James Dean, retrato de un mito
Philippe Besson reconstruye la leyenda en una biografía novelada a través de varios personajes importantes en la vida del actor.
25 octubre, 2015 01:48“Me llamo Donald Turnupseed. Soy el hombre que mató a James Dean. En el cruce de las carreteras 466 y 41 tenía que girar a la izquierda. Lo que pasó es que dudé un momento, sólo unos segundos. No debería haber dudado. Aceleré para tomar la curva. No estoy seguro de haber puesto el intermitente. Todo pasó muy rápidamente. El Spyder me embistió de lado y me lanzó por los aires. Me agarré al volante, encogí los hombros, cerré los ojos y pensé: voy a morir. Y no me morí. Cuando abrí los ojos, el Spyder estaba al otro lado de la carretera, aplastado contra el poste de telégrafos.” Dentro, James Dean moría,con 24 años, y se convertía en un mito.
Es uno de los pasajes más impactantes de Vive deprisa (Alianza Literaria), la biografía novelada que Philippe Besson publica cuando se cumplen 60 años de la muerte del actor. El libro es un retrato del mito hecho por los personajes que tuvieron un papel importante en su vida. “Me di cuenta de que pasó tan rápido en la vida de tanta gente, que nadie le conocía de verdad y que, si quería hacer un retrato completo, tenía que acumular testimonios”, cuenta a este periódico. Allí están sus padres, sus tíos que le criaron, el chico que le vendió su primera moto, el fotógrafo que más le acompañó, Marlon Brando, Liz Taylor y Elia Kazan, el director de Al este del Edén, entre otros.
A través de una treintena de testimonios en primera persona, unos reales, retirados de las biografías o memorias de los personajes, y otros ficcionados, Besson va dibujando el retrato de Dean, como si de un documental se tratara. “Hay personas que nunca han hablado sobre él, pero que me parecían imprescindibles en su historia. Ahí es donde intervine como novelista y me permití imaginar lo que hubieran dicho”. Así construye la imagen de un chico tímido, inquieto, rebelde y profundamente triste. “Permanece inconsolable después de la muerte de su madre. Es muy traumático, asiste a toda su agonía con tan sólo 9 años. ¿Cómo se puede salir indemne de esto?”, pregunta Besson. “No se sobrevive a la muerte de una madre. Por supuesto, seguimos respirando, creciendo, sonriendo. Pero estamos muertos por dentro.”, esta vez en la voz de James Dean en el libro.
Rebelde y triste
Su magnetismo era su tormento.. “Creo que no se entiende nada del personaje si uno no se da cuenta de que es un joven permanentemente triste y que, aún así, captaba toda la luz a su alrededor”, cuenta Besson. Ese era el efecto James Dean: aún siendo bajo, un poco encorvado y con dificultades en vocalizar, cuando entraba en una sala, todo lo demás oscurecía y sólo brillaba él. “La belleza de Jimmy no saltaba a la vista y, sin embargo, no veías otra cosa”, dice Dennis Stock, el fotógrafo responsable por la mayor parte de las imágenes que se conocen del actor.
Percibí en él una fragilidad, una herida, neurosis tal vez, traumas en cualquier caso, que me interesaban. Haría un perfecto joven atormentado.
Delante de la cámara, sin embargo, James Dean se transformaba, se crecía y destilaba talento: “Me di cuenta de hasta qué punto Jimmy se comía la pantalla. La llena, no vemos otra cosa, su poder, su violencia, su fragilidad”, recuerda George Stevens, director de la película Gigante. El gusto por las artes y el teatro se lo había inculcado su madre en su infancia y por eso -y por su muerte prematura que le marca de por vida- es, para Besson, el personaje más importante del libro. “Es ella la que le despierta los sentidos, su curiosidad, la que estimula su sensibilidad y le empuja a las artes”, cuenta. Mildred tenía claro el destino de su hijo: “Lo suyo era ser una estrella y cruzar el cielo como un cometa”.
Así fue. Con tan solo tres películas – dos de las cuales se estrenaron ya después de su muerte- James Dean conquistó un lugar en la galería de los mitos. Los personajes que había interpretado en la gran pantalla, jóvenes rebeldes y atormentados, parecían haber sido creados para él. “Era el retrato vivo de aquel mocoso, un jovenzuelo impertinente y, al mismo tiempo, percibí en él una fragilidad, una herida, neurosis tal vez, traumas en cualquier caso, que me interesaban. Haría un perfecto joven atormentado”, recuerda el director de Al este del Éden. “Tenía que contratar a Jimmy a toda costa. Sabría simbolizar esos seres que se pierden antes incluso de haberse encontrado. Irradiaba una exaltación que no se sabía si iba a transformarse en rebelión o acabar rompiéndolo”, completa Nicholas Ray, director de Rebelde sin causa.
Uno de los personajes más castigados en la historia de James Dean fue su padre. Tras la muerte de su madre, entregó el pequeño al cuidado de sus tíos, algo que el actor siempre interpretó como un abandono y que arrastró a lo largo de su vida. En Vive deprisa Besson presenta una visión más amable: “Creía que era un cabrón, una mala persona, pero tras investigar un poco entendí que había tomado la mejor decisión posible. Era incapaz de educar a un niño, no sabía hacerlo, no tenía los medios financieros y lo entregó a sus tíos, que fueron los mejores padres del mundo”.
Destino anunciado
A lo largo del libro, la posibilidad de la muerte de James Dean siempre está presente en la boca de todos los personajes. Su impaciencia, su gusto por la velocidad y el mantra que repite una y otra vez: “Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver” le auguran un destino trágico. “Le encantaba esa frase, y la cumplió al pie de la letra. Cuando sale Al este del Edén es un triunfo, todo el mundo la ve, todo el mundo habla de ella, las chicas se enamoran de James Dean, los chicos quieren ser su mejor amigo. Pero el se murió. Y así accedió al estatus de leyenda. Las personas se acababan de enamorar y de pronto se pusieron a llorarlo”, resume el autor.
El libro cuenta la historia más conocida del mito y se acerca a los ángulos más escondidos de la vida del actor, intentando arrojar algo de luz. “La ambigüedad sexual de James Dean se ocultó durante mucho tiempo. Tuvo algunas relaciones con chicos. Además, está el posible abuso sexual del que fue víctima, a manos de un reverendo en Indiana, que le confesó a Liz Taylor y que ella cuenta en sus memorias. Pero siguen existiendo muchas cosas sin aclarar”, dice Besson.
James Dean siempre había sido un póster en su habitación desde que tenía 16 años. Creció respetando el actor, admirando al mito y pensando en escribir sobre él. “Tardé 10 años en descubrir la manera de hacerlo”. Si pudiera sacarlo de las páginas del libro y volver a darle vida por dos horas, Philippe Besson se sentaría en el asiento del copiloto de su Porsche Spyder y dejaría que el actor hiciera lo que más le apasionaba: “Que condujera por la carretera número uno, que va de Los Ángeles a San Francisco, a máxima velocidad”.