Los Obama acaban de conectar la tele. La ocasión es especial y han preparado dos tipos de ensalada. También hay pizza y nachos. No entienden de dieta mediterránea, pero saben lo que significa la Super Bowl. Han concedido una entrevista en directo a la CBS media hora antes de que empiece el show que paraliza el país, dispara las audiencias a las nubes y dinamita el precio del segundo de los anuncios. Todo EEUU está pendiente. Los Obama se tragan entera la paliza que los Denver Broncos propinan a los Carolina Panthers, porque en el intermedio actúa Beyoncé y les ha dicho que estén atentos, que lleva sorpresa. Hay confianza: cantó el himno nacional, junto con una banda de marines, en la segunda toma de posesión de Barack.
Cuando los dos equipos abandonan el terreno de juego del estadio Levi, en Santa Clara (California), los fans saltan, borrachos de adolescencia, al campo para colocarse a pie de escenario. Un clásico de los grandes momentos de la historia de la vergüenza ajena. Entre la muchedumbre aparece Chris Martin y suenan los acordes de Viva la vida, himno al que estamos condenados.
Coldplay tenían contratado el protagonismo del centro del mundo por 15 minutos, con un espectáculo hortera y colorido muy en sintonía como el de Katy Perry de la edición anterior. La cantante puso sobre el césped un paraíso para blanquitos con muñecotes de felpa, palmeras, tablas de surf y pelotas que hablan. Un mundo de caramelo que trató de compensar ennegreciendo el final haciéndose la rapera y caricaturizando el costumbrismo negrata.
Beyoncé había calentado el ambiente el día anterior con el lanzamiento del vídeo del nuevo tema que interpretaría en la Super Bowl: Formation, un alegato a la toma de conciencia de la negritud y al respeto por los derechos civiles, que la diva pop manda en medio de la bomba racial alimentada por la brutalidad policial, las injusticias, el discurso troglodita de Donald Trump, la salida de Obama de la Casa Blanca y el boicot a los Oscar. Todo esto en el intermedio. Cuando el personal se relaja ella les da una lección política.
Pelo afro
Estaba dispuesta a fulminar todo ese pringue pastelero y tras la actuación funky de Bruno Mars (que arrebató la sobredosis de blancolor de los de Martin) se presentó con un ejército de bailarinas Panteras Negras en la línea de 10 yardas y en menos de un minuto llevó la legitimación cultural de la narrativa negra a la cumbre de la popularidad.
Los índices de indignación republicana colapsaron: Rudy Giuliani, el exalcalde de Nueva York durante los atentados del 11S, declaró a la cadena Fox que le parecía escandaloso que la artista utilizara la Super Bowl para atacar a la Policía. Giuliani debió enloquecer con el vídeo oficial del tema, estrenado un día antes del evento deportivo, en el que la cantante -que según Forbes ingresó en 2015, 250 millones de dólares- aparece cantando sobre el techo de un coche patrulla semihundido en las aguas que anegaron Nueva Orleans. Aunque no hay menciones explícitas contra la Policía.
Lo que el exalcalde no soporta es que un himno Black-Power aparezca a todo meter en Prime Time, con un par de decenas de mujeres vestidas de Panteras Negras, formando una X enorme (en honor a Malcolm X) y alabando sus facciones, sus gustos y sus raíces afroestadounidenses: “Adoro el pelo de mi hija con su pelo de bebé afro/ Adoro mi nariz negra con fosas nasales de los Jackson Five”, dice el nuevo pelotazo de Beyoncé.
Dos ensaladas en la casa de los Obama, una bomba de ira en la de los Trump
Donald Trump también salió tarifando. Le preguntaron qué le pareció la actuación estelar de la reina pop del activismo: “Fue ridículo e inapropiado”. Dos ensaladas en la casa de los Obama, una bomba de ira en la de los Trump. Lo que menos le gustó fue el “meneo de sus caderas”... El flequillo republicano más caprichoso dijo que si lo hubiera hecho cualquier otra persona habría sido “un escándalo nacional”. ¿En quién piensa? En Bernie Sanders pierna al aire, tacones, cananas y braga negra, por supuesto.
Un ejército imparable
La coreografía es agresiva, no hay ni rastro de la pantomina macizorra que montó en la misma cita, en 2013, donde terminaba sacudiendo cadera y enseñando visillo. Esta vez entró con ganas de pelear, con sus boinas, sus cueros y sus botas. Hay insinuación y cacha, pero son invisibles en la nueva profeta de la revolución negra. Tiene el ejército listo.
Si Gil Scott-Heron (1949-2011) levantara la cabeza se le fundirían los plomos. En 1971 publicó la canción con la que llamaba a apagar la televisión y pasar a la acción para reivindicar los derechos civiles de los ciudadanos afroamericanos. “La revolución no será televisada, colega”. Temazo. Cuarenta años después, Beyoncé la ha colado en la madre de todos los fenómenos televisados, el centro del mundo, en los 15 minutos de gloria del plasma, ante 167 millones de estadounidenses, con una marca de 3,9 millones de tuits enviados durante el descanso, en el mismo estadio donde un vaso de cerveza son 15 dólares y 30 segundos de anuncio cinco millones de dólares. En el mismo momento en que América devoraba 1.300 millones de alitas de pollo, Beyoncé se convertía en la culminación del proyecto cultural negro contra la sumisión.
La revolución no televisada estalló con el asesinato de Trayvon Martin (17 años), en 2012, continuó con el de Michael Brown (18), en 2014, y el de Sandra Bland (28 años), en 2015. De los conflictos surgió una voz independiente, Ta-Nehisi Coates (Maryland, 1975, seis años mayor que Beyoncé). El periodista que se convierte en estrella gracias a sus reportajes sobre discriminación y represión racista para The Atlantic.
Coates llevó sus experiencias como ciudadano negro en los EEUU al libro de memorias Between the World and Me. El libro ha recibido el National Book Award en No Ficción. Marvel le ha contratado para escribir el guion de -sí, amigos- Black Panther, el superhéroe negro, y así dotar a una historia de Ciencia Ficción de un tono social y político hasta ahora inédito en este personaje, creado en 1966 por Stan Lee y Jack Kirby. ¿Imaginan el título del álbum? Una nación bajo nuestros pies.
Y mientras tanto Hollywood celebra su blanquitud con unos Oscar que dejan las vergüenzas de la industria al aire; la tele disfruta con American Crime Story, donde O. J. Simpson trata de demostrar su inocencia en medio de un país tomado por policías salvajes, procesos judiciales corruptos y racismo sin control; las primarias vibran con uno de los discursos más retrógrados y bochornosos frente a uno de inspiración socialista; los cines se revuelven con Spike Lee regodeándose en la pobreza, la violencia y la desesperación con su última película, Chiraq, una de las cosas más desafiantes que ha heco.
Mientras EEUU bulle contra la caverna, Yoncé se marca Formation, una metáfora feminista negra -ya utilizó antes los versos de la poeta Chimamanda Ngozi Adichie- que describe una comunidad resistente a la supremacía blanca: Black Lives Matter, una organización creada tras el asesinato de Trayvon Martin, que trabaja por la reconstrucción del movimiento de liberación negro contra la violencia de la policía y los vigilantes contra los negros. El remake de Panteras Negras, encabezado por la versión cananas de Beyoncé. La diva pop le ha puesto música a la zurra de la carcundia norteamericana.