El chulapo madrileño es un Julio Iglesias infinito: galán incontestable con clavel en la solapa. Resiste en el coqueteo, calibra los riesgos a fuerza de intuiciones y mira en diagonal, jugando con cuidado las cartas. Ronea en círculos, se levanta el chaleco con los pulgares y lanza un guiño al mundo a ver a dónde cae. Cuando se junta con sus compadres, parecen una peña de palomos resabiados. Hay un pulso estético constante. Se saben observados y actúan con una gracia ancestral. "Cuando llegues a Madrid, chulona mía, voy a hacerte emperatriz de Lavapiés, y a alfombrarte con claveles la Gran Vía, y a bañarte con vinillo de Jerez". Les leo los labios arrugados canturreando bajito: se las saben t-o-d-a-s. Sin embargo, todo ese roneo que desprenden sólo llega a un puerto: son hombres elegidos desde hace mucho y van del brazo de sus niñas, que ya han soplado los sesenta. La Plaza de Cascorro burbujea.
A Vicente, el traje le ha poseído. Dice que sólo se viste desde el año pasado, pero que esto "es como una droga": "Si pasas el primer mes ya estás jodido, ya te has vestido, ya has salido a la calle y has perdido la vergüenza", explica. "El año pasado mi mujer me dijo 'nos apuntamos al chotis' y yo 'venga, vale', porque la mujer siempre manda, ¿sabes?". Él se refiere a la vida, pero también sucede en el baile. El caballero sólo se desliza. Se deja arrastrar por la marea del mantón.
Piropos 'con educación'
José Luis y María Dolores llevan treinta años ya en la salsa. Se miran como en las coplas, se sujetan con solemnidad y ternura. "Siempre se ha dicho que los madrileños somos, más que chulos, chulapos; tenemos fama de gente echada p'alante, de aquí estoy yo, pero vamos sin ningún mal ánimo de ofender a nadie", explica él, que es el presidente de la agrupación Amigos de los Castizos.
Si el piropo no va con educación, la mujer castiza es muy tajante y muy dura, y soplamos unas bofetadas... que tela marinera
Ella dice que la chulapa es alegre, dicharachera y juerguista, y que "admite cualquier piropo, cualquier requiebro, cualquier cosa que vaya con educación": "Si no va con educación, la mujer castiza es muy tajante y muy dura, y soplamos unas bofetadas... que tela marinera". Recuerda un piropo que le gustó especialmente: "Me gustaría ser una lágrima tuya para salir de tu ojo, recorrer tu mejilla y morir en tu boca", recita, pestañeando con la intención aquella de Marujita Díaz. El esposo no se queda corto y contraataca: "Si la belleza cotizase a Hacienda, tú estarías arruiná".
Pilar pasa de los 80 y es la estrella del concurso de personajes castizos que se celebra en el escenario colindante con la estatua de Eloy Gonzalo. "¡Vamos, Pilar!", la aclaman unos vecinos. Es de esas mujeres flacas y sencillas que se mueven sigilosas; bellezas austeras de cara lavá. Se elige a la mejor versión de La Susana, de La Maja de Lavapiés, de La Señá Rita, de El Julián y de Don Hilarión. El premio es una escarapela valorada en 300 euros. Ellos se visten con la misma excitación que gastaban a los veinte, pero nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Paga el Ayuntamiento
"El chuleo ha cambiado", dice Agustín, muy dispuesto. "Sobre todo, en que antes la mujer siempre esperaba a que tuviera la iniciativa el hombre, y ahora, en la mayor parte de los casos, es al contrario". Vicente, su amigo, también cree que era "más bonito" antes, cuando aún los piropos no estaban tan mal vistos. "Pisa fuerte, que paga el Ayuntamiento", sugiere. O "Eso es un cuerpo y no el de bomberos", un clásico atemporal. También esbozan un "Guapa, entre lo que se te ve y lo que se imagina, vaya tormento para la imaginación".
Y miras para allá, ves a las mujeres vestidas de castizas y dices 'ay, ojalá fuese mi abuela la que estuviese ahora ahí...'
Yahaira anda apoyada en una farola con un tinto de verano en una mano y un bocadillo en la otra. Nació en La Latina y, aunque ya no vive aquí, regresa siempre a las calles. Le huelen a casa. "Aunque estemos todo el día trabajando, y aunque crezcamos y nos vayamos del barrio, seguimos viniendo a las fiestas", sonríe y señala a su pareja. "Él es canario y le digo 'mira, tienes que probar unos entresijos, y vamos a comernos un bocadillo, como siempre...'". No se viste -ya lo hacía de pequeña-, pero sabe bailar el chotis y jugar al mus. "Y miras para allá, ves a las mujeres vestidas de castizas y dices 'ay, ojalá fuese mi abuela la que estuviese ahora ahí...', y ojalá yo me atreviese a subir también". Le late la chulapita dentro.
Mariano y Fernando son de Graná pero llevan años viviendo en Madrid. ¿En qué ha cambiado el chulapo madrileño? ¿Cómo es el castizo moderno? "Es básicamente igual, pero varía en matices: tiene pircing en la lengua, fuma tabaco de liar... y aunque ya no vaya con todo el traje, aún se pone la boina. Allí había unos chavales con la boina jugando a las ranas", relata. Al cortejo lo llama "choteíllo" y cree que ahora se basa en "restregón en la discoteca, con cerveza de por medio", mientras que antes consistía en "invitar a una chica a ir al Retiro a comerse un barquillo o a dar un paseo por la calle La cabeza en Lavapiés... pero es que ahora no saben ni qué es un barquillo". Sonríe y remata: "Antes te bailabas un chotis, ahora la cosa va de bailarte un techno". Mariano arrolla. Chulapo tú.