Este martes con Supervivientes Tierra de Nadie me he quedado, como diría María Jiménez (70 años), con el corazón en los huesos. Ante la grandiosidad no me cuesta, al menos, postrarme de hinojos. ¡En tiempos tan jacobinos! Con cada emisión del concurso siento algo muy especial, como que el alma se me adueña de eso que veo. Cuando veo cosas del reality, estoy dentro de él. Por eso, he sufrido tanto con la llamada de José Ortega Cano (66) a su mujer. Me consta que ese hombre calla tantas cosas, entierra tanto dolor, enmascara a golpe de capote mediático la realidad...
Ay, sé que tenía otro discurso para darle a Ana María Aldón (43). Según me han contado, lo tenía bien estudiado todo lo que iba a decirle a su amantísima. De pe a pa. Me secretean que Ortega estuvo escribiendo esa suerte de carta a su mujer en la que se compensara la alegría y el dolor; la dicha y el reproche. Pero al verla roto, al borde del síncope, el diestro se vino abajo. Ni el enfado que sentía por las confesiones indecorosas de Aldón, ni su comportamiento libertino, ni su desapego con Rocío Flores (23). Nada, se quedó blanco Ortega. Más adelante os cuento este percal. Antes, ¡más salseo!
Este martes un servidor se ha alimentado, desde bien temprano, de dos salseos; lo reconozco, sentimientos cargados de facunda vindicta: destruir, de nuevo, a Avilés y desenmascarar a la puñetera de Yiya. Destino, ¡qué me quieres decir, eh, eh, eh! Me enfrento a ti. Me destruyo en honor a la bondad. Diré de entrada que no soporto a José Antonio Avilés. Los que me leen saben que algo se me atragantó con él nada más verlo pisar la isla. Si bien en el plató de Viva la vida podía llegar a esbozar una mínima simpatía, cuando pisó Honduras todo se me fundió a negro.
El lobo salió de caza y lo que vi -más allá de los aullidos- fue a un triste lobezno con una lección aprendida de manual, unos discursos pobres extraídos de Wikipedia y unas ansias de foco enfebrecidas. Avilés es un señor farsante y un liante profesional que carga de palabrería -y manotazo al segundo- una verdad que está destinada a desinflarse de entusiasmo y veracidad a los segundos.
Eso sí, el jodío mueve la isla como nadie. Pero a mí la gracia se me fue hace tiempo: me irrita verlo. No le puedo soportar. Y ojo, no me refiero a eso que apuntan en el plató de Telecinco de que no tiene el título de periodista y más memeces. Va, va, va, tonterías. Yo no exijo que ese señor tenga un título del mismo modo que no lo veo como una amenaza profesional: seamos francos; yo, periodista, no veo a Avilés como una amenaza en tanto en cuanto no lo veo como Belén Esteban (46). Es decir, yo no quiero aspirar a ser Avilés como tampoco quiero ser la de San Blas. Aquí, no hay usurpación: al menos, yo no la veo.
Vale, más allá de esto no negaré que es un inteligente estratega y un concursante que cumple escrupulosamente su función: sacar de quicio, buscar bulla y hacerse el indignado. Señores, no lo disimulemos: él está quitando el polvo a muchas tramas y agitando el avispero como nadie. Apunte: los nominados de esta semana son: Yiya, Avilés, Barranco y Nyno. Ha habido una ceremonia de celebración de la que hablaremos más tarde. ¿Que por qué? Porque la guerra está entre José Antonio y Rocío Flores.
¡Dios mío la que se ha liado! En el fondo, si rascas, nada nuevo. Pero sin hacerlo, ¡oro puro! Resulta que ya el pasado domingo Avilés le espetó a Flores que ella tenía la imagen manchada y que precisamente había acudido al concurso para limpiársela. "Yo, como hijo, me hubiese mantenido al margen", siguió perforando la herida el bicho malo. "Ponte a limpiar, yo me fui con el que más estricto era y menos dinero tenía", le suelta Rocío, que no se calla una. ¡La isla arde!. "He demostrado mis valores y mi corazón", saca las uñas Flores. Como ven, la cordialidad pende de un hilo.
