“En la iglesia no podía apartar los ojos de los sombreros de las mujeres", así explicaba Bill Cunningham su pasión por la moda, una pasión que lo convirtió en el retratista de Nueva York durante cuarenta años. Porque Cunningham, que ha muerto a los 87 años tras sufrir un derrame cerebral, se pasó la vida haciendo fotos: de día, a la gente de la calle y de noche, a las celebrities que acudían a fiestas o actos benéficos.
Sus dos columnas hablan de esas dos tareas: en “Evening Hours” retrataba a los ricos y famosos y en “On the Street” inventó lo que hoy se conoce como street style antes de que cualquiera empuñara un móvil creyendo ser fotógrafo. La moda fue su pasión desde aquella observación infantil en las iglesias pero en realidad, lo que retrataba Cunningham era la ciudad de Nueva York, su historia y la de sus gentes. Y lo hizo captando cómo vestía la gente. Porque la moda es síntoma y también verdad, lo sabía el hombre que había sido publicista, escritor de columnas e incluso soldado ocasional.
27 bicicletas robadas
Cunningham se dio a conocer retratando a Greta Garbo pero lo que le apasionaba era encontrar a alguien por la calle con una indumentaria llamativa o anodina y ponerlo en su contexto, Nueva York. Él, sin embargo, vestía siempre igual. Lo hacía para pasar desapercibido, para no llamar la atención. Precisamente fue esa una de las condiciones que puso para que en 2010 el director Richard Press grabara un documental sobre su vida: que no le acompañaran más de tres personas y que la cámara empleada fuera lo más pequeña posible. El que tira la foto no puede ser el protagonista, parecía decir el veterano fotógrafo, pero en esa ocasión no pudo evitarlo. Su soltería suscitó preguntas que no contestó, por ejemplo si o no era homosexual, pero confesó algo más conmovedor que sus tendencias sexuales: jamás había tenido una relación romántica en su vida.
En todas las tomas de ese vídeo aparece su bicicleta. Hasta 27 cuenta que le robaron a lo largo de su vida y explica lo fácil que es moverse sobre las dos ruedas, las opciones que da para meterse por lugares imposibles, pararse cuando uno quiere y viajar ligero de equipaje. Esa misma frugalidad aplicó a todo en su vida, pues vivió en un pequeño estudio encima del Carnegie Hall hasta 2010, cuando los derribaron. También esa parte se cuenta en la cinta, donde puede verse un barrio en proceso de gentrificación.
Esos cambios quedaron recogidos en la exposición que se celebró hace dos años en Sociedad Histórica de Nueva York, donde se pudieron ver imágenes suyas tomadas entre 1968 y 1976, cuando la gente se iba de la ciudad por el aumento de la delincuencia y el deterioro de las calles y los edificios. Él no se fue, se quedó y la retrató: era su forma de salvarla. Su compromiso con Nueva York fue su relación más larga. Y cualquier extraño al que disparó, su verdadero amor.