¿Quién no recuerda a Manuel Luque y su famosa frase "busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo"?. Un anuncio inolvidable como el que años después realizaría la misma compañía de detergentes. Tras descartar a más de 7.000 candidatos, Víctor Riverola consiguió ser el elegido para protagonizar la famosa campaña de 'El Hombre Blanco de Colón', que se emitió en televisión por primera vez en 2003.
"Más que creerme único o especial, me sentí diferente", comenta en exclusiva a JALEOS este hombre polifacético cuyos tentáculos abarcan hoy en día desde la literatura a la crítica cinematográfica. Sobre todo, está especializado a través de su empresa Matterfilm en marketing emocional que está asociado a experiencias relacionadas con el esquí y la alta montaña. 15 años después, Víctor sigue disfrutando de una blancura impecable, la que le proporciona la nieve.
¿Qué anécdotas recuerda de los rodajes de 'El Hombre Blanco de Colón'?
¡Hay muchísimas! En Canal Sur conversé varias veces con Los Morancos y, como tienen familia en Cataluña, resultó muy divertido escucharles intentar hablar en catalán. Rodamos publicidad para varias series, como Aquí no hay quien viva, donde Luis Merlo fue bastante enrollado y generoso, mientras que Loles León se tomó la publicidad como algo cansino, no era muy cercana y lo que más me chocó es que cuando le hablaba en catalán siempre me contestaba en castellano.
¿Qué supuso ser uno de los rostros más conocidos en este país durante cinco años?
Fue una época inolvidable. Más que la fama, que es efímera en muchos casos, significó un empujón brutal en mi vida. Estaba estancado, mi labor en Onda Rambla como crítico y director de contenidos culturales me llenaba, igual que ser el director de marketing de la revista Deejay, pero necesitaba algo más y Albert Saguer me ayudó a darle un aire nuevo a mi forma de entender la interpretación. Vengo del mundo del marketing y la publicidad y, aunque durante 14 años he trabajado en radio y televisión, mi ambición siempre ha sido poder comunicar con emociones.
El anuncio de los jabones le cambió su vida personal por completo, ¿verdad?
Así es. En 2006, en plena campaña, conocí en Barcelona a la prestigiosa arquitecta y fotógrafa lituana Jekaterina Nikitina, con quien me casé en Zermatt (Suiza) al año siguiente. Hemos tenidos dos hijos, Artur, de 12 años, y Greta, de 10. Al terminar los rodajes de 'El Hombre blanco de Colón', fundamos Matterfilm, un híbrido entre agencia de publicidad y productora de cine con la que rodamos y producimos documentales de montaña e historia, como Lágrimas rojas, un homenaje a las víctimas españolas en los campos nazis que ha visto Steven Spielberg.
Lo suyo es un sinvivir…
(Risas) Bueno, hemos publicado más de diez libros con Ediciones Desnivel (Madrid) y hemos realizado campañas publicitarias para más de 500 empresas a nivel mundial.
Pero en 2015 se separaron.
Sí, pero nos sigue uniendo una profunda relación de respeto y amistad. Actualmente
estamos trabajando con oficinas de turismo y más de 14 estaciones de esquí, incluyendo la marca Neiges Catalanes en el sur de Francia o Zermatt y Crans Montana en Suiza. Jekaterina, a su vez, trabaja desde su estudio de fotografía en Barcelona al ser una de las principales colaboradoras de la agencia Getty Images en España.
¿Qué valores les intentan transmitir a sus hijos?
Son dos grandes aventureros como sus padres, conocen más de 35 países, son capaces de dormir en el suelo de un aeropuerto, viajar en trenes nocturnos en Tailandia o Serbia con gente que no conocen en camas estrechas o dormir en refugios de montaña a más de 3.200 metros en el Matterhorn. Les inculcamos que tengan una mente abierta, que disfruten al máximo, que usen el sentido común, que tengan buena educación y potenciamos su educación audiovisual en versión original. El lujo siempre seduce, pero termina aburriendo.
Se podría decir que es un hombre renacentista: escribe, filma, hace críticas, se dedica al marketing… ¿Usa ambas partes del cerebro? ¿Se considera un prodigio?
(Risas) Me encanta lo de hombre renacentista. En una entrevista con Viggo Mortensen me comentó que hoy en día es necesario ser polivalente, saber hacer varias cosas bien, como Harrison Ford, que empezó siendo carpintero. El futuro pasa por ser por saber adaptarse a la vida, por aprender cosas nuevas y disfrutar con ello. No sé qué partes del cerebro utilizo, pero sí que es cierto que me paso el día pensando y es algo que me agota muchísimo. No paro de idear, pensar y debería aprender a desconectar y descansar. Y no, no me considero ningún prodigio, tan solo soy una persona normal que se esfuerza por tener una vida lo menos normal posible.
Durante doce años fue crítico de cine en el programa de Luis del Olmo donde realizó cientos de entrevistas con estrellas. ¿Quiénes le han sorprendido para bien y para mal?
