La lengua no tiene sexo: "Elle está cansade"
Las personas de género no binario -las que no se sienten hombre ni mujer- reivindican el pronombre "elle" en lugar de "él" o "ella" y la terminación -e. El tercer sexo pide su lugar en la RAE y en los documentos oficiales. Hablamos con lingüistas.
18 junio, 2017 02:38Pau es una persona de género no binario: no se identifica completamente como hombre ni como mujer. Lo llaman el tercer sexo y es un colectivo minoritario, invisibilizado, que se siente incómodo cuando tiene que marcar la casilla del género en los documentos oficiales -pide una tercera posibilidad-, que no está a gusto con la terminación -a de las palabras pero tampoco con la -o y que están acostumbrados, con dolor, a “decirle al médico que eres una persona no binaria y que te digan que eso no existe, que estás loco, que te lo estás inventando”.
Aunque aclara que depende mucho de la vivencia de cada persona, Pau -trabajadore social en la Fundación Daniela por los derechos del colectivo transexual- explica que “hay quien siente que no tiene ningún género, también hay quien experimenta ser hombre y mujer a la vez o quien vive el género de forma fluida”. La reivindicación lingüística que piden a los diccionarios es la inclusión del pronombre “elle” para referirse al sujeto de género neutro, así como la terminación de las palabras en -e.
Lo llaman el tercer sexo y es un colectivo minoritario, invisibilizado, que se siente incómodo cuando tiene que marcar la casilla del género en los documentos oficiales y que no está a gusto con la terminación tradicional de las palabras
¿Se cambian el nombre, las personas de género no binario? “Es algo muy personal”, dice Pau. “Ser una persona de género no binario no es algo que siga unas reglas o normas estrictas. Depende del malestar el nombre genere: hay quien se lo cambian porque no les identifica y eligen uno neutro, más unisex, y también hay quien sí se identifica con su nombre de nacimiento, catalogado como chico o chica; no hay directrices únicas, como sí parece haberlas en las personas binarias”. Con la operación para el cambio de sexo pasa lo mismo: hay quien la elige y quien no. La atracción sexual que experimentan también es indistinta: hacia hombres, hacia mujeres o hacia ambos.
“Lo importante es que las familias que sus hijos no se sienten cómodos o están confusos con su identidad acudan a nosotres, para que podamos explicarles esta realidad. Los críos tienen que saber que esto también existe, y muchos se ahorrarían mucho sufrimiento”, aconseja Pau.
Pero, ¿cómo afrontar este reto desde la lingüística? ¿Es cierto que el lenguaje está vivo y se adapta a las necesidades populares que vayan surgiendo o la reivindicación de la ‘e’ no tiene base filológica? Se abre el debate de si es la lengua quien debe ceñirse a las exigencias del pueblo o si es el pueblo el que debe dejarse calar por las palabras antes de que éstas pasen al diccionario. ¿Puede ralentizarse este proceso por lo que tiene de ideológico? ¿Habrá cambio en la RAE sin que la sociedad reconozca y acepte antes a estas personas? Hablan los expertos.
¿Qué opinan los filólogos?
El académico de la RAE Félix de Azúa no sabe contestar a esta cuestión sin ironía: "Es un asunto tan trascendental que de él depende el bienestar de millones de familias, de manera que es necesario tomarse unos años de reflexión".
A la lingüista Elena Álvarez Mellado le parece que el colectivo de género no binario hace una crítica “gramaticalmente interesante”: “El punto en el que inciden es bueno: ¿por qué hay que escoger entre lo masculino y lo femenino si hay gente a la que no le representa? Además proponen la solución ‘e’, que es como un término medio natural”, comenta. “Este problema no es nuevo. Antes se solucionaba con el arroba (“tod@s”) o con la x (todxs), pero eso se ha quedado viejuno o resulta incómodo, así que la ‘e’ me parece dabuten”, sonríe. No ve el motivo para criticar esta iniciativa, sobre todo porque “es una forma de denominarse a sí mismo, no nos están imponiendo nada a los demás, es lo menos amenazante del mundo”. Le da curiosidad si calará, cómo arraigará esta fórmula en los hablantes, qué pasará dentro de unos años.