Rocío, rota mi niña y buscando un asidero entre tanto nido de víboras, reflexiona: "Me he llevado una hostia en vez de una amistad". Y José Antonio sigue escupiendo bilis, sin saber que pronto se la tragará: "A mí no me haces falta. No eres nadie ni aquí ni fuera. No quiero más relación", se permite el lujo el menda. Y ahí se produce un hecho histórico, sin precedentes, algo que bien podría pasar a los anales: Ana María Aldón saca la cara por Flores. ¡Qué ven mis ojos! Joder, ¡sabía que la última cerveza no haría bien! Pero... no, ¡era verdad! La mujer del diestro dejaba su yoísmo a un lado y alzaba la voz. Eso sí, con gestos muy de Jurado. Ay, la deformación profesional.
"Que te calles, coño. Tú has estado de ultra defensor y malmetiendo", ha soltado la diseñadora. Silencio sepulcral. Se escucha tan solo el ruido de las hojas del árbol de mi jardín comunitario. ¿Perdona? ¿Ha hablado Aldón en defensa de Flores? Pues sí, Avilés, inflado como un pavo, se lanza a la cadena perpetua: "Debes contar la verdad de tu vida. Llevas 23 años mintiendo". Y Aldón sigue quitándose culpa a golpe de Padre Nuestro: "Rocío, no dejes que te intoxique". Querida Ana María, ni eres madre ni debes ejercer de ello ahora: creo que te viene muy grande. Ahora es tarde, señora. Ahora es muy tarde, señora.
Solo puedo empatizar con Rocío cuando este sinvergüenza espeta tamañas cosas. "Siento vergüenza", "Me quiero ir de aquí", se desahoga Rocío. Y pone la puntilla con una frase magistral: "Me ponen un cheque en blanco y no soy capaz de hacer lo que tú. Esa es mi diferencia". Luego, cual lagartija, Avilés pide disculpas cuando ve que su gallina de los huevos de oro se va: "Te pido disculpas, yo no quiero que te sientas mal". Ja, ja y ja. ¡Mentiroso! ¡Falaz! Solo te quieres aprovechar de ella y de su fama. Ojalá no lo consigas.
Para terminar, mi adorado Ortega. Viéndolo mirar con arrobo a su mujer Ana María desde esa desagraciada videollamada, he pensado 'qué injusto es el amor' Porque sí, él sí lo está de ella, a pies juntillas. Se lo veo en sus facciones, que recuperan el lustro de ese joven José Ortega que se sabe viril y en el mercado. En cambio, en ella... me falta, me sigue escaseando el feedback. Va, serán tonterías mías. "A ver cómo sale el toro", decía minutos antes el torero. Como en esa primera cita donde te pones mono y das lo mejor de ti.
Y metidos en faena, nada nuevo bajo el sol. "Qué guapo estás", dice ella. "Qué delgada estás", le responde él. Y al ver que la cosa se estancaba en ese valle de lo cotidiano, Aldón, más lista que el hambre y conocedora de que está en televisión, espolvorea toda formalidad y tira a dar, a matar en este caso: "Me quiero casar contigo otra vez". Y él, complacido, la complace: "Olé, vamos a casarnos". Más allá de esto, se generan diálogos entre ambos cargados de lugares comunes: cómo está el niño, cómo está mi madre, cómo está Gloria Camila. "Bien todos", responde él. Y Ana María cierra la conversación con la petición estrella: "Si quieres, vamos a por la niña". Y ya, se acabó la conexión desde España. No, José Ortega Cano no pudo decirle nada a su mujer. Se quedó con la carta en las manos. El amor, dicen.
Nominados: Yiya, Nyno y Avilés
Salvado: Barranco
[Más información: Tsunami en Supervivientes: Rocío Flores desenmascara (y deja temblando) a José Antonio Avilés]
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