La Voz Senior tiene algo. Pequeño o grande, pero algo. Cada semana pienso que estoy más cerca de ser ellos. Y viéndolos disfrutar, lo anhelo. Son felices nuestros mayores. Ríete tú de la jubilación dorada de Juan Carlos (81 años). Como en todo sueño o desarrollo vital, hay un chupóptero o torpedo. En este caso, David Bustamante (37). Vaya por delante que no me cae nada bien, me parece un figurón de la vida y que en los últimos tiempos no ha sabido sacarle la rentabilidad necesaria a su suerte profesional. Bustamante, guste o no, es una persona que tira, o vende, síííí, pero por su vida privada. Como prueba, un botón: su apellido, igual que el de Paula Echevarrría (41), van unidos a un comercio, a un mercadeo. A un trueque de sentimientos. Ni él es Marc Anthony (50) ni ella Meryl Streep (69).
Imagino que todos sabrán que Bustamante está en estos momentos sirviéndole de consejero al gran Pablo López (35) en los últimos asaltos del programa; él ejerce de guía, de amigo en los peores momentos. de oye, Pablo, yo iría por aquí, me encanta esta voz. Pero tengo que decir, que me perdone Dios, que ni se lo oye. Bustamante está pero no hace acto de presencia. Una piedra de mi querida Mojácar haría más estruendo, al menos en el embate. Él, de natural histriónico y llamativo, con el quejío a punto, en esta edición opta por un perfil bajo. ¿Qué le pasa a David? ¿A qué juega con esa actitud? Se supone, como hacen otros coach, que David interactúa con López, pero no. El vulgo le viene grande al extriunfito.
Hijos míos, está pegado al gran Pablo, toda emotividad y amor, y nada; cero empatía. ¿De qué está hecho Busta? ¡Menudo timo! ¿No se ha impregnado, mínimamente, de ese estigma televisivo? ¿Bustamante, te estás riendo de la audiencia? ¿Por qué te empeñas en ser majo cuando no lo eres? Tienes que reconocer, amor mío, que hace tiempo que perdiste el trono de la simpatía, la campechanería y el buen rollete. Busta, no caes bien. Has perdido un pulso muy fácil; el de ganarle la batalla a tu ex, Paula. Mira que ella respira demasiadas antipatías, se traga bastantes sapos, pues tú, la superas. Con lo fácil que es empatizar con la gente mayor, emocionarse con su vida, sus triunfos y fracasos... vas y ¡decepcionas!
Alguien que se mantiene como una roca, como un témpano de hielo, ante el magnánimo tema Échame a mí la culpa, de Albert Hammond (75), se merece la peor de las sillas eléctricas, el más humillante de los ostracismos. Loli Moreno, mi madre y la de todos, se merecía una mejor acogida que la que ha obtenido de Bustamante.
No, no, no, en esos casos, querido, no cabe una sonrisa estándar, una acogida anodina, sin pena ni gloria. No, David: hay actuaciones ante las que hay que destriparse. Hincar el alma al suelo. Rendir pleitesía. Y tú, David, ¿qué les rindes? ¿Consideras que Juan Mena o La Tata no se merecían tu valoración? Bustamante, ¿estás perdiendo fuelle? ¿Oído, gusto? ¿Te pagan por ser una estatua de sal? Ah, tengo que decir que, de toda la noche, me quedo con la versión de Hammond. Loli somos todos.
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