"Es un asunto tan trascendental que de él depende el bienestar de millones de familias, de manera que es necesario tomarse unos años de reflexión", ironiza Félix de Azúa
Eso sí, ve problemáticas en algunas palabras. “No sé como se resolvería la palabra ‘escritor’, por ejemplo. ¿Escritore? Precisamente su plural, “escritores”, sería como el plural del masculino. O ‘actriz’-‘actor’”, reflexiona. El poeta y editor Juan Fernández Rivero subraya que esta lucha es muy lícita en cuanto “busca la reivindicación de un derecho fundamental como es la propia identidad”, y explica que está de acuerdo filosóficamente con la propuesta -“el colectivo tiene todo mi apoyo”-, pero no filológicamente.
“El lenguaje no puede forzarse artificialmente. Yo, como persona de izquierdas que soy -marxista-, pienso que primero tenemos que intentar conseguir los cambios de facto y reivindicar al colectivo mediante acciones concretas. El lenguaje es un arma idónea, pero intentar imponer usos lingüísticos termina generando más incomprensión que efectividad”, expone. Primero las medidas integradoras, propone, “porque si no es saltarse varios pasos en el escalafón lingüístico y puede acarrear muchos problemas en una sociedad que aún no está preparada para entender esto”.
El lenguaje no puede forzarse artificialmente. Yo, como persona de izquierdas que soy -marxista-, pienso que primero tenemos que intentar conseguir los cambios de facto y después los lingüísticos, dice Fernández Rivero
Fernández Rivero no cree que el colectivo “incurra en un error de base al pensar en que el lenguaje puede ayudar a avanzar las causas sociales que defienden”, se limita a expresar que “tenemos que basar las innovaciones linguisticas en innovaciones de conciencia colectiva, y no podemos intentar invertir ese proceso”, y finaliza celebrando que se esté debatiendo sobre el tema para ir abriendo mentes.
La defensa del masculino como neutro
La profesora Carme Junyent Figueras (Facultad de Filología de la Universidad de Barcelona) no cree que esta iniciativa vaya a prosperar. Considera que no hay problema mientras “sean grupos los que lo proponen”. “Para mí lo grave de estas cosas es cuando es el poder el que las impone, ¿no? Que es lo que pasa aquí por lo menos con el catalán, en la universidad nos obligan a escribir así”, explica. “Estos grupos, que vienen de abajo, toparán con la realidad. Se exponen mucho al ridículo, porque no creo que esto genere ninguna simpatía, pero la verdad es que la lengua funciona a su manera y afortunadamente no podemos cambiarla, ¡ya sólo faltaría!, para una cosa que sigue sus propias leyes… que nosotros pudiéramos intervenirlo”.
Para mí lo grave de estas cosas es cuando es el poder el que las impone, ¿no? Que es lo que pasa aquí por lo menos con el catalán, en la universidad nos obligan a escribir así, explica la profesora Carme Junyent
Dice que lo que nunca ha entendido del colectivo LGTBI es que “tengan planteamientos tan binarios: o eres una cosa o eres otra, o resulta que además eres otra”, reflexiona. “La forma de no ser nada es utilizar el género no marcado, que aunque le pongan la etiqueta de ‘masculino’, es totalmente arbitrario”.
Jorge Diz Pico, investigador en lingüística en la Pompeu Fabra, cree que el -e es “un morfema muy útil” más allá de esta reivindicación concreta, a la que también apoya. “Hay problemas en la traducción del inglés, porque ellos sí tienen la posibilidad de ambigüedad… imagínate, cuando se habla de personajes de género neutro o hasta de robots alienígenas, en la traducción al castellano, el matiz se pierde muchas veces”. Ejemplo. Habla de un capítulo del Ministerio del Tiempo en el que decían que en cierto pueblo no querían niños, pero había mujeres. “Al escuchar eso pensé que no querían ningún tipo de niños, pero la realidad es que sólo querían niñas. Eso del neutro masculino sólo funciona en el papel”.
