En la categoría de reality show se puede decir que España ha sido testigo de todo tipo de experimentos. Desde aquel estreno triunfal de Gran Hermano en abril del año 2000, muchos han sido los programas de este tipo que han desfilado por las parrillas de las cadenas privadas de televisión, algunos con más acierto que otros, todo sea dicho.
En el caso que hoy tratamos podemos hablar de una situación un tanto inusual: una idea diferente, buenos datos de audiencia, grandes dosis de morbo… pero su trayectoria se redujo a una sola edición. Hablamos de Confianza ciega, uno de los realities más surrealistas que se hayan visto, no tanto por su particular formato, sino porque en juego no había una jugosa suma económica: la certeza de que tu pareja es capaz de serte fiel incluso cuando tiene delante grandes tentaciones. No es tan mal premio, pensarán algunos/as.
Antena 3 decidió estrenar el año 2002 con una apuesta que, a priori, era infalible. Este reality partía con tres parejas sentimentales que eran alojadas en casas diferentes de una zona idílica del Algarbe (Portugal); los chicos en un inmueble azul y las chicas en uno amarillo, con Francine Gálvez (53 años) como presentadora. Hasta aquí, todo entra dentro de la normalidad.
El asunto subía de temperatura cuando los huéspedes iban recibiendo visitas de personas del sexo opuesto con bastante atractivo físico. Encerrar a un concursante en una habitación, con alguien que podía despertar ciertos instintos podía hacer las delicias de la audiencia más morbosa. La carne es débil, reza el refrán, y en algunas ocasiones este concurso se encargó de refrendarlo.
Ojos que sí ven...
La guinda del pastel llegaba con la emisión de determinados vídeos de esos encuentros en la otra casa, es decir, que el miembro de turno de la pareja debía encajar con firmeza el golpe emocional que suponía ver a su consorte flirtear con un/a desconocido/a. Huelga decir que los celos tenían que hacer acto de presencia en más de una ocasión, trazando una línea que iba a separar a los meros participantes de los ganadores.
Ese honor recayó en Carolina e Israel, una pareja procedente de León que demostró tener la fidelidad por bandera. Otros no tuvieron tanto aguante. Primero, Luis y María José, de Barcelona, abandonaban de motu proprio, dejando una vacante que fue cubierta por Mónica y Jon, de Madrid, quienes corrieron la misma suerte. Mención aparte merece la pareja finalista. Los granadinos Rafa y Nube protagonizaron un triángulo amoroso con Óscar, lo que no impidió que llegaran a la última ronda, aunque cuando el programa tocó a su fin, de forma análoga, la relación también se rompió.
Pero, con tanto picante, ¿cómo es que este concurso no se renovó? No se produjo una explicación oficial, aunque hubo varias razones para entender que un programa que fue visto por casi 3,4 millones de telespectadores en su gala final (el debate, un espacio que se emitía a continuación y dirigido por Juan Ramón Lucas (61), llegó a alcanzar el 50% de share) acabara saliendo de la parrilla.
Lo primero y principal es que no se trataba de un concurso en directo. El programa había sido grabado el verano anterior y, además, contaba con una guionización excesiva que ponía la mosca detrás de la oreja de la audiencia. Eso sí, aunque en abril de 2002 Confianza ciega se despedía de sus seguidores, dejaba abierto un camino que posteriormente fue explorado por otros formatos como ¿Quién quiere casarse con mi hijo?
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