El 15 de septiembre de 2008 el cuarto banco de inversión de Estados Unidos, Lehman Brothers, se declaraba en bancarrota. En ese momento comenzaban a confirmarse los rumores sobre la inestabilidad del mercado financiero internacional.
Ese lunes Gallardón decía que quería que el siguiente presidente del Gobierno fuese Mariano Rajoy, por su parte el gallego afirmaba que mientras 20.000 andaluces pedían trabajo fuera de España, había 180.000 extranjeros cobrando el paro. Ese mismo día murió el fundador de Pink Floyd, Richard Wright, y el Atlético de Madrid cumplía 50 años en Copa de Europa.
Entre tanta noticia los españoles no sabían lo que se les venía encima. Después de la quiebra de Lehman Brothers, llegó la crisis de Grecia, las mareas blancas, los desahucios, los anuncios de niños de que tomaban pan con chóped imaginario y la ruptura del mapa político. Apareció el Movimiento 11M y un señor con coleta comenzó a aparecer en la televisión. Los medios de comunicación paulatinamente fueron haciéndose eco de una realidad económica que cambiaba (o que había cambiado) casi sin darnos cuenta. Apareció la palabra más repetida: crisis.
Después de la quiebra de Lehman Brothers, llegó la crisis de Grecia, las mareas blancas, los desahucios, los anuncios de niños de que tomaban pan con chóped imaginario y la ruptura del mapa político
A finales de 2008 comenzó una de las mayores depresiones económicas mundiales de los últimos siglos. La fiesta de la prosperidad se acabó y el capitalismo galopante se topó con el muro de la recesión. En España el estallido de la burbuja inmobiliaria y el aumento de la inflación envolvieron al país en un clima de inestabilidad. Los ciudadanos tomaron conciencia de que su cartera no era la misma que la de los señores del congreso, la información económica abría informativos y cerraba tertulias radiofónicas. La vida comenzó a girar en torno a una sola pregunta: ¿cómo salimos de esta?
Los políticos comenzaron a narrar la situación como un cuento con tal de dulcificar la realidad, el amargor de la crisis se debía pasar mejor si inventaban palabras y rehacían conceptos. Los gabinetes comenzaron a familiarizarse con las metáforas conceptuales, los neologismos, las creaciones léxicas y los préstamos. Mecanismos de innovación que en muchos casos escondían la realidad, algunos se exportaban de otros idiomas (casi siempre del inglés), mientras que otros nacían made in Spain.
Artillería lingüística
Cuando la crisis comenzó a hacer mella en la economía española, asumimos que era una situación transitoria: era un túnel, pero al final había una luz. Este fue el concepto que el Partido Popular utilizó en su convención de enero de 2014 con el eslogan: “España en la buena dirección”. Así marcaban un camino y una estrategia para salir. Mariano Rajoy afirmaba a finales de ese año que “la crisis ya es historia”, señalizando así la dirección que había tomado España cuando él ya había tomado las riendas.
Durante los peores años, la crisis se convirtió en un campo de batalla donde los agentes políticos y económicos intervenían. La deuda acabo siendo una bomba y España estaba en primera línea de fuego. De hecho, los recortes se convirtieron en un arma de destrucción masiva contra el empleo. Esta metáfora conceptual convertía la información política y económica en un continuo devenir de dardos lingüísticos teñidos de culpabilidad y temor.
Pero no sólo hablábamos de la guerra, la crisis también se convirtió en una fuerza natural. La tormenta financiera nos caía encima, vivíamos en una sequía crediticia e incluso cuando había buenos augurios se teñían de catastrofismo natural, en el momento en que se inyectaba liquidez a los países hablábamos de tsunamis u oleadas, fenómenos que implican destrucción.
Las metáforas conceptuales intentan contar realidades complejas de un modo sencillo, se produce un transvase de significados desde algo que conocemos perfectamente (la guerra, la naturaleza) a situaciones que son desconocidas o que nos cuesta comprender (como la economía). Sin embargo, en este transvase se producen efectos emocionales ya que el uso reiterativo de los términos en situaciones negativas lleva a los hablantes a rechazarlos. Manuel Machado (1874-1947) afirmaba que “hay palabras gastadas”, esto ha sucedido con términos como brotes verdes, lo que en primera instancia era una metáfora positiva a fuerza de repetición (por parte de los políticos) los ciudadanos acaban repudiándola.
