Quijote y Cervantes. Las Meninas y Velázquez. Guernica y Picasso. El monstruo y Bayona. Todo es de Montoro, que ha mantenido cinco años callada por asfixia a la parte cuplé de la españolidad, esa a la que le falta el estímulo patriota cuando Rajoy canta el “fin de la cita” en el púlpito. La españolez, para los españoles y quien se queje, proteste o cargue contra los intereses del Gobierno queda expulsada de España. Es decir, se queda sin leyes, sin reformas, sin ministerio, sin ministro, sin representantes, sin defensa, sin desgravaciones fiscales y sin subvenciones. Porque no son España. Ese es el castigo que toda esa españolitud que reniega de alabar al líder haga lo que haga, diga lo que diga, firme lo que firme, y renuncie a cantar los aciertos de sus decisiones infalibles, debe aceptar.
El nuevo paradigma parlamentario que se abre hoy desvelará si la regeneración quiere revancha o encuentro, si la cultura divide a los bárbaros de los civilizados
Montoro vuelve a sonar como ministro de Cultura. Otros cuatro años más. Y si no puede, en su caso se presentará Álvaro Nadal, el director de la Oficina Económica, que ha continuado el trabajo de acoso y derribo a las industrias culturales durante los últimos cinco años, en un empeño personal, a pesar de tener colocada a su mujer en la Secretaría de Estado de Cultura, Teresa Lizaranzu, como directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro. Que ya es ironía. En la recta final de la desbandada, fue premiada con un cargo en París, como embajadora ante la UNESCO.
El mayor ridículo cultural de estos cuatro años lo ha protagonizado el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, al que el propio sector que defiende pidió su dimisión por una reforma de la Ley de Propiedad Intelectual “inaceptable”. Su paso por el cargo se resume con una de las declaraciones más mediocres que se escucharon en campaña electoral. A tres días antes del 20D y después de una legislatura en la que el PP mandó el IVA de la cultura del 8 al 21%, anunció que si su partido ganaba las Elecciones rebajaría “casi con toda seguridad”, ese IVA del 21 al 10%.
A la cultura también le ha saltado la alarma: su capacidad de influencia en la opinión pública ha quedado reducida a cenizas
Populismo es política de condicionales. Se desconoce si hubo más risas entre los empresarios y trabajadores culturales o en su propio partido. Meses más tarde, en la negociación del pacto PP-Ciudadanos, los dos grupos acuerdan bajar el IVA cultural de los espectáculos en directo. Los de Rivera dicen que los de Rajoy se pusieron muy burros y que se negaron a incluir al cine en la rebaja. El corte de mangas fue doble, al cine y a Lassalle.
Convertido en títere, derrotado por las mismas debilidades y frustraciones que ha señalado -por escrito- en sus enemigos dentro del partido, Lassalle pertenece al pasado. Como Méndez de Vigo, el ministro de Cultura "leal" al ministro de Hacienda, que lo primero que hace nada más llegar a su despacho es mandar un retrato de Unamuno a una sala oscura. Una bonita metáfora de la muerte de la inteligencia en la habitación donde se decide el futuro de la Educación y la Cultura, además del Deporte. Más pasado, más.
Nuevos objetivos
A la cultura también le ha saltado la alarma: su capacidad de influencia en la opinión pública ha quedado reducida a cenizas. A 18 días del 20 D lanzaron el obús: “Que rectifique o que se atenga a las consecuencias”. No rectificó y el impacto dolió tanto como una fiesta de cumpleaños con confeti en Pozuelo. “Todos los partidos nos apoyan excepto uno”, dijeron. “La cultura somos 500.000 trabajadores y familia. Ya sabemos a quién no tenemos que votar”. Y votaron. Pero no sirvió para nada, porque tampoco la corrupción rampante influyó (en contra) en la intención de voto. Las protestas de la cultura han terminado jugando a favor de la sangría del PP: han sido tantas, que han terminado narcotizando.
La cultura debe dejar de llorar, dar por perdida La Moncloa y centrarse en el Congreso de los Diputados
Ante la nueva legislatura que se abre hoy, la cultura debe dejar de llorar, dar por perdida La Moncloa y centrarse en el Congreso de los Diputados. Una vez muerto el rodillo de la mayoría absoluta, las industrias culturales y los derechos de los creadores pueden convertirse en un motivo de desgaste para la oposición al Gobierno. Si la oposición se fusiona en bloque (184, de PSOE, Podemos y Ciudadanos) contra el PP (134) para levantar las vergüenzas de un partido que no ha querido, entre tantas cosas, homenajear a Cervantes por el cuarto centenario de su fallecimiento, puede herir en uno de los puntos para los que el Ejecutivo de Rajoy ha demostrado ser un gobierno incapaz.
E insensible, que ni siquiera la miserable situación en la que quedan los autores jubilados que quieren seguir escribiendo les ha hecho corregir el desamparo de los sabios y veteranos. E inepto, que ninguneando las recomendaciones del Consejo de Estado siguió -con Lassalle a la cabeza- adelante, con una reforma de la Ley de Propiedad Intelectual que ha terminado estrellada y rota en mil pedazos contra el Tribunal Superior de la Unión Europea, que considera ilegal el canon digital (aprobado en contra de la oposición y del sector).
Regeneración o zombie
Urge saber cómo vamos a compensar a nuestros autores, como urge también devolver a los jueces la autoridad en la regulación de la Ley de Propiedad Intelectual, como urge incentivar y comprometer a las instituciones públicas que se vuelvan transparentes a ojos de cualquiera para confiar en ellas, para invertir en ellas, para cuidarlas, para protegerlas. Es urgente definir qué entendemos por “éxito cultural”, para premiar por ello con ayudas. El IVA es una pelea más, y no de las más importantes, de las cientos que la cultura debe empezar a librar en el Congreso, sin partidismos, con partidarios.
Las artes y los artistas, gracias al diálogo y el acuerdo de todas las partes representadas en la Cámara Baja, ofrecen su creatividad para mejorarla sociedad
Una vez anulado el régimen de mayoría absoluta, una vez muerto el bipartidismo, es hora de que el Congreso reviva y se convierta en lo que los españoles han querido: una herramienta para el progreso de los derechos y el desarrollo de la sociedad, en la que las artes y los artistas, gracias al diálogo y el acuerdo de todas las partes representadas en la Cámara Baja, ofrecen su creatividad para mejorarla. La cultura como instrumento, no como medio. El nuevo paradigma parlamentario que se abre hoy desvelará si la regeneración quiere revancha o encuentro, si la cultura divide a los bárbaros de los civilizados. Si hay una vida después de la muerte o si debajo de las máscaras sólo hay zombies.