José M. Faraldo renunció la semana pasada a formar parte de la Cátedra de la Memoria de la Universidad Complutense de Madrid (que hoy ha hecho pública su renuncia al contrato con Manuela Carmena) por “completo desacuerdo” con la dirección del organismo desde la muerte del anterior director, Julio Aróstegi: “Ha servido para el recuerdo de las víctimas, pero no para el estudio científico de la memoria”. En la carta dirigida a la nueva directora, Mirta Núñez Díaz-Balart, a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, aclara su desavenencia: “No ha sido plato de mi gusto”.
Que un informe firmado por un par de aficionados esté inspirando la peor política de memoria posible
“Te hago llegar este mensaje para rogarte que me des de baja como miembro del consejo asesor de la “Cátedra Complutense de Memoria Histórica” y que borres mi nombre de las listas que haya en las páginas de la red o donde quiera que sea”, explica tajante y “con todo el dolor de mi corazón”. De esta manera se lamenta de la falta de rigor historiográfico del organismo. Explica que no puede validar con su nombre unas actuaciones con las que está “en completo desacuerdo”.
Más adelante concreta sobre la situación del cambio del callejero de Madrid y el informe aportado por la Cátedra al consistorio: “Que un informe firmado por un par de aficionados esté inspirando la peor política de memoria posible en una ciudad como Madrid y en un gobierno municipal por el que quién esto escribe ha hecho activa campaña, clama al cielo”. Esa fue la gota que “colmó el vaso” del historiador.
Falardo es autor, entre otras obras y artículos, de La Europa Clandestina (Alianza), ensayo sobre la resistencia armada contra los nazis y los soviets en la II Guerra Mundial. “Soy antifascista desde que recuerdo, pero como investigador sé perfectamente que el consenso antifascista en una sociedad sólo se puede crear, lógicamente, construyendo consenso. Se necesitan políticas que apunten a sumar, no a restar o imponer”.
Pluralidad y consenso
El profesor acusa de sectarismo la dirección de actuaciones de la cátedra y pide consenso para llegar a un acuerdo con la “política de memoria democrática, racional y común”. “Lo cierto es que el Partido Popular representa a una parte de la sociedad española importante y no se le puede –en estos asuntos- ignorar sin más. Sobre todo porque las memorias son y han de ser, plurales”.
Se puede construir incluso si la organización política mayoritaria de la derecha está en contra
“Y no se trata de un equilibrio o una equidistancia vana: el culpable de un asesinato es quien asesina, el culpable de un golpe de estado es quien da el golpe. Pero ¿qué hacemos entonces con Casado y Besteiro en 1939? Su golpe tuvo razones más honorables que el de Franco, pero fue un ataque a la legalidad republicana. ¿Y vamos por fin a tener valor para enfrentarnos a 1934 y la revuelta contra la república? ¿Vamos por fin a condenar y examinar sin excusas las masacres de los católicos, la quema de conventos, las persecuciones religiosas?”.
La carta finaliza abogando por el consenso en la memoria y en las políticas de la reconstrucción del recuerdo del pasado. “Se puede construir incluso si la organización política mayoritaria de la derecha está en contra. Basta con hacerlo bien, con mesura, y ofreciendo gestos a la otra parte –independientemente de si la otra parte los acepta, recibe o rechaza, eso es asunto suyo”.