Qatar ha abierto por primera vez las carnes de su cultura al exterior; una cultura híbrida y exuberante que mama del resto de países árabes del Golfo Pérsico. Todo por la jequesa Sheikha Al-Mayassa -la mujer más poderosa de la industria artística y responsable de la Autoridad de Museos de Qatar- que, aupada por la Fundación Banco Santander, coloniza ahora Madrid con Looking at the World Around you, la colección de arte árabe contemporáneo más importante del mundo.
La jequesa quiere y puede hacernos la boca agua con su cheque en blanco infinito y aprovecha para explotar el reclamo de Qatar, ese lugar hermoso y confuso que gasta ínfulas de Occidente, cuenta con un 90% de población extranjera y se urbanizó tan rápido que se ve empachado de modernidad y consumismo. Gracias al monedero sin fondo de la empresaria, los toxicómanos del arte podrán contemplar fuera del país de origen la selección de sus mejores obras. Ella encantada, como niña que apila muñecas.
Al-Mayassa es la hermana del emir de Qatar y su cartera e influencia han crecido a pasos agigantados en los últimos tiempos: ya en 2012 encabezaba -después de escalar diez posiciones- la prestigiosa lista Power 100 de ArtReview, que cada año corona a la persona que mayor presión ejerce en el panorama internacional artístico, que más imán emplea para que el dinero se mueva en el circuito y que más actividad haya desarrollado en la última docena de meses. La jequesa es la mejor embajadora qatarí, la llamada a intercambiar el arte nacional en el mundo global, la coleccionista de firmas granadas a pie de cuadro, la exprimidora del talento árabe y su difusora a golpe de talonario.
Caprichitos de 700 millones de euros
Qatar es uno de los pocos países en los que no se paga impuestos, tiene una de las mayores renta per cápita del mundo y no piensa parar hasta convertirse en el centro neurálgico del deporte, de la educación, del lujo, de la arquitectura y, cómo no, de la cultura. Aquí entra Al-Mayassa, la perla predilecta de la industria artística: es requerida con ansia en las reuniones más ilustres del mundillo y es lógico, ya que se estima que el ritmo de su gasto anual en arte alcanza los 700 millones de euros.
Su familia lleva más de 50 años poniendo el foco en este tipo de adquisiciones a cambio de precios astronómicos. Ahí está el récord de Los jugadores de cartas de Paul Cézanne por 190 millones de euros en venta privada; los 224 invertidos en 11 obras de Mark Rothko o los 36 millones destinados a la compra de Niño con paloma de Picasso. Tontea con Bacon, Hirst, Warhol, Lichtenstein o quien se tercie. Largo es el arte, como escribió Ángel González.
La Autoridad de Museos de Qatar, de la que Al-Mayassa es responsable, gobierna sobre el Museo de Arte Islámico, el de Arte Moderno y el Instituto de Cine de Doha, entre otros. Ahora ha sacado su mágico cheque para conquistar Boadilla con 160 piezas -despliegue sin vergüenzas- y hacer las delicias de los intereses del Banco Santander en Qatar.
La exposición estará abierta al público desde mañana, 9 de febrero, al 19 de junio de este año. Es un caleidoscopio del país, un relato de su historia del arte reciente a partir de 34 lentes, la mayoría arábigas -Marruecos, Egipto, Líbano, Argelia, Irak, Kiwait, y, claro, Qatar-. Pero tampoco ha querido la muestra prescindir de esa mirada foránea que tan bien la entiende y la compone. Aquí el belga René Magritte y los chinos Yan Pei-Ming y Cai Guo-Qiang.
Sherezade para el mundo
Las 160 obras -entre retratos, fotografías, esculturas, instalaciones y videoinstalaciones- recorren geografías y contextos sociopolíticos desde el norte de África al sureste de Asia. Se aborda el arte desde la pose de la narración histórica, la memoria y la identidad con una sensibilidad abierta a matices, a intercambio de fuerzas y a interpretación de bellezas.
