A lo mejor, si lo reviso con otras ediciones de Supervivientes, termino diciendo lo mismo en cada final del concurso, pero juro que es la verdad: me quedo pegado en cada último programa de manera especial. La pantalla es hipnótica, educativa de aquello que no vuelve, supongo que esa es la idea. Con toda la adrenalina del mundo, pido nunca verlo solo. Hoy, por circunstancias de la vida, lo veo con mi pareja, aquí confinados ambos. Esta noche de jueves tan clave apenas hablo, poco como y la cerveza apenas me traspasa el gaznaje. El nervio es máximo.
Señores, ¡otro año más que acaba la edición de mi concurso favorito de Mediaset! Nos estamos haciendo viejos: para mí, la vida no es eso que pasa mientras haces planes. Qué va: la vida es aquello que contabiliza con cada edición de Supervivientes que vives. Y en eso andamos, en vivir muchas, imagino. Como bien decía la Pantoja, 'las habrá igual, pero no mejores'. ¡Como cada edición del reality selvático! Y es que, qué concurso, Dios. Qué final. De los cuatro finalistas me debatía, me reñía a mí mismo por tomar decisiones precipitadas... y por no tomarlas. La vida.
Tenía claro que Rocío Flores (23 años) no la quería como finalista última. Jorge (37) y Ana María Aldón (42), proclamé desde un principio. Y ese Altísimo, siempre tan sabio, me lo concedió: Jorge Pérez, ganador de Supervivientes 2020; y Ana María, segunda. Rocío Flores, tercera. Y Hugo, cuarto. Yo este jueves no sabía cómo relamerme de gusto: sabía que si, en algún recodo remoto del mundo, había justicia nadie debía proclamar a Sierra como ganador. Y este jueves España entera -me encanta esa expresión- se ha dado cuenta de que no, ha entrado en razón: no puede ganar alguien que no sabe perder. Que no conoce la derrota, que se encabrita, que pierde el norte por una prueba fallida.
No, eso no es supervivencia. ¡Pero si ni siquiera se ha presentado ante el cheque cuando se proclamaba el ganador! Lo dije en otro blog: no soporto a Hugo Sierra (45). Ni al concursante ni a la persona que se deja ver en los medios de comunicación. Como concursante, no puedo decir que no haya sido bueno, pero con matices, como se dice en el polígrafo de Conchita: bueno en cuanto a la competitividad en los juegos, pero llegó un momento en que me cansé de verlo quejarse por todo, de que se enfadase por ver supuestos favoritismos en las pruebas hacia otros compañeros.
Hugo entró al reality relativamente bien, pero se convirtió en un ser huraño, hosco, enfadado con el mundo, aislado y sin querer relacionarse. Y eso, para mí, no es ser un buen superviviente. Entró potente y acabó convirtiéndose en una sombra de sí mismo. Por no hablar de su relación sentimental con Ivana. Nunca me creí el juego de estos dos, vaya por delante.
Fueron inteligentes y aprovecharon el momento, pero el final de su historia-montaje me pareció humillante por parte de Hugo: la 'dejó' sin explicación y sin mirarla a la cara. Ahí se cargó su concurso. Ella, llorando -impostada, puede-, y él a lo suyo. Frío como un témpano. No, esta persona no se merece ganar un concurso. Y para terminar: su relación con su exsuegra Elena tampoco la supo gestionar.
Tengo que confesar que este jueves el querido Hugo por muchos -me consta que tiene una legión aterradora y aplastante que lo apoya-, me ha dado cierta pena: ni esas masas han podido hacerlo ganador. De ahí esa rabieta absurda que se ha cogido. Hugo no me gusta nada, no es de mi agrado, bien lo saben los que me leen. Pero tampoco me ha parecido justo que Jorge Javier Vázquez (49) lo haya humillado de esa manera como lo ha hecho en directo llamándolo "auténtico coñazo". Nunca pudo disimular el catalán que Sierra no es de su agrado, y lo entiendo, pero creo que debe existir una objetividad que no veo. Ni veré. Y me parece de un doble casero muy sucio.
Estas han sido las palabras, reventadas, sí, de Hugo cuando ha perdido: "Eso me pasa por tener la boca grande, a veces por mi forma de ser, muy visceral, muy polémico y no callarme nada. Porque de eso se trata, de ser real, pero eso la gente no lo entiende. Se ve como un defecto y no como una virtud. A mi hijo le enseñaré a morir de pie y no morir arrodillado. Para mi gente y para mí mismo he sido el ganador y me voy por la puerta grande. Esto de los realities no es para mí, este será el último que hago, no es para mí. Me dedicaré a mi nuevo trabajo. A todos muchas gracias, aquí terminó mi historia televisiva, pero no tengo el temple para esta historia".
Y Jorge, aquí es donde digo que cero objetividad, se ha lanzado a su yugular: "Tienes la pataleta, Hugo. Puedes sentirte muy orgulloso de hasta dónde has llegado. Decir yo 'soy así y no voy a cambiar' es el principio de no cambiar. Nuestro reto es cambiar, Jorge, ¡eres un auténtico coñazo de tío!, pero me encantas. Eres un coñazo, pero eres mi coñazo". A ver, que estoy de acuerdo con él en muchas cosas, pero veo desigualdad y esta me pone nervioso: ¿porqué no es tan franco y valiente con Rocío? ¿Por qué es tan cobarde?
No, a ella toca bailarle el agua y alabarla como si no hubiera un mañana. "Me da mucha alegría que hayas ido aguantando semana a semana y lo hayas disfrutado. Porque hay que reconocer que entraste muerta de miedo", le suelta Jorge a Rocío. ¿Escuchan eso? Es el ruido de una pesaba y cara alfombra expandiéndose sobre el suelo cual sibilina serpiente boa que golpea el piso a su antojo. ¿Igualdad en el trato? Claramente que no. ¿Favoritismo? Mejor, ¿directriz? Evidentemente. ¿Qué concurso ha hecho Rocío Flores? Cri...cri...cri. ¿Me podría repetir la pregunta? Siempre hubo clases. Por cierto, con esto cierro, ¿puede haber menos emoción entre Hugo y su madre? Este hombre no siente, ¡definitivamente!
Ganador 2020: Jorge Pérez
Finalistas: Ana María y Rocío Flores
Primer eliminado: Hugo Sierra
[Más información: Ana María, Rocío, Jorge o Hugo: este es mi ganador (y mi gran perdedor) de Supervivientes 2020]