2024, el funesto año en que la familia Goyanes Lapique tuvo que despedirse de Caritina y Carlos con 20 días de diferencia
- El mes de agosto de 2024 siempre será negro, aciago y lacerante para la 'socialité' Cari Lapique, su hija Carla, su yerno Antonio y todos sus nietos.
- Más información: Cari Lapique, ante su Navidad más triste y dura: cómo la vivirá, el apoyo de Carla, de sus nietos y la decisión de Antonio Matos.
El verano suele ser un período de desconexión, de solaz, de pasar tiempo en familia; de diversión. Y si hay una familia que sabía pasarlo bien, hasta este pasado agosto de 2024, ésa era la formada por dos queridos apellidos: Goyanes y Lapique. Cada verano, Cari Lapique (72 años), orgullosa mamá y abuela, reunía a los suyos en torno a la casa familiar de Marbella.
Así, en el exclusivo enclave de Guadalmina Beach, en la Costa del Sol, Lapique y su esposo, el respetado empresario Carlos Goyanes, dieron comienzo a sus semanas de estío y relajo en el mes de julio de este 2024. Los Goyanes Lapique, como marca la tradición, fueron llegando a Guadalmina de forma escalonada. Por un lado, Cari y Carlos Goyanes.
Seguidamente, Caritina Goyanes, su esposo -hoy, viudo-, Antonio Matos (47), y los hijos de éstos, Pedro y Mini Cari, de 13 y 10 años, respectivamente. Cómo no, también acudía a la llamada de Cari y Carlos su hija menor, Carla Goyanes (42), junto a su marido, Jorge Benguria, y sus vástagos, Carlos (11), Santi (9) y Beltrán (5).
No faltaba nadie. No hay que olvidar en este listado a Myriam Lapique (67), hermana de Cari, y a sus hijos. Todos tenían espacio en la casa familiar. Siempre había hueco para uno más. La casa marbellí de Cari y Carlos era todo el tiempo ruido, juegos, cenas, entradas y salidas. Era, en definitiva, un hogar vivo, alegre.
Y los días transcurrían así, con absoluta normalidad, entre baños y despreocupaciones, hasta la madrugada del 7 de agosto de 2024. Esa noche, Carlos Goyanes, murió repentinamente mientras dormía, a los 79 años. Han contado las crónicas que el empresario era fiel seguidor de las retransmisiones diarias de los Juegos Olímpicos de París.
No era, por tanto, extraño que Goyanes se durmiera tarde, como esa madrugada. Al día siguiente, cuando su hija Caritina preguntó por él le dijo el servicio que estaba durmiendo. A los minutos, fue hallado sin vida. Este deceso cogió a todos con el pie cambiado, por aquello de lo inesperado. Nadie podía dar crédito. La primera, su ya viuda, Cari.
Ese día, Lapique había sido convencida por su hermana Myriam para visitar un mercadillo en Sotogrande. Fue avisada por teléfono. La -primera- llamada más dura de su vida: aún le esperaba la segunda, pero entonces ella no lo sabía. En esa comunicación se le advirtió que Carlos, el hombre de su vida, la persona con la que había conformado su vida ya no estaba.
Su guía y confidente, el que había visto horas antes con total normalidad, había perecido. Ese viaje de Sotogrande a Guadalmina fue duro. Las fotografías de Cari y sus hijas, Carla y Caritina, enlutadas, a su llegada al tanatorio San Pedro de Marbella hablaban por sí solas.
"Cari está destrozada. Toda la familia, es normal. La muerte así es un privilegio. Digo que la muerte es ideal para el que se va, pero para la familia es terrible por lo inesperado. Es una pérdida grandísima porque era mi amigo, mi hermano. Teníamos una relación desde hace 40 años", aseguró José María García (80), amigo de Carlos y de la familia, en el último adiós.
Cari se hundió, para ella se acabó el verano y toda la ilusión. La vida, de repente, se fundió a negro. Pero aún le quedaba lo peor a Cari. 19 días después llegaría el mazazo más tremendo, más duro, más inconcebible. El 26 de agosto, también de forma abrupta, víctima de un infarto, perdía la vida Caritina Goyanes, la hija mayor de Cari y Carlos.