Otro ejemplo: “La última película de Star Wars se llama The last jedi, y no sabíamos si era ella o él, ¿era el último o la última? Esto es un buen momento para que le llamen El últime jedi”, sonríe. El filólogo Carlos Mayoral aclara que el diccionario “recoge usos”, y esto no lo es: “La RAE no ordena, sino que recoge, que no es lo mismo. Es absurda esta exigencia si antes no hay una conciencia sobre esto”. En cualquier caso, como Carme Junyent, propone que usen el neutro. “Si tú y yo vamos por la calle nos dirán ‘esos chicos’, igual que si van ellos. No tiene ningún sentido que utilicen el ‘chiques’”.
"Elle" no basta: que creen una gramática
Luis Magrinyà, filólogo, editor y escritor, así como autor de Estilo rico, estilo pobre (Debate) sostiene su idea siempre ha sido, en este campo, “que hay que educar a la gente en que el lenguaje es convencional y arbitrario, y que si a los niños y las niñas se les va diciendo “mira, vamos a dejar de llamar al género género, lo vamos a llamar flexión o y flexión a; entonces, quizá todos estos conflictos no se producirían”. Está de acuerdo “en que en el fondo de todo esto hay sexismo, pero una de las maneras de desenmascarar al emperador es verlo desnudo, ¿sabes?, igual que si señalamos continuamente que algo es una convención perderá significado”.
No vale con decir ‘elle’, no vale con inventar tres cosas. Estudia la lengua y mira los problemas que hay. De hecho, ‘elles’ también es una convención, ¿por qué ‘elles’ y no ‘ellis’?
Aclara que esto no es una tarea “de convencer al gobierno, sino de que la comunidad de hablantes lo acepte”. Pone dos ejemplos: “A la cadena del váter la seguimos llamando cadena incluso ahora que ha desaparecido, y ni siquiera hemos inventado una palabra nueva para ese botón”, relata, en el caso del consenso social. Y en el contrario cita “yazz”: “La Academia lo metió en el diccionario y al cabo de una edición lo tuvo que quitar, porque nadie le había hecho caso. Los académicos proponen y el pueblo dispone”.
Esta reivindicación le parece “una llamada de atención, y como llamada de atención es legítima, pero no es tan sencillo, qué quieres que te diga: ¡que hagan una gramática!”, expone Magrinyà. “No vale con decir ‘elle’, no vale con inventar tres cosas. Estudia la lengua y mira los problemas que hay. De hecho, ‘elles’ también es una convención, ¿por qué ‘elles’ y no ‘ellis’?”.
El machismo no se arregla con la terminación -e
La filóloga Gema Nieto -feminista a favor de la erradicación del machismo en el lenguaje y en todos los ámbitos sociales- sostiene que, a pesar de su condición de activista, ésta no le parece la manera de conseguirlo. “El masculino inclusivo deriva etimológicamente del neutro latino para abarcar ambos géneros, así que en esto habría que pedir un poco de sentido común, apoyándonos también en esa necesidad de economía expresiva que la función comunicativa del lenguaje exige”.
Con esto, recalca que sí considera necesarias las aclaraciones y referencias a determinados colectivos o minorías ninguneadas en los discursos (“por ejemplo, decir ‘Orgullo Gay’ en lugar de ‘Orgullo LGTB’, para hacer inclusivas también a las lesbianas, bisexuales, transexuales, intersexuales, etc.). “Son contextos en los que sí cabe aclarar la distinción, pero en ningún caso debería hacerse mediante la invención de una nueva desinencia”.
La filóloga Gema Nieto no cree que el machismo en el lenguaje tenga tanto que ver con las terminaciones
No cree que el machismo en el lenguaje tenga tanto que ver con las terminaciones. “Recuerdo la cubierta de un libro que leí hace años. En la breve biografía del autor, decía que se casó con Fulanita y tuvo tres hijos (dos niños y una niña) EN ella”, cuenta, horrorizada. “Es una de las frases más machistas que he leído en mi vida, por esa preposición “en” que convertía a la esposa de Fulano en mero recipiente o vasija de sus descendientes”, reflexiona.
Última aclaración de Nieto: “Gramaticalmente, la norma permite utilizar, ante un grupo heterogéneo, la terminación correspondiente al género que sea mayoritario en ese grupo. Esa es una solución razonable, antes que la invención de la terminación -e, completamente innecesaria”.