"La culpa es de los viejos": el origen literario del Brexit
La interpretación de las últimas elecciones en términos de guerra "viejos vs. jóvenes" tiene una raíz más literaria que científica.
30 junio, 2016 13:18Noticias relacionadas
- "Pesimismo" en el sector editorial: crece sólo un 2,8% gracias al libro de texto y la novela
- Boris Johnson, el rey del autobombo (y la propaganda)
- Obsesiones, fetiches y tópicos, ¿por qué el cine se repite?
- "Si el PP no tuviera tantas herencias franquistas, Rajoy sería de centro"
- Peggy Guggenheim, la niña rica que salvó el arte del expolio nazi
- Thomas Pynchon, una inteligencia a la fuga
Los señores politólogos están enfadados. Los señores progresistas están enfadados también. ¡La gente no vota lo que debería! Tanto el Brexit como el resultado de las elecciones presidenciales en España han producido en los medios y en las redes un torrente de reacciones emocionales y desasosegadas. Mucho paper, mucha encuesta y mucha “evidencia científica” antes de las elecciones, para llegar a la profundísima conclusión de que el problema es que el pueblo europeo es reaccionario, conservador, egoísta, ciego y ¡viejo! Sobre todo viejo. Los viejos, seres taimados donde los haya, se estarían comiendo el futuro de los jóvenes, los viejos habrían votado en masa para sostener sus privilegios a costa de un porvenir que no les pertenece.
Viejos contra jóvenes: Swift
Esta es la lógica primaria que rige la mayoría las interpretaciones a estas elecciones. “Que se mueran los viejos” es un hashtag que circula ya en las redes sociales españolas. El argumento intergeneracional es atractivo porque es simplificador y emocional: nos permite señalar culpables (los viejos están por todas partes) y perseguirlos (aunque sea sólo simbólicamente). Si la cuestión es ser o no ser viejo, todo el complejo debate ideológico queda relegado a favor de emociones primarias.
El argumento intergeneracional es atractivo porque es simplificador y emocional: nos permite señalar culpables (los viejos están por todas partes) y perseguirlos (simbólicamente)
Si el contenido emocional del argumento “viejos contra jóvenes” es tan intenso, quizás nos sea mucho más útil la literatura que la ciencia social para comprender su lógica. No sé si los politólogos progresistas han leído a Jonathan Swift, pero en su reducción del resultado del Brexit a “viejos comiéndose el futuro de los jóvenes” parecen estar inspirados en la gran sátira de 1729, A modest proposal. El título completo de la obra satírica era Una modesta proposición para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público. Este texto corto y brillante responde a la situación de pobreza extrema y hambruna en la Irlanda de la época, en la que los terratenientes Ingleses ahogaban a los jornaleros locales cobrándoles unas rentas imposibles de asumir.
Frente a la imposibilidad de alimentar a las familias numerosas, Swift propone una solución irónica y cruel con un tono de total seriedad: que los jornaleros puedan entregar a sus hijos como parte de pago de los impuestos a los terratenientes. Estos se verían beneficiados con un alimento de primera calidad, mucho mejor que la carne de cerdo y los padres pobres se ahorrarían tener que dar de comer a otra boca, además de la ganancia directa por la “venta” de sus hijos. El texto de Swift está lleno de cálculos numéricos que demuestran la conveniencia irrefutable de su propuesta. Se trata de una crítica a la crueldad ciega del cálculo racional económico que ya hacía mella en su época. No parece difícil, en la interpretación de “viejos contra jóvenes” del Brexit, ver una realización de la sátira de Swift.
Jóvenes contra viejos: Bioy
Pero la propia idea de leer el resultado del referéndum británico y de las elecciones españolas de esta manera, podría mostrar que, efectivamente, hay una “guerra generacional” en marcha, pero en el sentido contrario: pueden ser los jóvenes que dominan el discurso público (los periodistas, los politólogos, los tuiteros), los que están enfadados con el resultado, porque en el fondo consideran que esos viejos ignorantes no tienen derecho a defender sus derechos, que en realidad habría que bajarles las pensiones y tirarlos por la borda como lastre. Esta idea de los jóvenes a la ofensiva contra los viejos también tiene una encarnación literaria notable.
Si los jóvenes que dominan el discurso público (los periodistas, los politólogos, los tuiteros) están enfadados con el resultado es porque en el fondo consideran que esos viejos ignorantes no tienen derecho a defender sus derechos
En 1969 Adolfo Bioy Casares publicó la novela Diario de la guerra del cerdo, una narración en la que sale a relucir el odio a la vejez en una dimensión no ya económica sino metafísica. “Se acabó la dictadura del proletariado para dar lugar a la dictadura de los viejos”. Lo viejo es la sede de todo lo desagradable y se anticipa que si no se toman medidas, la vejez acabará derrochando los recursos de la sociedad: antes se vivía hasta los 50, en el momento en el que se desarrolla la narración eso había ascendido a los 80 y era esperable, piensan lo personajes de la novela, que pronto se llegaría a los 100. La sociedad está dominada por la vejez, a menos que los jóvenes se organicen en células para perseguir a los viejos, las vejez habría ganado la batalla.
¿Cuál de los dos puntos de vista es el correcto?
Por supuesto ninguno. Swift y Bioy lo sabían con una sabiduría mucho mayor que los contendientes retóricos que pueblan hoy los periódicos. Que todos los viejos han sido jóvenes y todos los jóvenes serán viejos es casi una identidad contable. Que una vejez cada vez más larga es un problema económico, es un resultado aritmético y una incógnita filosófica. Quizás lo mejor que los científicos sociales pueden hacer es dejar pudorosamente paso a los Swift y a los Bioy, a la sátira y a la novela de ciencia ficción. No resolveremos nada pero nos divertiremos más.