Me levanto a cualquier hora en mi casa de Chiclana / Y me ducho en la mañana con amor / Un zumito, una tostada, cafelito y mermelada / Desayuno con mi hermana con amor. Estos versos, extraídos de Mamarracho, canción dedicada a su hermano después de que éste y su hijo fueran a un plató de televisión a contar intimidades de ella, podrían definir perfectamente el último verano de María Jiménez.
Artista, feminista, revolucionaria, deslenguada, brava. La cantante sevillana, que no perdió el humor ni en el último de sus suspiros, falleció en la madrugada de este jueves, 7 de septiembre, en el Hospital Infanta Luisa de Triana, al que acudió a hacerse una revisión y del que, finalmente, no salió.
María Jiménez se mudó en 2003 definitivamente a su pintoresco chalé de Chiclana. Lo hizo un año después de su divorcio de Pepe Sancho, momento en que dijo se acabó: ya era hora de cuidar de sí misma. La casa, ubicada en la urbanización San Andrés Golf, está cargada de recuerdos.
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Por sus paredes, algunas azules, se pueden ver discos de oro, retratos y fotos junto a sus amigos, artistas como Miguel Poveda (50), Manuel Lombo (43) o Joaquín Sabina (74). Inspirado en Marrakech, seguramente en los emblemáticos Jardines de Majorelle, se observan también otros detalles como los gorros con plumas de pavo real que María lució en la gira de su disco Donde más duele, con 12 temas compuestos por el citado Sabina.
María ya no quería ir a ningún sitio. Ya había estado en todos. Su refugio era su casa de Chiclana, su hijo Alejandro, su nuera, sus nietos y sus desayunos al sol. La última vez que se le pudo ver en público fue en abril del año 2022. Jiménez se puso una blusa estampada azul, unos pantalones color caldera, un abrigo de visón y sus míticos labios rojos. Fue en Sevilla, en un evento organizado por la empresa de vinos Tío Pepe.
En sus últimos años, María Jiménez quería tranquilidad. Alguna mañana se le podía ver desayunando en el Hotel Antonio Conil, frente a los Pinares de Roche. Era habitual tenerla en alguna de las mesas de la terraza. No era el único de sus sitios predilectos. Para almorzar, su Alejandro la llevaba a La Fontanilla, el restaurante más emblemático de la playa homónima, ubicado en Conil de la Frontera.
La Fontanilla muestra una conexión fuerte con la pesca artesanal de la zona desde sus orígenes y ofrece a sus comensales una increíble selección de pescados autóctonos: desde piezas frescas de atún rojo de Las Almadrabas de Conil y Barbate hasta arroces, marisco, verduras de la huerta y carnes. Pedro y Antonio Pérez Rubio, sus dueños, continúan hoy en el marco de la tradición familiar de La Fontanilla. En cuanto sabían que María iba, encargaban que le preparasen un bacalao gratinado con poca sal, como le gustaba a ella.
Adiós a una diva
María Jiménez se ha ido para siempre. La noticia la daba su único hijo, Alejandro, -Rocío, su primogénita, falleció a la edad de 16 años- a través de un comunicado remitido a Europa Press. A la salida del tanatorio en dirección al Ayuntamiento donde se instaló la capilla ardiente, el vástago de la artista afirmaba: "Ha sido un disgusto. No nos esperábamos que iba a pasar esto tan rápido, pero ella por lo menos no ha sufrido. Ha tenido una muerte digna. No ha sufrido. Gracias por estar aquí".
"Ella quería estar con sus nietos y su familia. Y hace cuatro días se empezó a sentir débil y no quería venir al médico, pero vinimos y... dos días. Su cuerpo no ha podido más", dijo, contundente, y con una entereza sólo propia de alguien que ha nacido del poderoso cuerpo de la enorme, eterna María Jiménez.