Berlín

Lothar Jänichen, veterano editor de la emisora de radio cultural alemana Kulturradio, salía la noche del lunes del célebre club de jazz berlinés A-Trane asintiendo. Había terminado el concierto que había ofrecido allí la cantante anglo-malauí Malia. Jänichen abandonaba el club moviendo la cabeza y reconociendo que esta artista nacida hace medio siglo en Lilongüe, la capital de Malaui, “tiene una voz realmente parecida a la de Nina Simone”. Al escuchar su música, si uno cierra los ojos, parecería que Simone vuelve a cantar en vida.

Malia, sin embargo, no tiene por misión reencarnar a la mítica artista nacida Eunice Kathleen Waymon. A esta inglesa con raíces en Malaui le diagnosticaron cáncer de mama en 2009. Aún está en tratamiento y aspira, “ante todo, a hacer buen uso” de la vida, según explica a EL ESPAÑOL a su paso por Berlín. Para ella, eso significa seguir haciendo música. “He sobrevivido a un cáncer de mama, mi hermana murió recientemente, todo esto ha tenido un impacto muy fuerte en mí, por eso quise hacer este disco”, señala la artista, aludiendo a su sexta producción de estudio, Malawi Blues /Njira” (Absolute Marketing, 2016).

“Todos caemos para volver a levantarnos”, dice sobre su vida, marcada por el golpe del diagnóstico que le transmitieron el 28 de diciembre de 2009, una fecha que, según dice, nunca olvidará. Ese día supo que el tumor que le descubrieron en un pecho era maligno. Cuatro meses después, había desarrollado varios tumores en el otro seno. Tuvo que someterse a la reconstrucción de ambos pechos. Nunca dejó de componer música. Ésta ha sido su “camino de vuelta a la normalidad”, según sus términos.

He sobrevivido a un cáncer de mama, mi hermana murió recientemente, todo esto ha tenido un impacto muy fuerte en mí, por eso quise hacer este disco

Sobre el pequeño escenario del A-Trane, Malia presentaba su repertorio sin pudor a la hora de hablar de su enfermedad ni de aludir a su salud. Al interpretar Disgrace – “desgracia”, una de sus canciones donde son protagonistas su voz y la percusión, pidió al público seguir el ritmo dando palmas. “Háganlo ustedes porque yo no estoy tan en forma”, reconocía al tiempo que reía sobre el escenario. Allí pasó parte del espectáculo cantando sentada y descalza. Eso sí, dejó con aplomo el taburete a un lado para bailar cuando lo pedía el cuerpo y, sobre todo, para guiar a los músicos en la interpretación de sus composiciones. Su cabeza, donde años atrás había lucido un voluminoso peinado tipo afro, estaba cubierta por un pañuelo.

Malia es más que una superviviente al cáncer de mama. Ha hecho carrera en el jazz internacional – en 2013 consiguió en Alemania el Premio ECHO de “Cantante Internacional del Año” – inspirada en el activismo de Nina Simone, a quien dedicó su cuarto álbum, Black Orchid – “Orquídea negra”. “Yo ante todo soy una mujer, y éste es un estatus que hay que reivindicar por la falta de igualdad respecto a los hombres”, dice. Let Me Breathe – “Déjame respirar” –, otra de las canciones de su último disco, es precisamente un claro alegato a favor de la libertad de la mujer en el mundo.

Contra el machismo y la xenofobia

Malia, que llegó a Inglaterra procedente de Malaui junto a sus padres nada más comenzar la adolescencia, pasó un lustro cantando en bares y clubes de Londres antes de mudarse a Nueva York. Allí comenzó a grabar discos de la mano del productor franco-armenio André Manoukian. Conoce bien la realidad europea y la estadounidense. No le ha sorprendido la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

“La gente no es racista o misógina por votar a Donald Trump, la gente que ha votado por él era misógina y racista antes de hacerlo”, asegura. A su entender, el triunfo del 'brexit' el pasado verano, después de una campaña marcada por un debate centrado en la inmigración, tampoco es algo sorprendente. “Yo he sido etiquetada toda mi vida como una de minoría étnica en el Reino Unido, y la xenofobia no es nada nuevo allí, el 'brexit' sólo ha puesto de relieve algo que ya estaba ahí, latente”, abunda esta mestiza hija de madre malauí y de padre británico.

Malia durante su reciente actuación en Berlín Michael Ziethen

“Ahora lo que tenemos es más cobertura mediática de temas como la desigualdad de las mujeres o la xenofobia en Europa o en Estados Unidos. Estas cosas han estado ahí siempre. Yo las vivo todas las semanas”, asevera. “Pero la gente no cambia sólo porque en la prensa haya más noticias sobre violaciones de los derechos de la mujer o sobre violaciones de los derechos humanos”, añade.

Para ella, “el problema de verdad está en la gente en el poder”. “Con políticos como Donald Trump, ¿Cómo vamos a hacer un mundo más compasivo y solidario?”, se interroga. “Trump es alguien que no trata a las mujeres igual que a los hombres, es obvio”, aduce.

En su vida, Malia siempre ha tenido que dar explicaciones sobre su identidad. “Mis raíces son Inglaterra y Malaui, soy de ambos países, la gente tiende a etiquetarme como una cosa u otra, pero yo soy ambas cosas, inglesa y malauí”, sostiene. Aunque siempre ha cantado más inglés, ahora empieza a aflorar en sus canciones el chichewa, la lengua nacional de Malaui.

“No es que quiera volver a mis raíces, porque mis raíces son Inglaterra y Malaui”, insiste. Pero “Chipadzuwa y Malawi Blues no son realmente canciones sino conversaciones dedicadas respectivamente a mi hermana y a mi madre, con las que hablaba en chichewa, era normal que esas grabaciones estuvieran en esa lengua”, explica, aludiendo a dos de las composiciones más emotivas de su último álbum.

Neocolonialismo en África

No obstante, Malia reconoce la influencia de tener una parte de sí procedente de África. “Sí, he vivido en un país que ha sido colonizado y dominado por los blancos, esto tiene un impacto en cómo veo el mundo”, comenta. En Inglaterra, según ha contado, su madre tuvo que habituarse a no dejar pasar primero a la gente blanca, por ejemplo, a la hora de entrar en un establecimiento.

Malaui, como otras colonias del Reino Unido, se independizó en los años sesenta. Sin embargo, para Malia, el continente africano sigue siendo objeto de la “carrera por el poder” de las grandes potencias planetarias. Malia está de acuerdo en pensar que, tras el colonialismo, nuevas formas de dominio mantienen subyugado al continente africano.

Hoy en África hay poblaciones que está siendo marginadas en sus propios países porque interesan sus recursos naturales

“Hoy en África hay poblaciones que está siendo marginadas en sus propios países porque interesan sus recursos naturales. Lo están haciendo países occidentales como Francia pero también China o Rusia, que siguen explotando recursos del continente, me refiero a la ropa y las joyas que llevamos, al petróleo que utiliza nuestros coches, los minerales de nuestros teléfonos. En Occidente nos aprovechamos de esto también, y nadie hace nada para evitarlo”, afirma, invitando a la acción.

“¡Dejemos de tener teléfonos móviles, no cojamos aviones, no conduzcamos coches, no utilicemos los recursos de otros países!”, concluye.

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