Barcelona

Hace años que el programa de sketches Saturday Night Live incluye a Beyoncé Knowles como un personaje recurrente para sus chistes. La cantante aparece de vez en cuando, interpretada por una actriz de gestualidad exuberante como Maya Rudolph, que baila y relata con ironía la convivencia entre Beyoncé y Jay Z. Sin embargo, el mejor gag sobre la nueva diva del pop no cuenta con ninguna imitación de Beyoncé, sino tan solo con un grupo de personas blancas que, como si se tratase de una película de terror, se muestran horrorizadas ante el descubrimiento de que Beyoncé es, en realidad, negra. “¿Y en Single Ladies?”, pregunta una chica asustada. “Sí, en Single Ladies también era negra”, le responde otro personaje. La idea del gag es sublime, y pone en evidencia cómo Lemonade parece haber avivado una herida que en los Estados Unidos permanecía abierta.

De hecho, Beyoncé apela una y otra vez a Malcolm X. “Call me Malcolm X”, dice en un momento del vídeo-disco, y luego se escucha el siguiente discurso en off: “La persona menos respetada de América es la mujer negra; la persona menos protegida de América es la mujer negra; la persona más desatendida de América es la mujer negra”. Beyoncé se plantó en la Superbowl con la melena rizada al viento. Spike Lee abrió su película sobre Malcolm X, precisamente, con una escena en la que el joven protagonista, desvinculado del islamismo y de la lucha por los derechos de los negros, se plancha el pelo, eliminando así sus rizos naturales.

La artista en su último vídeo, inspirado en la artista Pipilotti rist. Parkwood

Era mediados del siglo XX y, tal y como el mismo Malcolm X definió en su autobiografía, la cuestión del pelo no era un detalle menor, sino un enorme gesto político. Hace apenas unos meses, una chica le preguntaba a Hillary Clinton sobre el conflicto racial, le hablaba de Beyoncé y le comentaba que hacía poco que había decidido dejarse el pelo “natural”.

Le preguntaron entonces a Clinton si entendía que la policía se hubiese sentido agraviada por la intervención de Beyoncé en la Superbowl, y que muchos pidiesen que nadie comprase sus discos. La respuesta de Clinton reafirmó la labor de una parte de la policía, para luego matizar que hay un fallo en el sistema. En aquel momento, de Beyoncé, no dijo nada, como si esta fuese una figura incómoda: la reina del pop para todos que, de repente, y para sorpresa de muchos, se ha convertido en una cantante negra.

La reina en campaña

Más recientemente, la candidata a la Casa Blanca por el Partido Demócrata ha comentado entre risas en un programa de humor que no le importaría contar con Beyoncé de vicepresidenta. Se rumorea, también, que Clinton visitó por sorpresa el rodaje de un videoclip de la cantante. Mientras, proliferan los artículos que comparan a ambas, que las definen como dos mujeres poderosas y que ahondan en las similitudes y diferencias entre sus matrimonios. Mientras, Trump critica a la estrella, que ha acentuado su discurso político. Después de estar en el foco del pop y de la prensa amarilla, Beyoncé pasa a ser uno de los nombres más relevantes de la campaña electoral.

Hace apenas unos días, un miembro del Movement for Black Lives señalaba su descontento, tal y como recogía el New York Times: “Las dos candidaturas han fallado a la hora de abordar las exigencias y las preocupaciones de nuestra gente”. Entre otras cosas, piden el final de la pena de muerte, una legislación que reconozca los efectos de la esclavitud y programas sociales para el empleo y la educación.

En los últimos meses se ha reavivado el debate en torno al conflicto racial en Estados Unidos. Hace unas semanas, por ejemplo, Michael Jordan escribía en un artículo que no podía callar más ante la escalada de violencia que existe en Estados Unidos. “Como americano orgulloso, como padre que perdió a su propio padre en un acto de violencia y como hombre negro”, así se presentaba Jordan al inicio de su carta.

La cantante aúna dos figuras a temer: la del negro y la de la mujer. Defiende dos términos que se sitúan lejos de las convicciones de la ultraderecha que representa Trump, se significa como heredera de la lucha negra y enarbola un discurso feminista. De la misma manera, en Chi-raq, el musical rap de Spike Lee inspirado en la comedia griega Lysistrata otorga a las mujeres negras de Chicago el poder de terminar con la criminalidad y con el gusto exacerbado por las armas mediante una huelga de sexo.

Beyoncé en acción durante la última Superbowl. Reuters

Lo mejor de la película de Lee es que pasa completamente de la narrativa que ha predominado en un cine y en una industria ideados y liderados por los blancos. El lenguaje de Chi-raq es nuevo, es distinto, es kitsch, sensiblón, rítmico, sensual, colorista. Es una película política y radical, también por su forma. Y es una rareza. Igual que el Lemonade de Beyoncé.

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