años, saliendo y entrando personas siempre, porque yo no he dejado de ir a la cárcel nunca en todo este tiempo. Están todos documentados y en los papeles, pero yo no puedo estar viendo los que van y vienen. Normalmente, se independizan alrededor de 20-25 en el año, que salen con trabajo.
¿Cómo comenzó esta generosa aventura?
Yo tenía 41 años y ya era voluntaria, lo he sido toda mi vida, pero eran voluntariados que no me llenaban. He trabajado con niños, con mayores, en hospitales... pero yo sentía que tenía que hacer otra cosa, no sabía tampoco qué, pero como voluntaria siempre. Me llamaron para ser voluntaria en la cárcel, que entonces no había, fui yo de las primeras. Empecé en el reformatorio de jóvenes al lado de Carabanchel, con jóvenes de 16 a 21 años, y los que tenían condenas más largas los pasaban a Carabanchel cuando eran mayores de edad. En aquella época la droga era lo peor, los chicos estaban hechos polvo. Ellos te pedían ayuda y yo tampoco sabía cómo hacerlo, porque nunca había trabajado con presos.
Los inicios fueron muy difíciles, imagino.
Sí, cuando empecé a hacer cosas, pedí a las parroquias que me ayudaran y me pusieron muchísimas pegas por el hecho de querer ayudar a presos... tuve que hacer muchísimos cursos para saber lo que se debe hacer para ayudarles, sacar a una persona de la cárcel es muy complicado. Pero a mí esas cosas difíciles no me detienen. Yo quería ayudar de otra manera, no como las cosas que yo veía que ya existían.
¿Cómo es su día a día?
Pues con muchas cosas que hacer. Lo primero es que tenemos seis pisos, de los que tienes que estar pendiente de todas las personas que hay allí. Ahora mismo debe de haber como 30 personas repartidas en esos pisos. Los presos no pagan nunca nada, es algo por lo que creé la asociación APROMAR. Pero sí tengo contratado un psicólogo o criminólogo para los tratamientos y terapias que siguen. Nosotros ahora estamos visitando más de 100 personas en la cárcel. El equipo lo formamos 7 personas, pero yo voy siempre a las cárceles. Todas las semanas voy a tres cárceles de lunes a jueves, cada día a una centro penitenciario.
¿Por qué se decantó por las cárceles?
Yo empecé porque soy una persona creyente, pero no soy tanto de rezar sino de trabajar. Y es muy duro trabajar desde las cárceles, porque desde fuera las cárceles se ven 'muy bien', pero para nada, la cárcel no es nada de lo que se ve.
La conocerán ya de sobra en los centros penitenciarios.
Sí, pero yo soy una persona no querida en la cárcel a pesar del tiempo que llevo yendo. Porque pienso que las cosas se pueden hacer mejor y lo digo. Soy una persona un poco de tocar las narices.
¿Alguna vez ha tenido reclusos en su propia casa conviviendo con usted y su familia?
No, en mi casa no, pero han venido muchas veces, porque cuando yo empecé no tenía a nadie, era yo sola y alquilé un piso muy pequeño y lo llevaba yo. Entonces ellos bajaban a mi casa, yo les decía lo que tenían que hacer, iba a la compra yo con ellos... Entonces era yo muy joven y corría como una loca por todos los sitios, ¡que yo tengo tres hijos, eh! Lo que pasa es que cuando empecé el pequeño (Juan del Val) ya tenía 10 años, y los demás eran más mayores y estaban estudiando.
¿Ha sentido miedo o ha vivido alguna situación tensa?
Yo no. Nunca me ha salido mal. Fíjate que yo siempre he sido muy miedosa. Ahora mismo, por ejemplo, me da miedo subir en un ascensor. Y sin embargo, entro en la cárcel y ya tengo mi sitio y veo a los presos personalmente, no por locutorio, yo los veo en una habitación y hablo con ellos. Y las veces que he podido sentir algo de miedo por alguna situación he pensado: 'Pero es que esto es lo que tengo que hacer'. Pero de ellos nunca he tenido miedo, eh, de ellos no. Porque cuando una persona sabe que le ayudas de verdad y no le pides nada a cambio, solamente que se porte bien, se crea mucha confianza mutua y sabes que esa persona no va a hacerte nada.
