Con apenas 33 años, el músico estadounidense Christian Scott (Nueva Orleans, 1983) es uno de los referentes del jazz contemporáneo. Tanto es así que a este trompetista, compositor y productor le llaman “el nuevo Miles Davis”. Considera la comparación un “honor”. Autor de una decena de discos – a los que hay que sumar su participación en al menos otras 15 producciones –, tiene la capacidad de unir al jazz diferentes estilos musicales.
En sus composiciones conviven las influencias clásicas del jazz con el rock alternativo, ritmos latinos, afroamericanos e indios americanos. Su familia pertenece a la comunidad afroamericana e india de Estados Unidos. El saxofonista Donald Harrison es tío de Scott. Su trabajo no puede separarse de la realidad de su barrio, el Ninth Ward, “el más pobre de Nueva Orleans”. Allí la violencia policial no es nueva. Él mismo escribió la canción K.K.P.D., tras ser retenido una noche por agentes cuando conducía de regreso a casa de su madre. Aquella noche le encañonaron.
Ha cerrado la 51ª edición del Festival de jazz Internacional de San Sebastián (Heineken Jazzaldia) y también ha pasado por el Festival de Almuñécar (Granada). Antes de entrar a comer pescado en el chiringuito sexitano donde atiende a El Español muestra con chasquidos que ha aprendido el tempo de la soleá. “No conozco a Camarón de la Isla, pero estoy deseando hacerlo”, dice cuando se le habla de la Leyenda del tiempo, disco que marcó una de las líneas para fusionar flamenco y el jazz. “Estoy deseando aplicar los ritmos flamencos a mi música”, añade.
El actor estadounidense J.K. Simmons, que se llevó un Oscar por su interpretación de un profesor de una escuela de jazz en la película Whiplash (2014), decía, encarnando su personaje, que el “jazz está muerto”. ¿Cómo ve usted este género musical?
¿Dicen eso en la película? El jazz nuca estuvo en un momento de tanta vitalidad como ahora. Las mejores bandas actuales tienen su propio sonido, un sonido diferente. Nunca había ocurrido algo así. Si escuchas la música de Jason Moran o la de alguien como Robert Glasper, Esperanza Spalding, Lawrence Fields o la mía, tenemos un sonido propio. Esto, en realidad, es nuevo. Antes siempre había un par de grupos que los demás seguían. Para el jazz, esta época es una de sus épocas más vibrantes. No está muerto en ningún caso.
Los problemas de orden social, los conflictos políticos y de sociedad en Estados Unidos juegan un papel clave en su trabajo. ¿Cómo influyen estas cuestiones a la hora de componer?
Mi música trata de mis experiencias. Hace unos años, tuve un altercado con la policía, me apuntaron con un arma, porque no les estaba obedeciendo. No estaba de acuerdo con sus instrucciones. La proximidad con un arma no modifica mis decisiones. En mi cultura, eso lo aprendes cuando eres un niño. Si tuviera niños actuaría ante la policía de un modo distinto, pero no los tengo.
¿Qué piensa de los casos de violencias policiales y altercados con ataques a la policía que están teniendo lugar en Estados Unidos?
No es un tema nuevo. Es un tema que tenemos en el país desde que existe. Es importante para mí hacer música sobre esto. A muchos artistas todo eso les importa una mierda, pero a mí no. Yo tengo una responsabilidad respecto a mi comunidad, incluso más allá de la música.
¿En qué sentido?
Después de mi tío, jugaré un papel importante también en mi comunidad, en mi barrio. Nuestro sistema allí es un sistema antiguo, no es una organización municipal, sino un sistema que ha tenido la comunidad afroindia cientos de años. Por eso no puedo mirar a la gente de mi comunidad sin hacer nada. No puedo estarme quieto ante los niveles de inseguridad o de analfabetismo de mi comunidad.
Mi familia tiene una fundación para la atención cultural y hemos dedicado 44.000 dólares para que los niños tengan un museo para que ellos, y también los adultos, puedan aprender todo tipo de cosas cosas, incluida música, desde ritmos del oeste africano hasta asuntos relacionados con la fiscalidad. No puedo apartarme de todo eso, pero, por supuesto, no voy a ponerme a juzgar a alguien que no haga lo mismo que yo.
¿Cuál es su barrio en Nueva Orleans?¿Cómo es?
Mi barrio es el Ninth Ward. Se dice que en Nueva Orleans, que es una ciudad organizada en círculos concéntricos: cuanto más te acercas al círculo del centro más propensión tiene uno para cometer crímenes violentos y cosas así. Pero eso no es cierto, mi barrio es donde vive la gente más pobre, la que más sufrió las consecuencias del huracán Katrina. Pero también es de donde viene muchísima música.
¿Qué opinión tiene de Donald Trump y de lo que representa políticamente en su país?
