Hay varios temas que han sido tradicionalmente tabú en el cine de Disney. Uno es el sexo, pese a todo el que hay implícito. Otro es la sangre, por más que sus películas estén llenas de muertes crueles. Y otro, claro, son las drogas. A ver cómo le cuentas a los chavales que Simba fuma hachís -por ejemplo- o que el genio de Aladdin está tan acelerado siempre porque esnifa -es otro decir-. Es un tema complejo de tratar en un filme que aspira a llegar a toda la familia, como hacen todas las producciones de la casa norteamericana.
Por eso llama la atención la elegancia y el humor con que la productora hermana del gigante, el estudio de animación Pixar, que adquirió en 2006, una unión de la que han salido joyas como Buscando a Nemo, Wall-E y Ratatouille, ha abordado el tema en El viaje de Arlo. La nueva historia conjunta de ambas llega a los cines el 27 de noviembre. Y en él, por primera vez, un personaje de Pixar y Disney “se mete”. Sin querer, claro..
Sin maldad
Arlo, el dinosaurio protagonista, y su humano de compañía, Spot, se comen unos frutos que resultan ser alucinógenos y durante un par de escenas pasarán por todo un colocón en el que verán las cosas más marcianas. Ni el gran Lebowski flotando entre valquirias sería tan lisérgico. Y desde luego verlo en un filme de Pixar-Disney es más chocante que en uno de los Coen. Aunque la escena está rodada sin maldad: ninguno, ni el dinosaurio ni el chaval son conscientes de lo que está pasando. En la proyección para prensa las carcajadas fueron sonoras
“No queríamos hablar de drogas, sino homenajear a lo que ocurre en la naturaleza salvaje”, explicó a EL ESPAÑOL el director del filme, Pete Sohn. “Todo lo que investigamos nos hablaba desde las cosas más terroríficas en las montañas hasta ríos en los que te podías ahogar. Pero había también cosas pequeñas interesantes que pueden matarte, como bayas venenosas… Alguien me enseñó un vídeo de animales que tomaban comida fermentada y se emborrachaban. Aquello me hizo reír, como nos hace reír la forma en que lo han reflejado los dibujantes de la película".
El director, que se formó en los departamentos de arte e historia de Buscando a Nemo y Wall-E -éste es su primer largometraje como director-, explica sin darle mayor relevancia que "hay peligros en todas partes en la naturaleza, y hasta unas bayas pueden afectarte. Es una escena graciosa”. El cineasta ha pasado por Madrid para promocionar la película en una clase magistral ante prensa y alumnos de cine, un auténtico viaje emocional. Casi tanto como el del dinosaurio del filme.
El viaje de Arlo es la historia de un joven apatosaurio de 11 años, un gran hervíboro similar a un diplodocus o un braquiosaurio, que vive con su familia en una realidad alternativa: los dinosaurios no se han extinguido, sino que han evolucionado y, aunque siguen básicamente andando a cuatro patas -a dos en el caso de algunos-, hablan, cultivan y tienen comportamientos de lo más humanos. El hombre, en cambio, es uno de los muchos mamíferos que viven entre ellos, aún en estado salvaje.
"¿Hemos ido muy lejos?, nos preguntábamos. Pero estábamos en el ámbito del homenaje a la madre naturaleza", explica el director del filme
Arlo y Spot, vivirán aventuras juntos en un viaje iniciático que arranca cuando el dinosaurio se pierde y trata de regresar a casa. En ese camino se las verá con depredadores, riadas, tormentas… y sí, un colocón de ácido natural.
Sohn no lo subraya ni le da demasiada importancia. Habla de la escena con naturalidad: “A la vez te preguntas: ¿Hemos ido muy lejos o qué pasa con esto? Pero aún nos encontrábamos en el ámbito del homenaje a la madre naturaleza. Es una secuencia divertida”, asegura.
El hongo de Alicia
El director matiza que, pese a lo que pueda pensarse, esos segundos de metraje no han supuesto ningún problema en el estudio. Nadie les preguntó si se habían pasado de la raya: “Nos lo decíamos nosotros mismos. Había gente que se preguntaba: ¿crees que esto se quedará finalmente en la película? No lo sabíamos. Había muchas cosas en el filme con las que te reías, pero en aquel momento era aún algo amorfo. Según le dábamos forma, había cosas que en un momento dado quitábamos, pero que luego regresaban. Es todo un proceso evolutivo para tratar de encontrar todos esos momentos que pueden ayudar a Arlo, tanto de forma divertida como aterradora”.
Aunque en otras cinematografías no es raro ver alguna mención, aunque sea muy sutil, a sustancias como el alcohol o el tabaco -en el anime japonés se aborda con cierta normalidad-, el universo Disney hace años que eliminó toda referencia a estos. Fumaba Cruella de Ville en 101 Dálmatas y fumaba puros Pete, el perro que siempre le complicaba la vida a Mickey y Donald. Hoy el único humo admitido es el de la pipa de la oruga de Alicia en el País de las Maravillas. Una protagonista que -aunque de la mano del texto original- tenía la escena más cercana a lo que podríamos considerar un episodio lisérgico, con los célebres “cómeme” y “bébeme”, y el mordisco a la seta de la oruga.
El viaje de Arlo será inevitablemente comparada con Del Revés, la otra cinta de Pixar de este 2015. Tienen poco o nada que ver. Probablemente el público de la nueva película sea más joven. Sin duda es menos ambiciosa en lo narrativo. Pero en la parte técnica y artística, El viaje de Arlo dejará a más de uno boquiabierto, con un trabajo de ordenador que recrea los grandes paisajes del medio Oeste americano al detalle, desde la textura de los árboles al paisaje rocoso de las montañas. No es casual que entre las referencias de Sohn estén Raíces profundas, Río Rojo y Centauros del desierto. "Queríamos que la naturaleza tuviera voz y fuera importante", explicó el director en Madrid, "aunque siempre tratamos de que los grandes paisajes no hicieran al dinosaurio pequeño".
El cineasta asegura que para él ha sido "un viaje de descubrimiento emocional". Para los que estamos enganchados al cine de Pixar lo ha sido al menos visual, por más que sea difícil compararla con Toy Story, Monstruos S.A., Up o Wall-E.