¿Se imaginan ustedes un reality show en España, tal y como lo conocemos, sin insultos, gritos y palabras malsonantes? ¿Se hacen a la idea de un Gran Hermano -en todas sus versiones- sin que los concursantes se destrocen o despellejen vivos en directo, o un Supervivientes sin que se acuse al uno de viejo verde y a la otra de ladrona de latas, como le pasó a Isabel Pantoja (62 años) en la isla? ¿Una Dakota sin llamar "asquerosa" y "sucia" a Violeta?
Que los realities se conviertan en un remanso de paz, que todo adquiriera una versión light y descafeinada, ¿se imaginan? Es lo que estudia Ofcom, la entidad reguladora de telecomunicaciones de Gran Bretaña, a raíz del suicidio de un concursante en uno de sus realities más célebres de la cadena ITV, The Jeremy Kyle Show. Dar ejemplo y poner remedio desde ya. Proteger y cuidar la psique del concursante.
Nada de bromas. Ni mucho menos, una idea peregrina o absurda aquí en nuestras tierras. El reality, como lo entendemos, estaría tocado de muerte; ya nada sería lo mismo de instaurarse en España esa normativa británica. Las productoras de estos formatos tendrían que inventárselas para no caer en el olvido. O peor, en la ignominia de los mínimos de share. Porque, seamos francos, hacer un Gran Hermano en el que solo haya hermandad y buen rollo lo vería casi casi la misma audiencia que los documentales de La 2.
Juraría que los mandamases de nuestros realities andan rezando por que lo que pase en la cadena ITV se quede en ITV. Os cuento. El pasado mes de mayo Steve Dymond se enrolaba en el citado programa británico para hacerle ver a su novia que él era un tipo fiel, que nada de líos de faldas. Que solo había una mujer para él: ella. El problema vino cuando le sometieron a un detector de mentiras -vamos, el polígrafo de Conchita en nuestro Deluxe- y resulta que sí, que había pecado: había sido infiel a su mujer. El público lo machacó sin miramientos y una semana después apareció muerto en su casa tras la emisión del reality.
Había acabado con su vida, las críticas pudieron con él. Los acontecimientos que se desencadenaron después fueron drásticos: se chapó el programa y la entidad reguladora Ofcom -en España se llama CNMC, Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Sí, la tenemos también- se ha puesto manos a la obra elaborando un plan para preservar "el bienestar y la dignidad" de los concursantes de este tipo de formatos. Porque, ¿todo vale por un puñado de audiencia? ¿Quién pone los límites? ¿Es lícito ese linchamiento? El debate es viejo, sí, pero parece que no aprendemos: Dymond se suicidó.
Lean atentamente las medidas que van a tomar en Gran Bretaña. La primera: "Se debe prestar la debida atención al bienestar y la dignidad de los participantes en los programas". Por ahí, ya vamos mal. ¿Acaso alguien puso remedio, por ejemplo, en Gran Hermano DÚO ante el machaque y el aislamiento que sufrió María Jesús Ruiz por parte de todos sus compañeros? Ylenia (31) la llamó "mala mujer" por dejarse toquetear por Antonio Tejado (32). Otro ejemplo: los lindos calificativos que le dedicó Dakota a Violeta, y viceversa: "me cago en tu boca", "barriobajera", "reventada", "asquerosa".
Bien. Sigamos con la segunda medida: "A los participantes no se les debe causar angustia o ansiedad injustificadas al participar en los programas o por la emisión de los mismos -público incluido-". Con este extremo ya uno se mea. No causar angustia o ansiedad...injustificada. Ojo al matiz. Ahí se abre un abismo, ¿qué está justificado y qué no? ¿Se merecía Sofía Suescun (23) en GH DÚO que su pareja por entonces, Alejandro Albalá (24), la evaluara -siento la expresión- en la piscina de Guadalix al quedarse en bikini? Que si se te ve el pezón, que si ese bikini es demasiado transparente... ¿Esa mujer sintió una angustia justificada o injustificada? CNMC, nuestra entidad reguladora en España, ¿qué opinas? ¿Has tomado algún tipo de medida al respecto?
¿En algún momento se ha puesto el foco rojo sobre esos comportamientos? Me atrevería a decir que no, que nunca nos hemos puesto demasiado serios ante esas actitudes deleznables. Bah, tampoco es para tanto. Todos sabemos a lo que jugamos, hay que verlo como un juego. O mejor, como trabajo, argumentarán por ahí. Así nos va. Gran Bretaña vs. España. "Estas nuevas garantías deben de ser efectivas. Así que estamos escuchando atentamente a participantes, cadenas, productoras y psicólogos antes de hacerlas efectivas", asegura el Director de calidad de contenidos de Ofcom, Tony Close.
¿Qué se dice aquí? Que no hay ningún reality que no afecte a los participantes, que la vida ya no le pertenece. Si tiene la madurez suficiente como para afrontar la situación, bien; si no, tendrá secuelas. Claro, con esta opinión estamos condenados a la barbarie. Tratémonos mal, linchémonos, hagámonos daño.
No hace falta fijarse únicamente en el caso de Steve Dymond. En Estados Unidos se han suicidado numerosos concursantes de realities. Algunos casos son el de Najai Turpin, de 23 años, que se disparó en la cabeza; el de Nathan Clutter, de 26 años, quien se tiró al vacío tras ser eliminado de Paradise Hotel 2; o el de Cheryl Kosewicz, de 35 años, que se quitó vida después de ser expulsada de Pirate Master. En nuestro país ha habido depresiones, trastornos alimenticios y severas secuelas por entrar en realities. ¿Ha llegado el fin de estos formatos en España? ¿Llegarán esas medidas de Gran Bretaña a nuestro país? ¿Estamos ante el ocaso definitivo o seguiremos mirando hacia otro lado?
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