El mago español que toreó a Houdini
En su personal caza al farsante, el gran mago destacó al español Faustino Chacón, el "hombre incombustible".
19 junio, 2016 02:50Noticias relacionadas
Harry Houdini, el gran mago, juró desenmascarar a todos los estafadores que pretendieran jugar con la credulidad de la gente haciendo pasar por poderes reales lo que no eran más que trucos. Publicó numerosos textos sobre el tema, pero su libro fundamental fue Traficantes de milagros y sus métodos (publicado por Nórdica), donde dio un repaso inmisericorde a tragafuegos, comedores de piedras, faquires y otros presuntos prodigios humanos, a los que colocaba sistemáticamente en su sitio.
Desde pequeño comenzó a dar muestras de su aparente don de soportar el calor de hornos
Sin embargo, entre el puñado a los que reconoce una habilidad especial, destaca un misterioso "senor Lionetto" quien, según una información publicada en 1803, habría despertado la admiración de toda Francia por soportar temperaturas enormemente elevadas y el contacto con potentes reactivos químicos. Se decía que era capaz de introducirse en un horno en el que se estuviera asando un pollo, de sumergir las piernas durante cinco minutos en un caldero con aceite a 121 ºC para luego bebérselo, o de ponerse de pie sobre una barra de hierro incandescente para, a continuación, posarla sobre su lengua, entre otras muchas cosas extraordinarias. Según la misma información, "el sujeto de estas pruebas es un joven natural de Toledo, España, de veintitrés años de edad". Para Houdini, sin lugar a dudas, se trataba de uno de los más importantes ejemplos de "desafiadores del fuego".
Pero, ¿quién era en realidad el "senor Lionetto"? Como relata el gran historiador de la magia española Ramón Mayrata, su verdadero nombre era Faustino Chacón, había nacido en 1779 u 80, y pasado su infancia en Talavera. Desde pequeño comenzó a dar muestras de su aparente don de soportar el calor de hornos, en los que se introducía cada vez que necesitaba ganarse un dinero. Pero su nombre se expandió como la pólvora cuando se supo que, durante el bombardeo de Cádiz por parte de la flota inglesa en 1797, había entrado en una casa en llamas para salvar a varias personas.
Su fama pronto rebasó la frontera y fue llamado a Francia para actuar ante una delegación científica que levantase acta de sus habilidades. Antes, hizo una demostración pública en Madrid, en 1803, en la casa de Francisco Antonio Zea, un ferviente amante de la ciencia al que dejó boquiabierto, además de al resto de los testigos. Lo mismo que ocurriría en su actuación ante la Escuela de Medicina de París, donde los galenos presentes dictaminaron que quizá España tuviese en su poder un arma poderosísima porque, cual superhéroe, ¿qué no podría hacer aquel hombre si se le enviaba a lugares con condiciones hostiles donde nadie más podría sobrevivir?
Amigo del fuego
Chacón pronto comprendió que en Europa su arte sería más productivo. En España, a pesar de lo espectacular de sus actuaciones, no era más que otro "sanador", nombre con el que se conocía a los curanderos que afirmaban poder aliviar dolencias manejando el fuego.
Sin embargo, más allá de los Pirineos, se convertía en protagonista de un espectáculo lucrativo por el que la gente estaba dispuesta a pagar una buena entrada: ya estaba en marcha el gran negocio del ilusionismo que alcanzaría su cénit entre finales del siglo XIX y el XX.
Siguió despertando admiración unánime, sin que nadie encontrara motivo alguno para sospechar de que lo que viesen no fuese real
Por eso, fue necesario que eligiera un nombre artístico y optó por el de "senor Lionetto", sin la incómoda eñe que tantos problemas daba en el extranjero. Y durante años, fue llevando por todos los lugares su particular show, que siguió despertando admiración unánime, sin que nadie encontrara motivo alguno para sospechar de que lo que viesen no fuese real.
Hasta que un tal profesor Sementini terminó dando con la explicación. Primero, observó detenidamente las actuaciones de Lionetto, fijándose en detalles como que sólo cogía la barra de hierro ardiente de una forma determinada y que parecía tener los dientes negros, como si se los cubriera con alguna sustancia.
Un siglo después Harry Houdini le salvara de la pira de los malos magos
Después, no dudó, con una enorme valentía, en poner en práctica sus sospechas sobre sí mismo: "satisfecho con sus hallazgos, el profesor se aplicó una capa de jabón duro en la lengua hasta que ésta se tornó insensible al calor del hierro; y cuando la embadurnó con un ungüento a base de jabón y solución de alumbre, constató que el aceite hirviendo no le producía quemaduras; mientras el aceite permanecía sobre la lengua se pudo oír un ligero siseo, parecido al que produce un hierro al rojo vivo cuando se introduce en agua; el aceite no tardaba en enfriarse y podía entonces ingerirse sin peligro".
Sementini fue replicando, así, todos los trucos de Chacón, alias Lionetto, aunque es de suponer que en más de una ocasión el método de prueba-error tuvo malas consecuencias. Ya el artículo recomendaba no imitarle "salvo si se es un profesional". Pero el descubrimiento no hizo huella en la fama de Lionetto, como demuestra que un siglo después Harry Houdini le salvara de la pira de los malos magos.