Contó su hijo Juan del Val que los presos la felicitan incluso en el Día de la Madre.
Sí, sí, ¡bueno! Pero si hay gente que ha estado conmigo estos años, la mayoría extranjeros, que me escriben o me llaman y yo ni me acuerdo ya de quién son después de 40 años ayudando a tanta gente. Es que son 140 personas las que veo cada semana al visitar tres cárceles, así que imagínate... Pero pasados los años me llaman, me cuentan lo que están haciendo, que trabajan, que les va bien... y yo les invito a verme y a comer con nosotros.
Sus nietos conocen su labor, imagino.
Hombre, la conocen todos, y mi nieto el mayor nos ayuda muchísimo a mi marido y a mí, porque mi marido también es ya muy mayor, y hace todos los papeles. Mi nieto nos está ayudando desde que tenía 14 años. Este nieto mío que te digo ya tiene un niño, así que ya tengo un bisnieto. Mi hijo Juan, al que conocerás, es el más pequeño de mis hijos. Aparte de él tengo una hija -cuyo hijo es el nieto que te comento- y luego tengo un hijo con dos hijos mayores de 20 años. Y luego los tres hijos de Juan y Nuria (Roca).
Entonces entiendo que su familia la ha apoyado siempre en su trabajo altruista.
Tanto mis hijos como mis nietos están muy acostumbrados a ver mi trabajo. Para ellos eso es normal, si vienen a casa y saben que están seguros porque lo vieron o lo están viendo desde pequeños. En eso no he tenido problema nunca, porque todos ellos saben que yo siempre he querido hacerlo y nunca me han dicho 'Mamá, eso no lo hagas', al contrario, cuando los chicos venían a casa cuando empecé, que ya era madre, mis hijos hablaban con ellos, salían con ellos y siempre me han ayudado.
¿Usted ya era de pequeña así de curiosa y reivindicativa?
Siempre, siempre he sido así. Yo soy de un pueblo de Jaén y desde pequeña siempre me daba mucha rabia ver cómo a una persona le hacían algo y no se podía defender. Me daba muchísima rabia y dije 'cuando sea mayor, desde luego, voy a defender a todo el que pueda'. Eso lo recuerdo desde que tengo uso de razón. Hay personas que quieren ser astronautas u otra cosa, pero yo tenía claro que quería ayudar a la gente más vulnerable, a la gente de la cárcel.
¿Va a seguir muchos años más yendo a la cárcel?
Pues no lo sé, yo ya tendría que descansar, pero es que no me atrevo. Además, mi trabajo ya no es el que era cuando empecé, ya tengo gente y si necesito algo se lo pido a alguna persona o vienen a buscarme a los pisos... ahora trabajo cómoda, pero sí que tengo que dedicar bastante tiempo. Yo porque tengo muchos problemas de columna ahora no puedo hacer cosas que podía hacer antes, pero no puedo estar sin hacer nada aquí en mi casa, ¿qué hago? ¿leer todo el día y toda la noche? ¡No! ¿ver la televisión? Pues tampoco. Entonces si yo lo que sé hacer puedo hacerlo, pues voy a hacerlo hasta que pueda.
Entonces no piensa en dejar su trabajo de momento.
Mira, el día que me dieron una medalla a mi labor, en el evento el ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska (59) me dijo '¿Cuándo se va a jubilar?' porque yo había trabajado con él cuando estaba en la Audiencia Nacional ejerciendo de juez. Y le dije: 'Pues no me voy a jubilar, yo me voy a morir como las artistas, en el escenario, es decir, hasta que me dé algo en la cárcel y me tengan que sacar'.
¿Qué le pide al 2022?
El bienestar de todo el mundo, porque está todo muy mal. Y para mí le pido a Dios que me dé un poquito más de tiempo que hay mucha gente que me necesita.
[Más información: Ángeles Pérez, la madre de Juan del Val que lleva 40 años ayudando a los presos: su nuevo reto en 2021]
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