Españoles, la campaña ha terminado. Guarden los programas electorales, en unas horas no valdrán para nada. Pueden volver a engancharse a su reality favorito sin miedo a que éste sea interrumpido por el debate de turno. Los encuestadores, fieles compañeros de fatigas todo este tiempo, ya hibernan al amparo de porcentajes y estadísticas. En cuanto a esas caras sonrientes con las que han empapelado sus ciudades, no se preocupen. No volverán a verlas en los próximos cuatro años, tiempo suficiente para conseguir olvidarlas.
Así que, llegados a este punto, hagamos caso a la ley y reflexionemos. Mirémonos a los ojos y preguntémonos: ¿qué han dicho? Promesas, obligaciones, compromisos, propuestas... Todos los vagones de la caravana electoral circularán ruidosamente hasta terminar descarrilando el 21-D. Pues bien, es ahí, en el ruido de la caravana, donde queremos detenernos. A continuación, de entre todos los errores, lapsus, gazapos y despistes lingüísticos recopilamos los diez mejores, aquellos que nunca debieron morir con la campaña. Abróchense los cinturones: la caravana se tambalea.
10- Pablo Casado y el subjuntivo
Enésimo debate televisado. Nueve representantes de nueve partidos políticos (pero, ¿hay tantos?) se reúnen sin tiempo para debatir. Por una pasarela iluminada con luces de neón se pasean Garzón, Errejón... ilustres secundarios dispuestos a coger el protagonismo por los cuernos. Ya pensábamos que no habría tiempo para nada cuando, de pronto, saltó la sorpresa. "El partido que, en la legislatura de Zapatero... hizo que cada día se destrujeran 1.500 puestos de trabajo". Pablo Casado lo ha conseguido. Destrujera o destrujese, sí. Y no destruyera o destruyese… Justo cuando pensábamos que la conjugación verbal no podía mejorarse, llegó él. Pero algo hay que reconocerle a Pablo: es de los pocos españoles que utiliza el subjuntivo, ese tiempo verbal en peligro de extinción.
9- Izquierda Unida y los conyugues
Nos adentramos en el pantanoso mundo de las redes sociales. Las cuentas en Twitter que los partidos políticos utilizan para interactuar con el vulgo arden en plena campaña y, por supuesto, los administradores de dichas cuentas planean por la red dispuestos a patear el diccionario cuando sea menester. Todo empezó cuando el responsable de campaña de Izquierda Unida incluyó el palabro "conyugue" dentro de un apartado del programa electoral. Ya creíamos que el fuego no se extendería cuando, de pronto, apareció el community manager de Izquierda Unida. "Sí. Hemos puesto conyugue en lugar de cónyugue en una página de nuestro programa. Pedimos perdón...". Esto no es tropezar dos veces con la misma piedra. Esto es autolapidarse. A todo esto, seguimos sin noticias del término "cónyuge". Si alguien se ha cruzado con él, que nos lo haga llegar. Nos tememos lo peor.
8- El área de Campo Vidal
La escena se traslada hasta el debate a dos. Pero antes de analizar el papel de los contendientes, centrémonos en el moderador. Y es que Campo Vidal, que lleva presentando debates desde que el Mio Cid moldeaba el primer castellano, pasa por ser un locutor sobrio, con un manejo de la palabra austero pero seguro. Sin embargo, pronto nos atizó un directo al hígado: "Este área...". Quise azuzarle a la RAE ("Ante nombres femeninos se usan los demostrativos esta, esa y aquella, incluso si comienzan por ‘a’ tónica: esta agua, esa águila, aquella hacha o esta área"), pero decidí esperar al cambio de tercio por si don Manuel enderezaba la nave. Ni por esas. El asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Hasta tres veces nos castigó un hígado que, a esas alturas de la campaña, ya estaba hecho paté.
7- El PP y los debates
Volvemos a pringarnos con el fango de las redes sociales. "Es bueno que haya debates y entre dos es aún más debate". Así justificaba la cuenta en Twitter del Partido Popular la incomparecencia de Mariano Rajoy en el resto de debates. Llevo una semana intentando descifrar el significado de la oración y nada, no lo consigo. Como si del doctor Jekyll y de Mr. Hyde se tratara, la ausencia en los debates se justifica alegando la importancia de los mismos (?). Pero es que la añadidura se entiende aún menos. ¿Entre dos es más debate que entre cuántos? ¿Qué significa el atributo "ser más debate"? Con este monumento a la elocuencia sobran las contiendas políticas.
