Hace unas semanas fallecía Luísa Cortesão en Lisboa. Tenía 65 años, dedicó su vida a la salud de sus compatriotas, trabajando como endocrinóloga. Hace apenas cuatro años, ya retirada, su orientación dio un giro radical: se inscribió en un taller del proyecto LATA 65, una iniciativa que acerca a los más ancianos al arte urbano, desde el graffiti hasta los stencils (plantillas) y las pegatinas.
Un vistazo a su cuenta de Instagram revela la incesante actividad de esta señora durante esta etapa de su vida. Se dedicó a cubrir los muros de la capital lisboeta con excepcionales graffitis. Sus stencils favoritos eran los que hacía con brujas grafiteras, hadas, duendes y sirenas. Otros mostraban una brillante capacidad para la crítica social.
Tituló uno Calentamiento Global. Muestra peces entre torres de castillos, rascacielos y campanarios. Otra serie de dibujos recuperaba figuras de la mitología clásica para denunciar la intervención de la Troika en Grecia, bajo el lema todos somos griegos. Otra pintada divertida, este vez sobre el matrimonio gay, evoca la rima lusa reza chuva e sol: casamento de espanhol (lluvia y sol / boda de español) y muestra dos señoritos celebrando su unión. También crearía el stencil que hoy sirve como el logotipo de LATA 65, que muestra una abuela con lata de spray en mano.
Desde su comienzo en 2012, más de 195 alumnos han participado en esta iniciativa en 17 ediciones diferentes en ocho ciudades lusas
El estilo de Luísa Cortesão –que iba a ser entrevistada para este reportaje– era único, pero ella pertenecía a un grupo creciente de portugueses de la tercera edad formados en el arte urbano por esta proyecto, organizado por WOOL, el Festival de Arte Urbano de Covilhã. Desde su comienzo en 2012, más de 195 alumnos han participado en esta iniciativa, que ya ha celebrado 17 ediciones diferentes en ocho ciudades lusas, entre ellas Lisboa y Oporto, además de una convocatoria extraordinaria en São Paulo, Brasil.
Revalorizar la tercera edad
Con la democratización de los accesos a los servicios sanitarios y una notable mejora en los tratamientos existentes, es cada vez más probable llegar a la tercera edad. Los cambios de tendencias demográficas también son especialmente evidentes en países como Portugal, donde la crisis económica ha provocado la fuga de jóvenes en busca de oportunidades laborales fuera de sus fronteras, a un ritmo de 110 mil emigrados cada año desde 2013. Se ve a las personas mayores paseando por los parques, sentados en los bancos de las plazas o llenando las salas de lectura de las bibliotecas municipales.
El proyecto LATA 65 hace frente a ese aislamiento, proponiendo una forma alternativa de disfrutar de los años extra que la tercera edad aporta a través del arte urbano. Lara Seixo Rodrigues, co-fundadora del Festival de Arte Urbano de Covilhã y directora del proyecto LATA 65, explica que la idea de involucrar a personas de la tercera edad con este tipo de expresión artística surgió en una conversación con un compañero sobre la omnipresencia del público de tercera edad en sus exposiciones.
Queríamos demostrar que el arte urbano puede servir como vehículo para que los mayores conozcan el arte contemporáneo y el asociado a los jóvenes
“Estábamos hablando sobre nuestros proyectos en distintas ciudades y comentamos lo curioso que era que el público que mostraba mayor interés por nuestro trabajo eran los más mayores… y de ahí salió el nuevo desafío de crear un taller de arte urbano para los ancianos”. “Desde el principio, el objetivo ha sido promover el envejecimiento activo y fomentar la solidaridad entre generaciones”, dice Rodrigues. “Queríamos demostrar que el arte urbano puede servir como vehículo para que los mayores conozcan el arte contemporáneo y formas de expresión artística tradicionalmente asociadas con los jóvenes”.