Palabras y oscuridad
La Real Academia de la Lengua define la palabra oscurantismo como la “oposición sistemática a la difusión de la cultura”. En un contexto moderno cultura es información, pero la información que los políticos daban durante la crisis no era abierta, de hecho, era información oscurantista, sus palabras así lo demuestran.
El fenómeno de los eufemismos es el oscurantismo en las palabras. Un truco retórico tan viejo como el hombre, que sirve para dulcificar la realidad. Las tijeras del gobierno se dedicaron a recortar sin parar, es decir, a cortar aquello que sobra. Sin embargo, los recortes son una creación eufemística que oculta la palabra ‘reforma’ que tradicionalmente tiene un significado peyorativo.
Los términos negativos se sustituían o directamente no existían, por ejemplo la palabra rescate era un tabú en el vocabulario de los políticos, hablaban de préstamos en condiciones extremadamente favorables o apoyo financiero. ¿Durante la crisis les han subido los impuestos? En realidad no, sus contribuciones al Estado no han sido más que novedades tributarias. ¿Te despidieron y no te pagaron el finiquito? No, según los políticos te indemnizaron en diferido o en forma de simulación.
¿Durante la crisis les han subido los impuestos? En realidad no, sus contribuciones al Estado no han sido más que novedades tributarias
En 2011 el gobierno comenzó a usar el término recargo social de solidaridad, una creación que no entendía ni el mismo Montoro. Detrás de tan extensa construcción se escondía una realidad menos positiva, un recargo en el IRPF para los ciudadanos. Cuando la crisis enseñaba los dientes, los políticos sacaban las palabras bonitas. Que los jóvenes se tuvieran que ir del país para trabajar se convirtió en movilidad exterior. Si la economía caía, el descenso se convertía en un crecimiento negativo, una contradicción que en retórica se llama oxímoron y que consiste en añadir a una palabra otra que tiene un significado opuesto. Lo que en cualquier mesa familiar sería el equivalente a una colleja.
En su última etapa como presidente Zapatero enriqueció el español con todo tipo de palabras nuevas que evitaban al temido sustantivo -crisis-. En aquella época hablaba de frenazo, condiciones adversas, desaceleración del crecimiento o incluso desaceleración transitoria ahora más intensa.
Vaciamos los bolsillos, llenamos el vocabulario
Cuando las políticas de austeridad llegaron España, comenzó a aparecer el término austericidio, un neologismo que añadía el sufijo -cidio que significa “acción de matar”. La Fundéu explicaba que la nueva palabra significaba “matar la austeridad” y no matarnos a base de austeridad, que era el significado que los políticos le daban.
Del mismo modo, alguien inventó la palabra copago un neologismo que está mal pensado ya que el prefijo co- significa unión. En la reunión del gabinete de prensa que decidió que idearían una palabra que suavizase la situación no tenían la Gramática de la RAE delante, ya que el prefijo correcto hubiera sido re-, por lo que repago hubiera significado “pagar dos veces” que es lo que seguimos haciendo.
Los mileuristas fueron la generación estrella, pero como el ingenio humano es infinito, comenzó a acuñarse miseuristas
Los políticos crearon términos (aunque a veces con poco éxito) y los economistas tuvieron envidia, de modo que engendraronel banco malo. Añadieron un apellido a su feudo y se sintieron orgullosos de revelar su propia identidad, aún hoy lo están, si pones en Google ‘banco malo’ el primero resultado es Sareb.
Durante la crisis también aumentaron las distancias. De meros políticos los dirigentes pasaron a pertenecer a la clase política, para los que gobernaban pasaron a ser ciudadanía, un colectivo que separa y que resta individualidad. Los mileuristas fueron la generación estrella, pero como el ingenio humano es infinito, comenzó a acuñarse miseuristas, un neologismo bastante obvio entre mileurista y miseria.
La crisis ha colaborado en el enriquecimiento del lenguaje, a la vez que se empobrecían los bolsillos. El lenguaje político ha evolucionadohacia una esfera de dominación donde la realidad no es la protagonista. George Orwell (1903-1950) creó en su novela 1984 la neolengua, un lenguaje casi codificado que pretendía hacer inviables otras formas de opinión que no fuera la del partido. El escritor británico afirmaba “si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento”. Una especie de advertencia sobre lo que sucede cuando se instrumentaliza el lenguaje con fines individuales.