El humor, el chiste o la comedia también tienen su parte lúgubre, menos carcajeante y brillante. Y es que, la vida está compuesta de eso; de unos claroscuros que nadie puede soslayar y que en una conversación intimista rompen, salen, afloran. Eso es lo que les ha pasado a Los Morancos, esa mágica dupla andaluza compuesta por Jorge (59 años) y César Cadaval (55). En cuanto se han puesto frente a Jesús Calleja (54) en Planeta Calleja se han venido abajo como un castillo de naipes. Ha sido rascar en su espina dorsal de la vida y ha florecido un rosario de verdades: trágicas y tempranas muertes, anuncios 'delicados' en la familia y acusaciones desmentidas, cruentas y delicadas que, afortunadamente, quedaron atrás.
Porque quien sale a escena a hacer reír no siempre le acompaña la vida. Ni la facilidad, ni el chascarrillo. Y Los Morancos han atravesado travesías complejas, duras, baches que te golpean, pero se han sabido levantar. ¿Conocía el público que, pese a su crianza feliz, sobrevinieron fallecimientos injustos y tempranos? Y lo que estaba por llegar. Los Morancos, abiertos en canal en Planeta Calleja. La pareja de hermanos ha viajado a Estambul con un Calleja herido, adolorido: se había roto la clavícula en Villar de Ciervos, por la que tuvo que llamar al 112. Esas imágenes que impactaron a España hace unos meses.
Volvamos a Los Morancos. Han visitado Turquía, esa ciudad que divide -ahí es nada, dos continentes: Europa y Asia- Allí, han recorrido, montados a bici, a caballo y, casi, volando en globo. Ante la crudeza del viaje, César, el menos (cero) deportista, ha espetado: "¿Y los hoteles de cinco estrellas no están?". No, no estaban. Entre punto y punto, ambos hermanos han hablado de su infancia: "Nos tienen que echar de Triana con una pala". De tan orgullosos y patrióticos como se sienten. Gentes de clase media, de padres trabajadores. No esgrimen ni una queja de su época pupila: "Nosotros hemos vivido de categoría". Y eso que andaban apretujaos: "Teníamos tres habitaciones para 6 personas".
Su vida, con el paso de los años, esa adolescencia, no fue fácil: murió uno de sus hermanos de un ataque al corazón y otro de cáncer. Y, entre medias, se lamenta Jorge, su madre. Se repusieron pronto -"hemos trabajado a los tres días de esto"-, pese a que el escenario era desolador. Jorge se sincera: "Mi padre nos decía que las penas las lleva uno, que los demás no tienen por qué aguantar tu pena". Con una madre con alzheimer, murió su padre. Y Jorge, el más sensible confeso, reconoce: "Mi padre me ha descolocado. He llegado a necesitar ayuda psicológica". De él, qué recuerdos, les llegó la pasión por el humor: "Mi padre era un tío gracioso, con buen humor".
Y se explaya César, el precursor: "El humor fue sin querer. El primer día canté flamenco". Más tarde, apareció allí Jorge, caracterizado de un americano: "Se rieron de mí y me propusieron trabajo. Me dieron 500 pesetas". Y a nivel familiar, ¿quién es más apegado?, interpela Jesús Calleja. Jorge, claramente, asiente César: "Jorge se desvive con sus sobrinos". Este, amplía: "Nosotros lo damos todo en familia, los dineros los repartimos". Acto seguido, se atreven a opinar sobre el humor en nuestro país, que vive épocas absurdamente bélicas, según ellos. "Estamos rizando el rizo con tonterías. Se le pone barreras al humor. Por ejemplo, a mí no me molesta que me digan maricón", ha reconocido Jorge.
Son una dupla brillante de hermanos que le debe mucho al programa Un, dos, tres...responda otra vez. No en vano, en ese 1985, y gracias al cómico Eugenio, debutaron en televisión. Los vieron en la gala Fin de Año de TVE cerca de 25 millones de personas. El fenómeno comenzaba a florecer y fue en un programa en Chipiona cuando "al día siguiente todos nos reconocían por la calle". Hay que decir en este punto que el viaje con Calleja lo protagonizan César y Jorge con su hijo y pareja, respectivamente.
En medio de la expedición, el bromista de César se abre: "Soy muy serio con mis hijos en lo que respecta a la educación". Ojo, el llorón es Jorge: "Yo no lloro tanto, al menos como Jorge". Él, llora, sobre todo, por la muerte de su madre, a la que estaba muy unida. Jorge, sobre su homosexualidad: "Yo nunca vi anormal que los demás fueran lo que fueran. Yo nunca he visto nada anormal en mí: yo nací homosexual. No son contagios, no es una enfermedad, no estamos mal..." Desde pequeño lo tuvo claro: "A mí me atraía un hombre, no una mujer". Calleja taladrea: "¿Y cuándo se lo dijiste a tus padres?", y Jorge se refuerza: "Es que mis hermanos nunca les dijeron a mis padres que eran heterosexuales. Tengo la suerte de haber nacido en una familia maravillosa".
El amor, explica, no tiene sexo, color ni condición. En este punto, se aborda el 'Caso Arny' -fue un escándalo que se produjo en España en 1995 en relación con el sumario del juicio por las actividades de prostitución de menores producidas en el desaparecido bar gay de Sevilla, Arny. Desató un frenesí en los medios de comunicación y algunos consideraron que se había convertido en una caza de brujas contra los homosexuales- y Jorge reflexiona: "Yo lo viví fatal, recibí cartas con amenazas de muerte. Me decían que sabían a la hora que salían mis sobrinos de casa. Yo lo sufría más por los míos que por mí". Y es que, "hubo mucha gente que quería que yo sufriera".
Como su madre: "Cuando salió todo esto, hacía siete meses que se había muerto mi padre. Y que a mi padre lo hubieran dado y machacado... ¡uf! Mi madre sí lo vivió, pero ella lo hizo con una mirada que yo... (se emociona), Ella...sabía, sabía... esas miradas de mirarte, y el tacto con la mano... ¡Eso era maravilloso!" Una agonía larga, la de la acusación, de año y pico, casi dos. Y poso deja, vaya que sí: "Todavía soy el pederasta que te ponen. A la gente le gusta esas cosas, la maldad sigue ahí". De aquello, como todo en la vida, extrajo Jorge "amigos maravillosos y salí reforzado".
[Más información: Jorge Cadaval (Los Morancos), ingresado en un hospital de Sevilla]