6- Sánchez habla de usted y de yo
La escena se traslada hasta el debate a dos entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. A priori ya sabíamos que la contienda no sería un canto a la norma lingüística. Pero si algo tiene esta campaña es capacidad para sorprender, y así fue como Sánchez nos obsequió con un error gramatical que haría temblar los cimientos del castellano. El debate había tomado un cariz áspero cuando, de pronto, Pedro tomó el mando: "¿Esto va de usted o de yo?". Por un momento pensamos que se trataba de una anécdota. Pedro se había descuidado y había olvidado que la preposición "de" exigía el pronombre "mí". Pero el descuido se convirtió en hábito cuando, en plena agonía, decidió repetirlo: "¿De usted o de yo?". Así hasta cinco veces. Ya era tarde, el pronombre había dejado de ser personal para convertirse en propiedad exclusiva de Pedro Sánchez.
5- Rajoy y su léxico ruiz
No salimos del debate a dos. Con la cordialidad saltando por los aires, el miedo a presenciar una patada en el trasero de Cervantes flotaba en el ambiente. Fue Pedro el primero en romper el hielo. Pero Rajoy, cuando hubo comprobado que su rival se movía como pez en el agua por la incorrección lingüística, decidió aletear, como mínimo, al mismo ritmo que Sánchez. Entonces llegó el insulto definitivo: "Ésa es una afirmación ruiz". Anonadado, alguno llegó a pensar que se trataba de un homenaje a Juan Ruiz, el célebre Arcipreste de Hita. Pero pronto comprendimos todos que allí no había sitio para obsequios poéticos y que el debate se iba transformando más en una escena de Los Soprano que en un verso del mester de juglaría.
4- Je suis Kant
Aunque, si nos atenemos a las fechas que dicta la ley, el cara a cara entre Pablo Iglesias y Albert Rivera no debería entrar en campaña, a efectos prácticos fue un acto electoral más plagado de momentos que no podemos dejar pasar. El capítulo estelar lo protagonizó Pablo Iglesias cuando quiso poner el foco en la filosofía de Kant. Para ello, se refirió a una tal Ética de la razón pura como obra cumbre del filósofo prusiano. Lapsus linguae o no, era tarde. Immanuel ya se retorcía en su tumba cuando Albert Rivera salió al rescate de su amigo argumentando que, pese no haber leído ninguna de sus obras (ni siquiera inventada), lo consideraba un autor de cabecera. Por imperativo categórico o no, será mejor que cambiemos de tema. El criticismo ha llegado demasiado lejos.
3- Al Ándalus libre
Nos trasladamos al debate a cuatro. En esta ocasión, para recordar la pifia que se marcó Pablo Iglesias en forma de inventado referéndum independentista andaluz. Lo he incluido en este ranking porque quiero pensar que lo que le fallaron a Pablo fueron las palabras y no los conocimientos, ya que cuesta creer que un profesor de Ciencias Políticas desconozca que lo que Andalucía votó aquel diciembre del 77 fue un trato acorde a su autonomía histórica. Dicho esto y dado el cariz que toman los acontecimientos, no sería de extrañar que pronto el pueblo andalusí se agolpara contra las maltrechas puertas constitucionales exigiendo, cimitarra en mano, independizarse del terreno reconquistado. Pero, de momento, con un proceso de desconexión basta, Pablo.
2- El alcalde de Rajoy
Ocurrió el primer día de campaña. Rajoy pisaba Zamora con fuerzas renovadas, confiado y altivo al saberse favorito en las encuestas. Como si pretendiera conquistarla en una hora, se subió a un pequeño banco de parque dispuesto a arengar a sus tropas. La población de la pequeña localidad zamorana de Benavente aplaudía enfervorizada cuando de pronto ocurrió: "Es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde". Así, con esta elocuencia digna del mismísimo Churchill, Rajoy ponía fin a su discurso. Los mismos que antes aplaudían ahora se observaban mutuamente. La perplejidad se había adueñado de la situación. ¿Qué ha dicho? Unos tímidos aplausos fueron encadenándose hasta poner fin a una escena digna del mejor surrealismo parisino. Una metáfora perfecta de lo que significa esta campaña electoral.
1- House Water Relaxing Cup
Y en primera posición nos quedamos con Pablo Iglesias y su increíble reproducción del nombre de la consultora de negocio PricewaterhouseCoopers. Con el palabro que Pablo se sacó de la manga me pasa como con el célebre discurso de Ana Botella en aquella gala de los JJOO: prefiero no saber qué demonios dijo para poder seguir inventándomelo. Pero, vicios ocultos aparte, hay algo que debemos hacernos mirar. Llevamos años exigiendo un presidente capaz de hablar un inglés de Oxford y parece que, después del 20-D, vamos a tener que seguir buscando. ¿Podemos permitirnos estos lujos? Luego uno echa la vista atrás y se da cuenta de que deberíamos conformarnos con que supieran manejar la lengua patria.
Feliz votación y hasta dentro de cuatro años.