Con sólo 46 años, una vida por delante y una bella familia. No podía ser, pero fue. No cabe el consuelo y el dolor es hondísimo. La imagen de Cari Lapique, demudada, desencajada, llegando a Marbella, lo dice todo. Se había ido con su hermana Miriam a Cabo de Formentor, Mallorca, para desconectar y sobrellevar un tanto la pérdida de su marido.
El fallecimiento de Caritina se produjo, además, después de la muerte, un día antes, de su tío, el hermano pequeño de Carlos Goyanes, conocido como Tito. Demasiado dolor. Ese día, ese 26 de agosto, se celebró un breve responso en memoria de Caritina. La misa funeral se celebró un día después, el 27. Ya en septiembre se celebró una multitudinaria misa en memoria de Carlos y Caritina.
En concreto, el día 23. Al filo de las 8 de la tarde, familiares y amigos se trasladaban hasta la iglesia San Agustín para dar el último adiós a Carlos y Caritina. De riguroso luto y arropadas por sus seres queridos, Carla Goyanes y Cari Lapique llegaban al tanatorio para despedir a Carlos y Caritina.
Madre e hija se bajaban del mismo auto rotas de dolor ante las inesperadas y trágicas pérdidas a las que han tenido que hacer frente. Lo hacían de la mano de Antonio Matos, viudo de Caritina, y los hijos de ambos, Pedro y MiniCari. Además de sus familiares, personalidades de lo más reconocidas de nuestro país no quisieron desaprovechar la oportunidad de arropar a la familia en aquel trance.
El funeral, además, fue un acto de recogimiento, un espacio para rendir homenaje a la vida de Caritina y de su padre. Tampoco faltaron las amigas de Caritina de los retiros de Emaús, quienes conmovieron el ambiente con sus cánticos durante la misa celebrada en el tanatorio de Tres Cantos, en Madrid, en memoria tanto del empresario como de su hija.
Para Cari Lapique, especialmente, es una situación desgarradora, pues tuvo que despedir a su marido y a su hija mayor en menos de tres semanas y de manera inesperada. Con la llegada de septiembre, además, afrontó su dura llegada a su casa de Madrid, ubicada en Puerta de Hierro. Sin la presencia de su marido y con la marcada ausencia de su hija Caritina, quien vivía en el mismo edificio.
Hace unos días, EL ESPAÑOL pudo conocer cómo vive Cari Lapique esta festividad. Cari la está pasando "rodeada de todos". No la dejan sola en ningún momento. Tanto en Nochebuena como en Nochevieja, Lapique ha estado junto a sus nietos, su hija menor, su hermana, Myriam Lapique, y algunos de sus sobrinos.
Por supuesto, también ha acompañado a la familia Antonio Matos. Nada ha cambiado -ni lo hará- con el deceso de Caritina: los afectos, el cariño, el amor están por encima de todo. Es muy probable, así se trasladó a este diario, que durante estas casi tres semanas de Pascua la familia se haya dividido.
Han pasado unos días en Madrid, pero también cabe la posibilidad de que se hayan trasladado a Marbella, donde la familia tiene su residencia de descanso. Hace unas semanas, EL ESPAÑOL informó del apoyo clave de la hermana de Cari. Myriam, viuda también del empresario Alfonso Cortina -fallecido en 2020-, se volcó de lleno en su hermana Cari y "dejó su vida" por ella.
La vida le ha cambiado también a Antonio Matos, viudo de Caritina, de un día para otro en muchos aspectos, como el sentimental y laboral -Matos ejerce, como descubrió EL ESPAÑOL, de financiero de Sixsens by Cari Goyanes, el catering que dirigía su fallecida esposa-, pero hay una parcela que trata de trabajar con especial mimo: la de padre.
La relación con sus hijos es maravillosa, pero a nadie se le escapa que su responsabilidad ahora es doble, pues ha de desempeñar el papel no sólo de progenitor, sino también, en la medida de lo posible, de madre. Pedro y Mini Cari son "dos cielos" de niños y toda la familia está en torno a ellos, muy en particular su tía Carla.
Así se lo prometió Carla a su hermana en una durísima carta: "Ten por seguro que voy a ser muy fuerte y voy a cuidar a tus hijos todo lo que me dejen como si fueran míos, voy a cuidar a mamá por las dos y voy a cuidar a Matos porque sé cuánto le querías". Tal cual lo está haciendo, ella y todos: demostrar que son una familia unida, sin fisuras.