Hoy descansarán en paz. Se les ha ido un azote irreductible, un sabio tocapelotas, que cargó donde tenía que cargar contra la roña que hunde al país en una novela tenebrista y miserable.
Aquel día a Juan Goytisolo le escuchaba Ignacio González, desde la mesa que presidía la entrega del Premio Cervantes, junto con los reyes. Y prefirió la "exquisita mierda de la gloria" (cita de Gabriel García Márquez) a las felaciones literarias. "Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo", leyó el escritor catalán en castellano aquel abril de 2014, con Nacho al frente de la Comunidad de Madrid, lejos de la cárcel.
Y al imaginar a Quijote atravesando con su lanza a los “corruptos de la ingeniería financiera” ensartó al rey de los felones allí, en directo.
Un Cervantes podemita
"Digamos bien alto que podemos". Fue el broche en su discurso al recoger el Cervantes. Varios representantes del PP prefirieron no aplaudir al genio literario por su vehemencia contenida contra la corrupción y a favor de los nuevos aires políticos. Entre ellos, Ignacio González, Montserrat Gomendio o Teresa Lizaranzu.
Goytisolo ha escrito contra el pensamiento único, ha ayudado al lector a replantearse sus visiones e ideas consolidadas, consciente de la escasa influencia del escritor: "Es en las dictaduras cuando los escritores expresan lo que los demás no pueden decir". Y, sin embargo, siguió actuando contra la dictadura de lo más vendido y del protocolo. Dijo que no iría con chaqué a recoger el mayor galardón de las letras en castellano, porque "puesto a disfrazarme prefiero la chilaba".
Un escritor en el mundo
Pegado a los periódicos y a la calle, sabía de la emergencia de los nuevos grupos políticos y del hartazgo de la corrupción de los grandes partidos. “Esta indignación es importante que se canalice en un proyecto político, aunque todavía no esté muy claro, formulado por Ciudadanos y Podemos. Tengo mucha simpatía por Podemos y la emergencia civilizada de Ciudadanos, muy alejada de los grupos radicales nacionalcatólicos del PP", dejó bien claro en la Biblioteca Nacional, días antes de su Cervantes.
De esta manera aclaró el papel de la lectura y la escritura en la regeneración política y moral del país, sumido en una galopante corrupción. Imaginó "al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la moderna Santa Humanidad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera".
Un hijo de la censura
¿Se han preguntado por qué los escritores del país más retrógrado de Europa producen la literatura más “realista” y “comprometida”? Juan Goytisolo respondió a su propia pregunta hace algunos años: la censura. El autor de Reivindicación del conde don Julián (1970) aseguraba que los novelistas españoles debían asumir la carencia de sus lectores, a los que les han faltado medios de comunicación libres.
Un literato migrante
Tampoco perdonó a Europa ante la impasividad de los naufragios en el Mediterráneo y la falta de política común para frenar las muertes y darles cobijo. Lo consideraba “abominable”, porque el autor de España y los españoles (1979) defendía el flujo migratorio como algo inherente al ser humano. Aislado en su Marruecos, su literatura siempre recaló en varias orillas al tiempo, mientras reconocía entre sus maestros a Fernando Pessoa, Dámaso Alonso, Góngora, Manuel Azaña y Carlos Fuentes. Ningún escritor contemporáneo árabe. Y dos novelas, La regenta y La lozana andaluza.
Un homosexual en silencio
Su sobrino Gonzalo Goytisolo realizó el retrato que cuelga en la galería de los honorables del Cervantes, en la Biblioteca Nacional de España. En la escena del cuadro, su tío se detiene y mira al espectador. Nadie más que él nos mira. El resto pasa de largo y con prisas. El pintor quería subrayar, como dijo a este periódico, que es el único que para y cuenta el mundo, que es el único que mira mientras el mundo camina a su aire. En la escena no hay caras ni retratos.
Sólo dos chicas que pasan por detrás, absortas en su conversación y con una carga simbólica que pasó inadvertida: "Mi tío Juan es gay y retratando a esta pareja de mujeres expongo el tema, sin convertirlo en protagonista, sin estridencias. A mi tío Juan no lo verás nunca militando en una manifestación gay, no es una persona pública en este sentido. Lo vive como una experiencia íntima y muy personal. La homosexualidad está tratada con naturalidad, no está forzada. Es como un comentario sin darle importancia”.
Un cascarrabias sin cintura
Entre todas las virtudes y fortalezas de Juan Goytisolo, su tendencia para tomarse a pecho su falta de protagonismo o las malas críticas contra las novelas que insistían en los clichés de la identidad española que él mismo trazó con rotundidad en la trilogía de Álvaro Mendiola. A saber, Señas de identidad (1966), Reivindicación del conde don Julián (1970), Juan sin Tierra (1975). El derribo de lo español que tiene lugar en estas tres novelas marca un hito contra los lugares comunes de “lo español”. Lo prolongó en dos partes de sus memorias: Coto vedado (1985) y En los reinos de taifa (1986).