Lo que está pasando en Estados Unidos con él no es algo nuevo. Si miras a otros países te das cuenta de que también hay el mismo fenómeno. Mira en los Países Bajos o en Francia. Es muy fácil alimentar el odio porque la gente que está frustrada necesita chivos expiatorios. Se puede crear esa imagen de que es por culpa de alguien que tu vida es una mierda, y entonces pasas a creerte lo que dicen gente como Trump. La gente que apoya a Trump lo hace porque pueden entender su lenguaje. La gente cree en sus ideas porque las pueden comprender, como la de construir un muro en la frontera con México. No es fácil hablar de soluciones sofisticadas a problemas sofisticadas.
Trump, con sus propuestas, está dividiendo y empujando a la gente al odio. Trump es realmente alguien peligroso, ha conseguido que odiar esté bien. Porque tras decir lo que dice, no recibe ataques ante la justicia. Por ejemplo, ha dicho que todos los mexicanos son violadores. ¿¡Es ridículo?! Por no hablar de sus propuestas en materia de política exterior, que son realmente ridículas.
¿Se refiere a cuando habla de China, por ejemplo?
Él habla de enfrentarse a China. Pero ni él ni nadie va hacer nada contra China, porque hay casi 3.000 millones de personas allí. No se puede plantar cara a China con armas, a no ser que vueles el planeta por los aires. Trump está prometiendo cosas a la gente que no puede cumplir. Ha hablado de ir a la guerra con China, ¡¿pero cómo se va hacer la guerra a China?!
¿Cómo puede inspirarle Donald Trump en sus composiciones?
Aunque no estoy especialmente interesado en componer algo sobre Donald Trump ahora mismo, en mi música siempre está presente, y lo estará, la intolerancia. Siempre hablo de eso, más allá de que sea identificable con Trump u otro político. Hay cientos de personas en el mundo con potencial para gobernar y que tienen este tipo de ideas. Hay “Donalds Trumps” en todas partes.
La canción Jihad Joe, usted la compuso pensando en la política de Estados Unidos en Oriente Medio. ¿Hasta qué punto es crítico con su país en esta materia?
Lo que tenemos allí es una dinámica muy complicada, con muchos países implicados. Yo no puedo hablar de lo que están haciendo otros países, pero supongo que puedo criticar lo que hace Estados Unidos. Cuando empezó todo, nadie estaba interesado en generar energías alternativas. El petróleo lo era todo. El problema es que en 2001 tuvimos los ataques a las Torres Gemelas, y se usó el patriotismo para responder y legitimar la invasión de Iraq otra vez, porque ese país ya se invadió en 1991. Con Bush padre la guerra duró pocos días, porque se rodeó de gente muy bien informada, y él mismo era alguien bien informado. Pero con su hijo, los resultados se cuentan por cientos de miles de civiles iraquíes muertos. ¿Por qué? Porque querían los recursos del país. Fue un comportamiento neo-colonialista o neo-imperialista.
¿Cuál es su propósito tratando todos estos temas en sus composiciones musicales?
La música tiene la capacidad para llegar a la gente, de unir a las personas, de curar a la gente de sus penas diarias. Tocar mi trompeta ante un votante de Trump o ante alguien con un lanzamisiles dispuesto a usarlo no marcará la diferencia. ¡Aunque nunca se sabe! No parece que la trompeta sea la mejor táctica para enfrentarse a esos problemas, pero, al final, la música permite inspirar y abrir a las personas.
Tal vez, la música pueda ayudar a generar pensamientos diferente en una personas que comienza a ver algo bello en una canción que antes no conocía. Esto sí que puede funcionar. Hablo por experiencia, me ha ocurrido a mi y también lo he visto con gente a mi alrededor. La música es muy poderosa. Nunca conocí a una persona a la que no le gustara la música. Conozco gente a la que no le gustan muchas cosas, pero la música no está entre esas cosas.
Ya se refieren a usted como “el nuevo Miles Davis”. ¿Dónde se ve diez o quince años?
Ahora mismo no sé ni dónde estaré en un año. Por supuesto, es un honor para mí que me comparen con alguien tan grande. Ya es un honor que mi nombre aparezca en una frase en la que esté el suyo. Pero mi contribución, que son once años de trabajo, grabando, tocando y componiendo, no es comparable. En realidad, me gustaría que el legado de Miles Davis quedara sólo como su legado y que el mío sea el mío. Con la trompeta, yo puedo sonar algo parecido a él. Pero, en realidad, lo que más nos une es la realidad musical en la que nos movemos, algo que significa mucho más para mí.
Conozco desde hace años a la familia de Miles Davis, también he hecho mi carrera bajo gente que trabajó y que aprendieron con él. De ellos yo aprendí de verdad quién era Miles Davis. Sin embargo, en realidad, no hay “nuevo” Miles Davis. No puede haberlo. A mi me gustaría que se me recordara por ser Christian Scott.
¿A qué se refiere?
Me refiero a que Miles Davis es un músico que fusiona estilos, alguien capaz de unir diferentes perspectivas y culturas musicales. Eso es lo que me interesa. Al terminar el concierto en Almuñécar, me enseñaron algunos ritmos flamencos y, en el hotel, estuve practicando sobre la azotea durante al menos una hora esos ritmos. Estoy deseando introducirlos en mis composiciones, porque me interesan otras culturas y otras músicas.