Un grupo de poderosos quiere invadir Aquilea. No se sabe mucho de ellos, sólo que visten gabardinas claras y que llevan tiempo preparando la invasión. Tanto, que no dudarán en torturar o matar a los defensores de la ciudad -liderados por el anciano Don Porfirio -para conseguir su objetivo. Éste es el argumento de la película Invasión (Hugo Santiago, 1969), que el Círculo de Bellas Artes de Madrid ha proyectado en Madrid con motivo de la feria de arte contemporáneo ARCO, que este año tiene a Argentina como país invitado.
Se trata de un filme vanguardista para la época, pero no es ése su mayor atractivo, sino la firmas que acompañan a Santiago. El argumento es del director de culto argentino junto con dos figuras clave de la literatura de su país: Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. Éste es, también, el autor del guión, en una, la más conocida, de sus cuatro incursiones en este oficio.
Contaba este sábado la escritora Mercedes Cebrián -que presentó la película en la sala madrileña- que con motivo de la proyección del filme en Cannes, Borges lo definió como "fantástico pero no sobrenatural, porque los invasores vienen de dentro y no de fuera, que es lo más terrorífico".
Los invasores que se describen en la película son personas totalmente normales, sólo distinguibles de los componentes de la resistencia por una tendencia a vestir gabardinas de color claro. En un momento, uno de los protagonistas comenta con Don Porfirio que no merece la pena defender la ciudad, porque sus propios habitantes no quieren ser defendidos. "Lo que les vamos a vender les gusta", comenta en otra secuencia uno de los invasores a este mismo personaje.
Se trata de un comentario que sin duda recuerda al peronismo, que fue abrazado por gran parte del pueblo argentino y contra el que Borges se pronunció con más o menos sutileza en muchas ocasiones. Pero en esta película, estrenada en 1969 pero ambientada más de 10 años antes en una ciudad ficticia que no se molesta en disimular que es Buenos Aires, se prevé también lo que estaba por llegar al país latinoamericano: una invasión muy real por parte de los militares que lideraron Argentina entre 1976 y 1983.
Las torturas con electricidad de los invasores a los miembros de la resistencia que se dibujan muy levemente en el film pasarían de la gran pantalla a la vida real apenas siete años después, aunque esto Borges no podría saberlo.
Amor por el cine
A pesar de que cuando se rodó la película, Borges ya estaba muy cerca de quedarse ciego, no es de extrañar que el argentino hiciera sus pinitos como guionista, ya que es conocido su amor por el séptimo arte. En la década de 1940 ejerció de crítico cinematográfico y publicó algunas de sus reseñas en la revista Sur, muchas de ellas recogidas en el libro Borges y el cinematógrafo (Emecé, 2002), de Edgardo Cozarinsky.
Una de las críticas más conocidas es sobre Ciudadano Kane, que incluye párrafos como éste: "Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como perduran ciertos films de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever. Adolece de gigantismo, de pedantería, de tedio. No es inteligente, es genial: en el sentido más nocturno y más alemán de esta mala palabra". Se dice que Orson Welles contestó a esta dura crítica décadas después, achacándola a la condición de "medio ciego" del escritor argentino.
Invasión es una película que hará sonreír a los admiradores de Borges, porque muchos de los rasgos de sus personajes recuerdan a los protagonistas de sus cuentos. Es especialmente reseñable el del tranquilo líder de la resistencia Don Porfirio, pero no lo es menos el de su gato Don Wenceslao, del que viejo se despide casi al final de la película diciendo algo así como: "Si no regreso, no te preocupes, hay leche en la cocina".
Por último, un detalle más por los amantes de lo borgiano. En la película se puede apreciar otra de las facetas del escritor argentino: la de compositor de milongas. En la de La muerte de Manuel Flores, que se escucha en el filme, hay joyas como ésta: Y sin embargo me cuesta / decirle adiós a la vida/ esa cosa tan de siempre/ tan dulce y tan conocida.