Graffiti grandmas
Financiado casi exclusivamente por WOOL y la asociación sin ánimo de lucro Mistaker Maker, el proyecto LATA 65 reúne a pequeños grupos de personas mayores para ediciones de cuatro módulos, tanto teóricos como prácticos. Rodrigues y el artista urbano Andres lideran estos cursos de formación, donde los ancianos aprenden sobre la evolución del graffiti y la terminología del arte urbano, el mundo de los tags (las firmas de los grafiteros), la técnica del stencil. Luego, las llamadas “graffiti grandmas” ponen esos conocimientos en práctica y elaboran sus propias obras de arte urbano en sus barrios, sobre muros cedidos por las juntas municipales o propietarios privados.
Con 62 años, Isabel Maria Martins Pereira do Paço es una de las participantes más jóvenes. La media de edad de participación es de 72 años, y en pasadas convocatorias el alumno de mayor edad tenía 101 años. Es una auditora jubilada, original de la ex colonia portuguesa de Mozambique, viuda desde hace 20 años y con un hijo. “No me había fijado mucho en el arte urbano”, admite Pereira do Paço. “A veces veía murales por la calle y me llamaban la atención por su belleza –el color, la propia imagen–, o por la propia agresividad que la obra me trasmitía. Representaban una marginalidad, un mundo en el que nunca había pensado mucho”. “Claro, después de participar en LATA 65, mi perspectiva cambió por completo”, ríe. “¡Me convertí en fan de este arte!”.
Pereira do Paço llegó a LATA 65 a través de Vintage for a Cause, otro proyecto benéfico que fomenta el trabajo social entre jubiladas mayores de 50 años a través de la costura y el reciclaje. Un día alguien le comentó sobre la iniciativa de arte urbano para mayores, y se apuntó. “A mi familia le pareció divertida la idea cuando lo comenté, pero así fui participando y contándoles más y más sobre la experiencia, también quisieron aprender más sobre el arte urbano”.
A través del curso de formación, Pereira do Paço pudo especializarse en el uso del stencil y la función del tag, pero lo que más le gustó fue “aprender cómo pasar imágenes del papel al muro… Realmente ha sido algo que me ha encantado. Y un día de estos, sea sola o acompañada por alguien de mi familia, voy a emplear lo que aprendí para hacer mi propio mural”.
Una expresión artística que sigue siendo controvertida
Aunque Lisboa y Oporto están adquiriendo una considerable reputación internacional por la calidad de su arte urbana –gracias, en gran parte, a la presencia a colectivos de artistas callejeros como Underdogs, liderado por reconocido artista local Alexandre Farto (VHILS) y atrayendo a figuras como el italiano Blu–, Rodrigues indica que este tipo de expresión artística todavía no es popular.
“El graffiti nunca fue apoyado por la sociedad” explica. “El arte urbano sigue esas línea de expresión, en el sentido de que muchos artistas reconocen que las calles son dónde mejor pueden promocionar y divulgar sus creaciones. El problema es que la sociedad todavía no consigue ver lo que separa al graffiti y el arte urbano y juntan lo que ellos ven como negativo con lo que puede ser bueno”. Según Rodrigues, “iniciativas como LATA 65 siguen siendo proyectos que emanan del mundo artístico: las juntas municipales no proponen actividades similares. Pese a ello, alumnos de LATA 65 como Pereira do Paço se han convertido en los nuevos –e inesperados– apóstoles de este movimiento artístico en las calles de Portugal.
“Me he dado cuenta que el arte urbano no es algo que se debe rechazar, sino todo lo contrario: es una manifestación artística de calidad”, insiste la jubilada. “Ahora cuando doy paseos miro a todo lo que veo pintado sobre las paredes, buscando los mensajes ocultos, las historias que cuentan, y aprecio la belleza que aportan a los espacios públicos. El arte urbano enriquece las ciudades, y proyectos como éste facilitan que nosotros, los más mayores, participen en ello".