A mediados de los 90, Carmina Ordóñez soltó la bomba cuando confesó previo pago que se había enamorado de un bailarín desconocido llamado Ernesto Neyra (61 años). El joven formaba parte del cuadro flamenco de Rocío Jurado. Ambos se vieron por primera vez en el Rocío en 1997, saltaron chispas entre ellos y en noviembre de ese mismo año se casaron en el cortijo sevillano Águila Real de Guillena con la asistencia de 250 invitados. Como a la novia le gustaba tanto la juerga, la fiesta del enlace duró un día entero. Ambos parecían modelos sacados de un catálogo. Para ella era el tercer enlace y, para él, el primero.
Sus exclusivas bien remuneradas en las revistas del corazón eran constantes. Carmina era famosa desde la cuna y Ernesto un nuevo famoso que empezó a volar sólo cuando le invitaban a saraos. El 2 de abril de 1999 concedieron una exclusiva bomba donde ambos posaban abrazados en su cama, pero lo que llamó la atención no fue la tierna imagen, sino ver a la Divina con un ojo amoratado y la cara hinchada. En aquel momento dijo haber sufrido un accidente al salir de la ducha.
Su matrimonio se resquebrajó unos meses después de aquellas fotos que le sirvieron de excusa a la madre de Fran Rivera (49) para acusar en 2001 a su exmarido de haberla maltratado física y mentalmente. Una jueza impidió el proceso judicial aduciendo que Carmina no transmitía la imagen de una mujer maltratada. Durante años, Ernesto Neyra fue vilipendiado prácticamente en todos los programas de corazón. A pesar de lo serio que fue su caso, cada uno por su lado rentabilizó el tema generando decenas de miles de euros.
Por esas fechas, Lely Céspedes (50), que había participado en Miss España 1991 y quien al año siguiente debutó como azafata en el Telecupón junto a Makoke (53) -esposa de Kiko Matamoros (66), representante de Carmina- contrató a Neyra para un desfile. Después volvieron a encontrarse en la Feria de Abril y se enamoraron. En 2002 se casaron en la iglesia de El Rocío donde el día tuvo un carácter festivo muy rociero. La pareja empezó a vivir en Sevilla. La mayor prueba de amor han sido sus tres hijos, Ernesto Javier, a punto de cumplir 20 años; Marcos, que en diciembre soplará 19 velas y el pequeño, de 17 años, que llegó al mundo a las pocas semanas de que sus padres se separasen en mayo de 2006. Lely había aportado al matrimonio otro hijo, Lorenzo, fruto de una relación anterior.
Nuevamente, los platós de televisión fueron caldo de cultivo para Ernesto y Lely, que se echaban los perros el uno al otro. Dos años antes había fallecido Carmina. Otra pesadilla empezaba para el bailarín ya que su segunda exesposa también le acusó de maltratos. Cada uno siguió su camino esparciendo reproches en revistas y televisiones. El gran bache vino cuando Lely le denunció porque su ex se había negado a pagar de forma continuada las pensiones a sus tres hijos. Le habían caído tres meses de cárcel, pero al no presentarse voluntariamente, el 10 de agosto de 2020 ingresó en la prisión de Matalascañas de donde salió a las dos semanas tras haber abonado los 7.200 euros que le quedaban por pagar de una cifra total de 20.000.
De la denuncia de maltrato salió absuelto, pero Neyra pagó un alto precio ya que "me tuve que ir a México para ganarme la vida. Mi madre, que ya ha muerto, sufrió mucho con las acusaciones", admitió en una de sus entrevistas. Como los ingresos televisivos habían menguado y prácticamente ya ni bailaba, tiró por otros derroteros. Montó un bar que fracasó al poco tiempo, ejerció como director comercial de un aceite de oliva jienense y se atrevió a asesorar sobre temas energéticos en edificios en rehabilitación. Desde que salió de prisión se decantó por vivir en Sevilla y alrededores, donde se le ha perdido la pista hasta hoy.