Ahora que está en boca de todo el mundo, te diría que Woody Allen era extremadamente reflexivo, muy amable, cercano, muy inteligente y no entraba nunca en temas personales; Geraldine Chaplin, una maravilla de mujer con un montón de historias que contar, desde los rodajes con David Lean y Scorsese a su pasión por España y el Mediterráneo; Pierce Brosnan, divertido, amable, romántico y un luchador que defiende a capa y espada el amor por encima de todo; Anthony Hopkins es misterioso, seductor, elegante, nunca sabes lo que piensa y es realmente magnético. Ralph Fiennes era muy tímido y gran defensor del teatro, al igual que Kenneth Branagh, un auténtico caballero que no soporta la incultura de gran parte de la sociedad actual; Viggo Mortensen es ácido, crítico, comprometido y gran amante del arte; Russell Crowe odia la prensa del corazón y solo frena su mal humor cuando se le pregunta por detalles técnicos de los rodajes; Jodie Foster habla tres idiomas –ella misma se dobla al francés- y critica duramente la falta de cultura y educación en nuestra sociedad; Juan Luis Galiardo se cagaba literalmente en el gobierno, decía que la democracia española estaba aún en pañales y que no somos para nada un país serio y Alejandro Amenábar me impactó por su humildad e inteligencia. En definitiva, he entrevistado a más de 200 intérpretes, directores, productores…
A través de su empresa está potenciando el marketing emocional entre las empresas y los clientes, ¿en qué consiste?
A través de mi empresa, Matterfilm -un híbrido entre agencia de publicidad y productora de cine- nos basamos en transmitir emociones humanas, éticas y nobles para generar una necesidad real. No vendemos humo ni trabajamos con sueños, por eso colaboramos con oficinas de turismo, museos, estaciones de esquí, pueblos, restaurantes, hoteles o aerolíneas que nos ofrezcan autenticidad. Nuestras vidas han pasado a ser digitales, nuestros amigos virtuales, y casi todo lo que queremos saber, está a un solo click de distancia. Experimentar el mundo a través de información de segunda mano no es suficiente.
Como autor de una decena de guías de montaña y especialista en llevar la comunicación de estaciones de esquí, ¿Qué balance o crítica hace sobre el cambio climático?
Sobre este tema en especial he podido hablar con muchísimos profesionales del sector y las opiniones son muy dispares. Soy consciente, y eso es innegable, de la capacidad destructora el ser humano porque la Tierra está saturada, contaminada y caducada en muchos aspectos… Pero otras voces comentan que el planeta tiene sus ciclos y que no todo responde a una acción humana. Creo que vivimos muy por encima de nuestras necesidades y posibilidades, por lo que deberíamos aprender de la crisis del coronavirus para ser mucho más humildes y auténticos. Lo que está muy claro, más allá de la comercialización existente tras el cambio climático es que al poder imperante le importa un rábano lo que sucede. La raza humana solo aprende a base de golpes, como estamos viendo ahora con el coronavirus porque se ha reducido muchísimo la contaminación…
¿Cuándo empezó a ser popular el esquí?
El esquí se inició en el Ártico hace siglos porque era un medio de transporte en invierno e incluso se utilizaba en guerras. De hecho, algunos de los pioneros fueron los antecesores del rey Harald V de Noruega. A nivel deportivo se puso de moda a finales del siglo XIX cuando la burguesía y realeza europea recaló en los Alpes; entre 1920 y 1939 las amantes de los oficiales nazis y los directores y actores alemanes, como Leni Riefenstahl, también contribuyeron a su popularidad y al terminar la Segunda Guerra Mundial se produjo el boom en todo el mundo con las estaciones de St. Moritz o Gstaad en Suiza, Cortina d'Ampezzo en Italia o San Anton en Austria.
Justamente, es a partir de la guerra cuando las estrellas del cine internacionales empiezan a rodar películas de aventuras en la montaña, ¿no es cierto?
Sí. Ahí tiene el ejemplo de Glenn Ford en La torre blanca (1950), Spencer Tracy y Robert Wagner en La montaña siniestra (1956), La pantera rosa (1964) y 007 al servicio de Su Majestad (1969), en la que sus protagonistas, George Lazenby, Diana Rigg y Telly Savalas eran en la vida real excelentes esquiadores. Como anécdota te diré que a partir de este James Bond es cuando el agente secreto se lanzó a la montaña, aunque Sean Connery y Daniel Craig siempre se negaron a esquiar. En contrapartida, a Pierce Brosnan le encanta esquiar y a Roger Moore le apasionaba hasta tal punto que vivía en Crans Montana.
Y en los sesenta, la jet set internacional ya pone el esquí en el mapa, sale en la prensa del corazón…
En Estados Unidos, Robert Kennedy fue su principal promotor, al igual que su cuñada, Jacqueline. En Europa, sobre todo en Suiza, era muy fácil ver a Audrey Hepburn, Mel Ferrer, Elizabeth Taylor, Blake Edwards, Julie Andrews, etc.
¿Dónde suelen esquiar los famosos?
Leonardo DiCaprio es un enamorado de Courchevel (Francia); Mel Gibson, Antonio Banderas y Paris Hilton son habituales en Aspen (Estados Unidos); George Clooney, Brad Pitt y Robbie Williams prefieren St. Moritz (Suiza) porque está muy cerca del norte de Italia, donde algunos tienen propiedades; Clint Eastwood y Arnold Schwarzenegger eligen Sun Valley, donde se inventó el telesilla; Emma Watson y Natalie Imbruglia optan por Mèribel (Francia) y Shakira y Piqué son asiduos en Baqueira-Beret.
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