Y claro que hay primor y surrealismo en las perlas que rodean los ojos azulados y la boca roja de la Sherezade de Magritte, atrás el mar y el rostro flotando en el paisaje, pero la radiografía subjetiva de Oriente no acaba ahí. Llegan trabajos vigorosos y comprometidos como los de Mona Hatoum, Amal Kenawy y Manal Al Dowayan, que se adentran en las problemáticas transformaciones del mundo árabe actual.
La exposición pasa de la radiografía casi onírica de Occidente de Magritte a obras vigorosas y comprometidas sobre las transformaciones del mundo árabe actual
La muestra es una invitación al diálogo cultural, a la concatenación de civilizaciones a partir de testimonios gráficos, visuales y auditivos. "Cuando Inji Efflatoun creó su autorretrato en prisión o pintó a sus conciudadanos del Egipto rural, estaba también retratando una sociedad en un momento de cambios históricos que modelaron y transformaron las vidas de las personas", ha explicado el comisario Abdellah Karroum.
Hay voces que hablan de vidas en llamas, otras que abordan la guerra y la destrucción, pero todas, en palabras del comisario, "proponen volver a mirar con ojos limpios, a repensar la relación entre historias y comprender el mundo actual".
Diálogo intercultural
Puentes. Lazos. Vínculos que crecen salvajes más allá de las paredes del museo. Trascendencia. Ya la apertura de la exposición es una petición de libertad: es la instalación Suspendidas juntas, de Manal AlDowayan, pura imagen poética, quien se encarga de dar la bienvenida. Decenas de palomas volando sobre el espectador, pero presas a pesar de la sensación de agitación, lastradas por el techo. Representan la situación de las mujeres saudíes, aniñadas, subestimadas, supeditadas al tener que obtener permiso de su tutor masculino para salir del país.
Primavera Invierno Verano Otoño: identidad de la modernidad, del pintor franco-chino Yan Pei-Ming, es un compendio de retratos de políticos, intelectuales, artistas y músicos árabes que trata de acercar al espectador a los rasgos faciales de los sujetos más influyentes de la comunidad árabe. ¿Cuál es el perfil del poder? ¿Existe algo en la mueca, en la mirada? Enfrente, Iconos del Nilo, del egipcio Chant Avedissian, expone en forma de valla publicitaria a sus paisanos, públicos o anónimos, encarnando cambios sociales que se vislumbran en la estética.
La instalación 'Suspendidas juntas', de Manal Aldowayan, representa la situación de las mujeres saudíes que necesitan permiso del tutor para salir del país
Más adelante encontraremos la deconstrucción de poemas de la artista abstracta Saloua Raouda Choucair -que abraza el formato estructural olvidándose del significado-, la argelina Baya Mahieddine -señalada como hija predilecta del surrealismo por André Bretón- y la célebre Mona Hatoum con su Corriente subyacente.
Interesante también la película Cruzadas de cabaret: los secretos de Karbala, de Wael Shawky, que arroja luz sobre las cruzadas desde la perspectiva árabe, recordando a la conciencia occidental que su lectura de la historia no es la única. La revolución egipcia se expone a la cámara fotográfica de Shirin Neshat, que en Nuestra casa en llamas muestra la barbarie de los procesos de violencia y muerte que se revisten de justicia, amor y libertad. La Primavera Árabe que florece cuando asesina.
La última fase de la exposición acoge a creadores exiliados, como los iraquíes Dia Azzawi e Ismail Fattah o el kuwaití Sami Mohammad: los primeros oscilan entre el aplauso artístico al ser humano que crea y la repulsión hacia lo que también es capaz de destruir. La dualidad está servida. El segundo, en su obra Intento de fuga 3, pone en relieve la crítica política y social de un hombre que trata de escapar y no lo consigue, forcejeando así contra la ceguera de muchos sistemas de poder del mundo árabe. El mensaje que presenta Looking the World Around You es ambicioso. En su nota de prensa dice que busca la transformación social a través de la cultura. Al-Mayassa sonríe. Ella piensa en dólares.
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